Donald Trump prohíbe, prohíbe y prohíbe. Las disposiciones y regulaciones que entran en vigor este jueves apuntan a limitar aún más los viajes de sus ciudadanos a Cuba—violando un derecho constitucional de los estadounidenses— y la emprenden contra 179 entidades de la Isla, con lo que obstaculizan el comercio, los negocios y las posibles inversiones. En definitiva dañan a la economía cubana y afectan también sus negocios.
Este capítulo de las sanciones —una de las armas preferidas del nuevo administrador del imperio junto a su artillería de Twitter y el uso de la fuerza militar en algunas regiones— son la implementación de las medidas que anunció y firmó en Miami el pasado 16 de junio bajo el nombre de Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba.
Además de ser contraproducentes, lesionan a quienes claman que quieren «ayudar» y, como dijo una declaración de rechazo de la organización estadounidense Engage Cuba, «la administración Trump ha demostrado una vez más su enfoque hipócrita de los derechos humanos».
Veda La Habana Vieja y las más hermosas playas y paisajes, unos 80 hoteles en toda la Isla, tiendas y servicios fotográficos, por citar algo de la lista que, advierten, puede aumentar. Es más, Trump y un par de politiqueros anticubanos no quieren que su pueblo disfrute un refrescante Cuba Libre hecho con ron Varadero y Tropicola. Se lo pierden. Nosotros, aquí estamos.