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¿Cómo llevar a EE. UU. a la era Biden?

La organización del Gobierno del recién estrenado presidente prima ahora en los aconteceres políticos de Washington D.C., todavía bajo la conmoción de los sucesos del 6 de enero, que pusieron en jaque a la «democracia» estadounidense, y un juicio político pendiente al exmandatario Donald Trump

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

EL Senado de Estados Unidos comenzó, justo un día antes de la inauguración presidencial de Joseph Biden, las audiencias de confirmación de los propuestos como miembros de su gabinete de Gobierno, una tarea esencial para el funcionamiento de la nueva administración y para calzar puntos sobre las políticas que pondrán en práctica en los cuatro años por delante.

De antemano, en medios de prensa, artículos de opinión y en las redes sociales, no pocos se habían pronunciado a favor o en contra de uno u otro de los nominados, y las decisiones del Senado serán las noticias que probablemente prevalezcan en Estados Unidos, aunque también el proceso de impeachment del desacreditado mandatario saliente, Donald Trump, quien sigue dando guerra, y será juzgado el 8 de febrero por el Senado, y la importante decisión sobre un paquete de alivio por la pandemia del coronavirus por 1,9 mil millones de dólares.

 Al equipo se le llama ya el más diverso y reflejo de la sociedad en la historia estadounidense por su composición étnica y de género, negros, mujeres, latinos, homosexuales. Pero más que esas características externas, la indagación puntual es qué han hecho, qué piensan, cuál puede ser su actuación en las nuevas funciones.

Muchos han trabajado juntos antes, por tanto son un verdadero  equipo, con antecedentes en la administración de Barack Obama, y por eso algunos llaman a este mandato de Biden el tercero de Obama.

 Cinco de los nominados por el 46 Presidente de Estados Unidos acudieron de primeros a las audiencias de los paneles de un Senado que terminó bajo control demócrata al repartirse los cien escaños en 50 y 50, pero bajo la presidencia de Kamala Harris, la vicepresidenta, cuyo voto determina en cualquier posible empate, según las normas constitucionales.

 Avril Haines, como directora de Inteligencia Nacional, lleva de aval su capacidad para el cargo que sirvió como subdirectora de la CIA y luego asesora adjunta de Seguridad Nacional bajo Obama; pero se enfrenta al escepticismo de la izquierda por su participación pasada en la administración Obama, codificando reglas y procedimientos para atacar a presuntos terroristas con drones, y su papel en la redacción de documentos de la CIA sobre tortura, anulando una recomendación de inspector general para disciplinar a los oficiales que habían participado en esas prácticas.

 El general Lloyd Austin, nominado para la secretaría de Defensa y de quien se dice que tiene una fuerte preferencia por la diplomacia sobre la fuerza militar, sería el primer militar negro en ocupar un cargo para el que el Congreso también tuvo que darle permiso especial porque en Estados Unidos regularon que debía ser un civil o un uniformado con al menos siete años de retiro del servicio.

 Algunas informaciones afirman que se opuso firmemente al respaldo de Estados Unidos para la intervención saudita en Yemen, donde el Comando Central de Estados Unidos había cooperado con los hutíes para luchar contra al-Qaida en la península arábiga. Biden conoce a Austin desde hace diez años en Irak, donde el  general era el jefe de las fuerzas de intervención estadounidenses.

Austin es también un funcionario «atrapado» en el revolving door, pues tras retirarse del servicio activo, se incorporó a las juntas directivas de Raytheon Technologies, uno de los mayores contratistas del Pentágono; de Nucor, el mayor productor de acero en Estados Unidos y de la aseguradora médica Tenet.

 Haines, con 84 a favor y diez en contra, y Austin, por 93 a 2, son los únicos que amanecen confirmados este domingo.

Los senadores examinan también a Janet Yellen, designada para el Tesoro; a Alejandro Mayorkas, para Seguridad Nacional (DHS); y a Anthony Blinken, para el Departamento de Estado. Y ni fue fácil la aprobación de Austin y Heines, mucho menos el examen de los otros tres.

 La trifulca entre demócratas y republicanos arrancó bien temprano cuando el senador por Missouri, Josh Hawley, anunció que retendría la confirmación de Mayorkas —quien es de origen cubano—, un cargo fundamental para proteger la seguridad nacional del país, porque «el sr. Mayorkas no ha explicado adecuadamente cómo hará cumplir la ley federal y asegurará la frontera sur», dijo Hawley en un comunicado.

Por cierto, Hawley está acusado por su papel en el motín de los violentos pro-Trump que atacaron el Congreso, y se pide su cesación en el cuerpo legislativo por no haber respondido a su juramento de defender la nación. Hawley fue el primer senador en anunciar que votaría en contra de la certificación de los resultados electorales de 2020 y con ello el triunfo de Joe Biden. Hawley junto a Mike Lee de Utah fueron los dos que votaron contra Austin.

 También objetaría la designación de Avril Haines, el senador republicano por Florida Marco Rubio, quien justificó su ausencia a la inauguración de Biden, justamente porque trabajaba en los argumentos para la retención de ese nombramiento, pero no se salió con la suya y, por demás, él mismo deja de ser el presidente actuante del Comité de Inteligencia, que pasará a manos demócratas.

 En un esfuerzo temprano para mantener el Partido Republicano o GoP en condiciones de paralizar la agenda del presidente Joe Biden, el líder de la ahora minoría del Senado, Mitch McConnell, amenaza con bloquear una resolución de organización que mantendría 60 votos para cualquier aprobación. Pero ahora el líder de la mayoría de esa Cámara alta es el demócrata por Nueva York, Charles Schumer. Sencillamente, se ha virado la tortilla.

 Quizá uno de los más discutidos sea el nominado para secretario de Estado, Anthony Blinken, quien ha trabajado con Biden por más de dos décadas, fue su consejero de Política Exterior en el Senado y como asesor de Seguridad Nacional del vicepresidente en la administración Obama; es decir, de Biden, y luego secretario adjunto del Departamento de Estado en el segundo mandato. Se dice que es el anti-Pompeo, a favor del multilateralismo, pero también algunos comentarios desde la lzquierda estadounidense lo califican de «moderado» y advierten sobre sus consejos bélicos, incluidos la desastrosa intervención militar de 2011 en Libia.

 Janet Yellen, primera mujer en el cargo, fue entre 2004 y 2010 presidenta del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, pasó ese mismo año a la vicepresidencia de la Reserva Federal del país, y en 2014 asumió la presidencia de la Reserva Federal a propuesta del presidente Barack Obama.

Según la publicación The Conversation, se le califica de «paloma», que en la jerga monetaria significa una mayor preocupación por combatir el desempleo que por contener la inflación. Fue despedida por Trump aun cuando durante su mandato el desempleo pasó del 6,7 por ciento al 4,1.

 Tiene frente a sí un reto contundente e inmediato: la recuperación de la economía golpeada seriamente por la crisis provocada por la pandemia.

 Biden y su equipo no han estado de brazos cruzados para llenar los cargos que harán posible que su administración trabaje, pero nos queda tiempo y nos falta espacio para analizarlos de una sola vez.

 Por ahora, es importante señalar que el presidente firmó de inmediato casi una veintena de órdenes ejecutivas para ir deshaciendo entuertos dejados por la administración Trump. Tiene el propósito de echar a andar su maquinaria con prontitud en medio de su principal adversario en este momento: la crisis sanitaria de la COVID-19.

 Ya recibe presiones por la vacunación. Son más de 328 millones y de ellos han enfermado 25 millones y medio, y fallecido cerca de 427 000. Cifras tan alarmantes como que un número nada despreciable de sus ciudadanos se niegan a vacunarse y en ello se incluye personal de la salud…

 Las complejidades estadounidenses no abandonan el campo. Revertir el legado trumpiano no es nada fácil y hay que ver cuáles realmente quiere o puede ejecutar Biden. Los tradicionales primeros cien días de pruebas dirán por dónde va el nuevo mandatario y con él, el país más poderoso del mundo, por ahora…

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