«Encuesta: ¡El 92 por ciento de los votantes republicanos cree que la elección estuvo amañada». Este es un tuit por iPhone de @realDonaldTrump. Lo publicó a las 11:54 p.m. del 15 de diciembre de 2020 y muestra que el presidente saliente no ceja en su empeño, no concede la victoria al demócrata Joe Biden, hasta parece mantenerlo sin poder dormir y, sobre todo, exhibe públicamente la irresponsable soberbia de un mal perdedor, además de que puede considerarse una incitación a sus fanáticos seguidores, cuando menos, a las protestas y a la desobediencia civil.
Los resquemores presidenciales llegaron con la declaración de Mitch McConnell, el líder republicano del Senado, quien luego de la certificación del Colegio Electoral de Joe Biden como ganador de las elecciones del 3 de noviembre pasado, dijo: «Nuestro país tiene oficialmente un presidente electo y una vicepresidenta electa. El Colegio Electoral ha hablado. Así que hoy quiero felicitar al presidente electo Joe Biden».
Trump compartió un informe de noticias sobre estas palabras de McConnell y escribió en un mensaje que lo acompañaba: «Mitch, 75,000,000 de VOTOS, un récord para un presidente en ejercicio (por mucho). Demasiado pronto para rendirse. El Partido Republicano finalmente debe aprender a luchar. ¡La gente está enojada!».
El primer y más enojado es él mismo y azuza a la gente, pues el senador republicano por Kentucky también instó a los legisladores de su partido a no oponerse a los resultados de las elecciones cuando se realice el 6 de enero próximo la sesión conjunta del Congreso para certificarlas y formalmente cumplir el último paso del reconocimiento a Biden.
El escozor trumpiano de sus días finales en la Casa Blanca se incrementa con las reacciones de reconocimiento de un número creciente de senadores republicanos, entre ellos Shelley Moore Capito, de Virginia Occidental, quien dijo: «Disfruté el discurso del senador McConnell»; el senador Ted Cruz (R-Texas) asintió con este tuit sobre Biden y Kamala Harris: «Los dos son chicos grandes. Pueden resolverlo», y el también texano John Cornyn, aunque a regañadientes, aceptaba: «No es divertido perder» pero «el hecho está bajo la Constitución, una vez que el Estado certifica a sus electores no hay más camino para que el Presidente revierta la elección… Creo que nuestras manos están atadas».
Dicho de otra manera, se hace evidente que los políticos profesionales del Grand Old Party, como se le nombra al Partido Republicano, quieren pasar la página y mirar hacia la siguiente contienda. Parece que no están dispuestos a repetir los vaivenes y mareos de la aventura de cuatro años con el magnate-presidente.