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En Chicago, otro virus estadounidense impactó al menos en 50 personas

El fin de semana del Memorial Day o Día de los Caídos presenció un sinnúmero de tiroteos, un mal cotidiano exacerbado por la propia Constitución en su Segunda Enmienda que permite la posesión de más de 300 millones de armas en manos civiles, aunque la pandemia de coronavirus puede superar este ano tan dramáticos registros

Autor:

Juana Carrasco Martín

Las cifras solo abordan los sucesos en Chicago —la tercera ciudad más poblada  de Estados Unidos, después de Nueva York y Los Ángeles—, una urbe que se hizo famosa tanto por los Mártires de la clase obrera vilmente ejecutados cuando los trabajadores luchaban en las calles por la jornada de las ocho horas, como por la Matanza de San Valentín en la guerra entre los gánsteres que allí prosperaron.

Teniendo como base esos años veinte del pasado siglo, el índice de criminalidad en Chicago es mucho más alto que el promedio nacional, incluso se afirma que es más alto que Nueva York y Los Ángeles juntos​ y en este último fin de semana en que Estados Unidos conmemoró el Memorial Day, el día en que rinden homenaje a sus caídos en las guerras, se tornó sangriento en exceso.

Por lo menos 50 personas fueron baleadas entre el Día de los Caídos y a las siguientes 24 horas, incluida una niña de 5 años en un tiroteo en que otros dos menores, uno de 15 y otro de 16 fueron heridos en el vecindario de Fuller Park por disparos desde un auto de color oscuro.

La violencia es reina y aunque ese suceso no deja claro motivos y protagonistas, la policía lo vincula a las nuevas facciones gangsteriles. Dice la prensa local que los tiroteos ocurridos desde la zona Sur hasta los vecindarios del Noroeste de Chicago con un saldo hasta el momento de diez víctimas fatales y otras 40 heridas, dieron forma al Memorial Day más mortal en un lapso de cinco años, cuando prácticamente estrenaban un nuevo superintendente de la policía.

Casi todos los muertos y heridos eran gente muy joven: Darryl Greer, 28 años; Joseph Willis, 19…  Dion Neal de 37 años estaba sentado en el porche de su casa en el barrio South Shore y varias personas,  relata el Chicago Tribune, juntaban luego sus manos en una plegaria solicitando ayuda para parar la violencia en su ciudad y que se encontrara a los pistoleros;  pero cuando oficiales de la ley abandonaron la escena, una mujer recogió a un niño pequeño y dijo: «Está aterrorizado por la policía».

En esa lista de occisos de fin de semana de celebración estuvo Derrick Mitchell, de 35 años, también un tiroteo de causa desconocida, como el homicidio de Martell White, 33 años de edad. Tampoco hubo arrestos…

Pero esa violencia se diluye, por ahora, en los dígitos del nuevo coronavirus que en Chicago ha contagiado a 63 690 personas y 2 889 muertes, mientras en el estado de Illinois los números son 108 000 confirmados y 4 790 fallecidos por la Covid-19, aunque resulta que la pandemia está profundizando la división racial en las comunidades de Chicago, decía la cadena abc News, aunque la enfermedad sea ciega a los colores de la piel y al dinero en los bolsillos.

La información aseguraba que el virus está «desproporcionadamente matando más afroamericanos y latinos» en Chicago y «la atención médica inadecuada, el acceso a las pruebas y las condiciones de salud subyacentes son algunas de las explicaciones», agregue que de esas comunidades provienen los «trabajadores esenciales», todos en riesgo y expuestos al virus cuando otros pueden quedarse en casa.  Obligados al trabajo sin que existan las condiciones sanitarias que los resguarden, los enfermos acuden al médico cuando ya es demasiado tarde.

El canal televisivo recogía esta opinión: «COVID-19 no es el asesino de nuestra comunidad, la desigualdad lo es», dijo Tanya Lozano, Fundadora y presidenta ejecutiva de Healthy Hood Chicago en Pilsen. «Tenemos estas cinco enfermedades que son las enfermedades del corazón, la diabetes, el asma, el SIDA y el cáncer. Así que el virus de ahora, usted sabe, realmente nos ataca en otro nivel».

Atrapados entre dos fuegos, esas comunidades, las abandonadas también por la fortuna, engrosan las estadísticas de letalidad, donde parece que solo pueden alcanzar el «America First» que proclama el presidente Donald Trump.

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