Migrantes perseguidos por policías a caballo en Texas. Autor: AP Publicado: 25/09/2021 | 09:06 pm
Un encontronazo con la Casa Blanca de Joseph Biden pone nuevas preocupaciones para los demócratas. El manejo de la crisis de los migrantes haitianos es el detonante cuando funcionarios del Gobierno se han enfrentado a su administración sobre el manejo de la crisis por considerar métodos y medidas como «inhumanos y contraproducentes».
La renuncia presentada a mediados de semana por Daniel Foote, ex enviado especial de Haití, parece que fue la tapa a la caja de Pandora que encierra críticas en la prensa, de las organizaciones de derechos humanos, de legisladores demócratas… y los republicanos pueden celebrar sin mover un dedo, en Texas hicieron la tarea los policías a caballo que azotaron a los migrantes o los arrearon como reses.
Foote había sido nombrado apenas hace dos meses tras el asesinato del presidente Jovenel Moise y en su carta de dimisión, presentada al secretario de Estado Antony Blinken, dijo que sus recomendaciones fueron «ignoradas y desestimadas».
Pero cuidado, no se deje engañar, existen ambivalencias en la política de EE. UU. y si bien Foote habla con toda razón del trato inhumano hacia los haitianos, también cuando era el enviado especial aconsejó enviar tropas a Haití para «asegurar» el país, lo que fue rechazado por el Pentágono y funcionarios de Seguridad Nacional, quienes dijeron que no era la respuesta que resolverá la terrible situación que enfrenta actualmente el pueblo haitiano, y lo calificaron así: «Simplemente fue una mala idea».
El peso mayor en esa balanza que juzga y desfavorece ahora a Biden está en la indignación que muchos sienten en su propio partido, no digamos en la sociedad estadounidense y en el resto del mundo, y el tropiezo intensifica la pugna entre progresistas y conservadores al interior de los democratas.
El juez demócrata del condado texano de Webb, Tano Tijerina, preguntó: «¿Qué ha hecho?», y arremetió el jueves contra el Gobierno de Biden por su manejo de la crisis. Lo había invitado a bajar a la frontera donde decenas de miles de inmigrantes invadieron el linde sur en los últimos días, y ahora se mostraron al mundo las imágenes del maltrato y una vez más se hace caso omiso a las palabras de la icónica (e ilusoria) Estatua de la Libertad y están siendo deportados a la mayor prontitud.
En la base del monumento, estatua del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi donada por el pueblo galo al estadounidense, una placa de bronce de 1903 lleva grabada una parte del final del soneto de la poetisa estadounidense Emma Lazarus titulado The New Colossus (El nuevo coloso): Dadme vuestros seres pobres y cansados. Dadme esas masas ansiosas de ser libres, los tristes desechos de costas populosas. Que vengan los desamparados Que las tempestades batan. Mi antorcha alumbra un umbral dorado.
Aunque la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, declaró el lunes: «No creo que nadie que vea esas imágenes piense que es aceptable o apropiado», refiriéndose a las imágenes «obviamente horribles» de la policía a caballo texana golpeando a los haitianos, y agregó que los agentes «no deberían ser capaces de hacerlo de nuevo». La vicepresidenta Kamala Harris, responsable de la política migratoria de la administración Biden, reaccionó el viernes en comentarios a la cadena ABC donde dijo que las imágenes, que circularon ampliamente en las redes sociales, le recordaron las tácticas «utilizadas contra los pueblos indígenas de nuestro país» y «utilizadas contra los afroamericanos durante los tiempos de la esclavitud».
«Los seres humanos no deben ser tratados de esa manera», agregó Harris, pero vino el después: las deportaciones.
Los casi 14 000 haitianos concentrados bajo el puente en Del Río, Texas, que esperaban el beneficio del asilo, están siendo enviados de regreso al país del cual huyen, donde por solo hablar de lo más reciente, un terremoto en agosto mató a unas 2 000 personas y lesionó a miles, en el que la inestabilidad política provocó el asesinato del presidente Jovenal Moise en julio, es presa de bandas armadas que contribuyen a ese caos, y donde hay hambre, crisis de salubridad no solo por la COVID-19, y muchos otros males , por no remontarnos al sismo de 2010 que mató a 200 000 personas.
El Gobierno de Biden ha rechazado las acusaciones de que está aplicando selectivamente la ley de inmigración para deportar a los haitianos sobre otros migrantes que cruzan ilegalmente a Estados Unidos a lo largo de la frontera sur; sin embargo, eso es evidente.
«Trataron a los haitianos como ladrones. Los haitianos no son ladrones, sino personas que buscan una vida mejor. No trataron así a personas de otras naciones. Es racismo», dijo a EFE una mujer de unos 30 años que aseguró que vivía en Cabo Haitiano.
Haitianos se niegan a ser deportados. Foto: AP
Cabo Haitiano, tan querido en la historia cubana, desde donde partieron Martí y Gómez para la «Guerra Necesaria» que debía traer la independencia como colonia de España.
A decir verdad, no creo que una administración diferente a la de Biden lo haría de otra manera. A la fuerza se llenan con prontitud los aviones, aceleran los esfuerzos de expulsión y ya se han producido altercados.
Han dado orden temporal de que la policía a caballo no patrulle la zona, pero la decisión es clara y no importa cuán desgarradoras sean las imágenes que expresan el desprecio a otros, la xenofobia, la discriminación racial y la intolerancia que permea a esa sociedad.
El secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, aseguró: «Si vienes a Estados Unidos ilegalmente, serás devuelto. Tu viaje no tendrá éxito y estarás poniendo en peligro tu vida y la vida de su familia».
Violan los derechos universales que proclaman el asilo, viola Biden su palabra de que sería más «humano» con los inmigrantes que su predecesor Trump.
Pueden borrar los versos de Emma Lazarus, llevados a la categoría de falsas ilusiones: «Dadme vuestros seres pobres y cansados…». La estatua de la Libertad es apenas un souvenir de Nueva York venido a menos.
Casi 14 000 haitianos concentrados bajo el puente en Del Río, Texas. Foto: AP