Las elecciones presidenciales de Estados Unidos se van calentando cuando los dos partidos claves están a pocos días de las Convenciones Nacionales que oficializarán a los candidatos Donald Trump, por el republicano, y a Hillary Clinton, por los demócratas, al tiempo que se abren o cierran listas sobre los posibles compañeros de boleta como vices.
En lo que va de semana los medios se llenan de noticias, unas ciertas y otras puras especulaciones, los avales y endorses políticos van definiendo posiciones y hasta de seguro ya comienzan las apuestas de dinero, como dicta lo habitual. Por supuesto, los donativos a uno y otro bando van componiendo cifras millonarias que dicen mucho de lo que pesan en la democracia estadounidense.
«Hillary Clinton está perdiendo terreno en los Estados donde pelea cabeza a cabeza con Donald Trump, de cara a las presidenciales de noviembre próximo, de acuerdo con un sondeo de opinión que dio a conocer Quinnipac», dice un despacho de ANSA.
El asunto es serio, porque se habla de tres estados péndulos o bisagra, con fuerte número de votos electorales que pueden decidir el 8 de noviembre, los cuales están inclinándose por el magnate inmobiliario, a quien no pocos tienen en la mirilla. Trump lidera en Florida con el 42 por ciento sobre la ex Secretaria de Estado —con el 39 por ciento—; también en Pensilvania los números están a favor del candidato republicano: 43 a 41, y prácticamente hay empate con el 41 por ciento en Ohio, otro de los estados gigantes.
De ser ajustadas esas encuestas, ponen en duda la ventaja que tendría el Partido Demócrata —que también en esta semana logró una importante «unidad» cuando en New Hampshire se reunieron en un mitin Hillary Clinton y su hasta ese momento rival Bernie Sanders y este le dio apoyo total para poder derrotar a Trump.
El problema estriba en si la decisión del senador por Vermont —que se autotitula «socialista democrático» y logró salir victorioso en una veintena de primarias o caucus en la etapa preliminar de la disputa, apelando a temas bien populares desde una visión anti establishment y contra Wall Street—, logrará que quienes le siguieron por esas posiciones progresistas y de izquierda, acepten a una Clinton que siempre ha servido a los poderosos.
Recién hace unos días Bernie Sanders publicó un artículo titulado Los demócratas deben despertar en el que decía: «Durante mi campaña por la nominación presidencial demócrata visité 46 Estados. Lo que vi y escuché en demasiadas ocasiones fueron dolorosas realidades que el establishment político y mediático ni siquiera reconoce»
Agregaba Sanders: «Casi 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Un estimado de 28 millones no tiene seguro médico, mientras muchos otros disponen de seguros insuficientes. Millones de personas se debaten contra intolerables niveles de deuda estudiantil. Tal vez por primera vez en la historia moderna, nuestras generaciones jóvenes tendrán muy probablemente un nivel de vida inferior al de sus padres. Puede ser alarmante, pero millones de estadounidenses de baja formación profesional tendrán una esperanza de vida más corta que la generación precedente y sucumben a la desesperanza, las drogas y el alcohol.
«Mientras tanto, en nuestro país la décima parte más rica del 1 por ciento más rico, posee tanta riqueza como el 90 por ciento más modesto. El 58 por ciento de todos los nuevos ingresos va al 1 por ciento más rico. Wall Street y los mil millonarios, a través de sus “super PACs”, pueden comprar las elecciones».
¿Ahora qué? Se preguntan no pocos. El aval de Bernie Sanders al cambiar el lema de «Un futuro para creer» por el de «Luchando por nosotros», que llevó la Clinton sin saberse a ciencia cierta quién es «nosotros», se ha transformado en «Más fuertes juntos». ¿Será así realmente?
Al parecer, la Plataforma del Partido Demócrata no llevará a Filadelfia mucho de los cuestionamientos de los seguidores del senador y tampoco este será el compañero de fórmula porque la cúpula partidista prefiere a alguien no tan «socialista», aunque ello signifique perder votos.
En el lado republicano, se afirma que Paul Ryan, influyente líder de la agrupación y presidente de la Cámara de Representantes, está urgiendo a Donald Trump para que elija a un vice presidenciable «conservador», acaso más que el impredecible y polémico multimillonario, que a fuerza de posiciones extremas e intolerantes logró un triunfo en cascada en las primarias y dejó en el campo a políticos «expertos» y con el favor de las élites. Con ello demostró algo también sabido, Estados Unidos es un país polarizado, lleno de fuertes contradicciones, en deterioro político y social, aunque continúe siendo la primera economía mundial y el más poderoso imperio militar.
Precisamente eso quiere Trump y así obtuvo tamaño apoyo «America first» (Estados Unidos primero), esa ha sido su consigna de guerra y con ella va a la batalla la próxima semana en Cleveland, a la Convención Republicana.
Todavía hay mucha tela por donde cortar de aquí a noviembre y las fichas se irán moviendo, lo sabemos bien, al compás del dinero, de las campañas mediáticas, de sacar a la luz cualquier trapo no muy bien lavado o defecto del contendiente. Lo demás no importa.