Los más fuertes zarandeos que el Gobierno argentino le ha dado al país han estado en la economía, y de la economía llegan al ejecutivo las penas que antes padece —¡y duro!— la sociedad. Porque mientras a Cambiemos los golpes le duelen en sus aspiraciones políticas, la ciudadanía se los siente en los bolsillos… y en el estómago.
Cuando la campaña electoral con vistas a las presidenciales del 27 de octubre entran en una fase en la que se prohíben las movilizaciones y los actos públicos «susceptibles de promover la captación del sufragio», son los números —y los sustos— de esa economía los que hacen proselitismo silencioso contra Mauricio Macri y sus deseos de reelección.
Medidas que el ejecutivo de Cambiemos jamás habría tomado, tales como el llamado default selectivo —se reajustó el pago a algunos acreedores de la enorme deuda contraída por Macri solito—, o la imposición del control cambiario para evitar la fuga de moneda dura, no han logrado que se recompongan las reservas internacionales, que el martes volvieron a descender, ahora en 216 millones de dólares, para un retroceso acumulado en una semana de 452 millones, dijo Página 12.
A ese movimiento en negativo se achaca que tampoco el peso argentino se recomponga, y haya marcado de nuevo, ahora, una equivalencia superior a 60 por un billete verde.
Así de negro es el impacto en la gente, que ve descender su poder adquisitivo si es que no ha perdido el salario a causa de los despidos, debido a que la inflación registró en agosto un incremento del 30 por ciento: un mes duro comparado con los 11 anteriores, pues en el año, ese índice registró una subida total de 54 puntos porcentuales.
Tampoco resultan ni pueden sostenerse las medidas que como paliativo de urgencia implantó el ejecutivo tras la derrota en las PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias). Algunas acaban de ser derogadas por el Tribunal Supremo, decisión que también irá sobre las espaldas del consumidor.
En ese caso están la decretada reducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y la reducción del Impuesto a las Ganancias, que han sido echadas atrás por la Corte en atención a una demanda de los Gobiernos provinciales, quejosos de que dichos cortes, adoptados de forma inconsulta por el Presidente, disminuyen sus presupuestos locales y les impide cumplir sus obligaciones territoriales.
Mientras, los datos oficiales sobre cómo viven las personas, lógicamente, empeoran. Según comunicó este miércoles el oficial Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) la pobreza ha subido al 35,4 por ciento; la indigencia, al 7,7 por ciento, y se cuenta un total de cinco millones de nuevos pobres en el país, con la agravante de que quienes más padecen esa condición son los niños, los que representan un 52,6 por ciento en la crecida masa de desposeídos.
Lamentablemente, lo noticiable de una ejecutoria que hasta las PASO se desarrolló sin pensar en los ciudadanos, no es este incremento de la depauperación social, pues ella constituye una escena ya vista como resultado de igual desempeño neoliberal, entre fines de 1990 y 2003 (y tampoco era posible que Mauricio Macri transformara el panorama argentino en pocas semanas).
Lo ruidoso es que el lienzo dejado por el ajuste argentino empeore a menos de un mes de que abran las urnas, y muchos apuesten a que el electorado también «ajustará» sus cuentas.