La ilegal presencia militar de Estados Unidos en el este y noreste de Siria, donde ampara el robo y venta de petróleo, recibió un inesperado golpe este miércoles cuando fuerzas locales hirieron a tres soldados norteamericanos en una emboscada.
En la propia acción también resultaron heridos cinco integrantes de las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) integradas por aliados kurdos residentes en la región, armados y entrenados por Washington que alienta sus pretensiones separatistas.
La confrontación ocurrió en las primeras horas de esta jornada cerca de la localidad de Ruwaishid en la zona rural de la provincia oriental siria de Deir al-Zour, según informó la oficial agencia noticiosa SANA.
La operación, ante la que medios castrenses de Estados Unidos guardaron silencio, cayó como un jarro de agua fría a la proclamada voluntad del Pentágono de mantener una reforzada presencia militar activa en el territorio sirio donde se encuentra la riqueza petrolera del país.
Myles Coggins, vocero de la llamada “Coalición Internacional” que Estados Unidos formó -sin pedido ni consentimiento de Damasco o de Naciones Unidas- para su presunta lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico (Daesh, en árabe), dijo que “actualmente, no hay un plan para la salida de esas fuerzas del noreste de Siria”.
Más aún, la ‘coalición’ estadounidense desplegó el martes baterías antimisiles Patriot cerca del yacimiento petrolero de Koniko, en Deir Ezzor.
Coggins afirmó en una entrevista con el portal Deir Ezzor 24, publicada este miércoles, que las tropas de la “Coalición” estadounidense se quedarán en Siria para lo que llamó “ayudar a los socios sirios a lograr la derrota perpetua de Daesh”.
En verdad, mediante su intervención ilegal, por órdenes expresas del presidente Donald Trump, Washington saquea flagrantemente los recursos petroleros sirios con el declarado fin de privar de esos vitales recursos al gobierno del presidene Bashar al-Asad.
Animado por su ambicionada reeleción presidencial, a finales del año pasado Trump comenzó a explotar el efecto electoral positivo de poner fin a las costosas “guerras eternas” para supuestamente llevar la democracia a otros países.
Luego dio por cumplida la misión antiterrorista de Estados Unidos en Siria y anunció una retirada escalonada, pero sus aliados más recalcitrantes en el Partido Republicano, ligados a la industria bélica, le aconsejaron limitar el repliegue.
A seguidas, en un brusco giro de su pregonada retirada, alegó con el mayor descaro que Siria debía pagar los costos de la guerra antiterrorista y que su gobierno se considera con derecho a explotar los pozos petroleros de la región fronteriza con Irak.
Al amparo de distracción creada por la propagación de la pandenmia de la Covid-19, Washington ha venido concentrando sus tropas y bases militares en el este y noreste de Siria, bajo el pretexto de “proteger” los pozos de crudo de los grupos terroristas.
Sin embargo, en las últimas semanas las tropas estadounidenses han tenido sus encontronazos con las fuerzas rusas que realizan patrullas diarias en dichas zonas a petición del Gobierno del presidente sirio, Bashar al-Asad.
Rusia ha respaldado en Naciones Unidas y otros foros internacionales el reclamo de Damasco de una retirada inmediata e incondicional de las tropas estadounidenses, cuya presencia considera ilegal.
La irrupción de grupos irregulares que comienzan a desangrar a las tropas norteamericanas, mediante tácticas guerrilleras, representa una seria amenaza para las ambiciones electorales de Trump, aunque el mandatario las silencie o les reste trascendencia.