La ayuda militar que Estados Unidos proporciona a Israel genera una ola de dolor y muerte sobre Gaza. Autor: Ilustración: Vladimir Fernández Publicado: 21/09/2017 | 05:53 pm
No se quién es el autor, y fue publicado en noviembre de 2012. Se trata de Tristes Estrofas Elípticas del Medio Oriente, y una de ellas dice:
«Masacran a Gaza, gasa que venda, venda su vida, vida no vale, vale luchar, luchar en contra, contra los asesinos, asesinos que masacran a Gaza…»
La elipse de muerte la engendran dos poderes malignos: Estados Unidos e Israel.
El viernes 1ro. de agosto, cuando llegaban a 25 los días de los feroces bombardeos de Israel sobre la Franja de Gaza y eran ya más de 1 600 los muertos palestinos y más de 8 200 los heridos, el Senado de Estados Unidos aprobó —por unanimidad— 225 millones de dólares adicionales para abastecer el escudo antimisiles Iron Dome (Cúpula de Hierro).
El senador John McCain, uno de los halcones republicanos, explicaba: «Estamos con los israelíes, porque si no tienen el “Cúpula de Hierro” no pueden defenderse», y su colega Lindsey Graham argumentaba: «Se están quedando sin misiles para el “Cúpula de Hierro” para poder protegerse. Estamos con vosotros. Aquí están los misiles». Fácilmente, la Cámara de Representantes aprobará la suma.
Y es que Estados Unidos es el más fuerte y estrecho socio del régimen de Tel Aviv, por lo que sus aparentes objeciones en cuanto a ciertos blancos, como alguna escuela llena de refugiados, son consideradas pura hipocresía. Buena parte del armamento israelí y la tecnología que posee, los aviones F-16 que no cesan sus vuelos de la muerte, y las municiones que están sustituyendo a los proyectiles ya lanzados sobre Gaza, son Made in USA.
Hablamos de aviones de combate y para la guerra electrónica, helicópteros de cualquier uso bélico, drones, misiles Patriot, Hawk y Arrow, bombas cluster, lanzagranadas, morteros, GBU de pequeño diámetro, misiles aire-aire, tierra-aire, aire-tierra, lanzadores múltiples de misiles, cañones autopropulsados Howitzer, tanques y vehículos blindados de combate y de transporte y muchos más.
La logística se suministra a través del llamado Inventario de Reservas de Munición de Guerra de Israel, donde el Estado sionista encuentra la necesaria provisión para lanzagranadas y piezas de mortero de 120 milímetros, que también están siendo reabastecidos ahora.
Cuando apenas habían transcurrido ocho días de la Operación Margen Protector, ya los médicos del hospital Al-Shifa habían denunciado que Israel estaba utilizando contra los civiles palestinos armas experimentales y algunas de uso prohibido por las convenciones internacionales.
Se mencionan insistentemente los proyectiles Dime (Dense inert metal explosives o explosivos de metal denso inerte), una munición desarrollada por la Fuerza Aérea de Estados Unidos en 2006, y otras que el personal médico extranjero que presta servicio humanitario en Gaza admite no conocer y estar sorprendidos por sus efectos. Con razón se afirma que Israel ha convertido a los gazatíes en sus cobayos de laboratorio.
Las bombas Dime contienen tungsteno, un metal cancerígeno que produce increíbles laceraciones entre la piel, la carne y el hueso y con frecuencia desmiembra las piernas de las víctimas en el radio de la explosión. Se les considera también «munición de letalidad focal» porque hace daño masivo en un área pequeña, perfectamente localizada.
Entre los especialistas que hacían tal denuncia desde Gaza están los renombrados médicos noruegos Mads Gilbert y Erik Fosse, quienes ya conocían esas heridas rebanadoras de las bombas Dime desde la agresión de 2009 y la Operación Lluvia de Verano de 2006.
El médico egipcio Ahmed Almi, cardiólogo consultante en el hospital Al-Nasser en Khan Younis, asegura que ha visto pacientes con heridas inexplicables, como la de un muchacho de 14 años con una pequeña herida como hecha por un punzón en la cabeza, pero con daños extensivos en su cerebro que hicieron imposible salvarle la vida. El profesor sudanés Mohammed Sayed Kalifa, también cardiólogo consultante, menciona sangramientos incontrolables en pacientes con heridas menores: «Algo estaba interfiriendo en el proceso de coagulación. Nunca he visto algo así antes», explicaba.
Gilbert hizo su diagnóstico y recetó: «Como médico, mi receta es muy clara: Número uno, pare el bombardeo indiscriminado, cese de golpear a familias; número dos, debe levantar el sitio; número tres, encontrar una solución política» a lo que añadía: «En el corazón de la solución política está la equidad y la justicia para el pueblo palestino, que sea tratado en igualdad como otros seres humanos protegidos por las leyes internacionales, con la seguridad de la ONU, con dignidad y el derecho a vivir en paz».
Sin embargo, la complicidad de Washington con Tel Aviv es obvia y son cínicos sus llamados a una tregua que no soluciona verdaderamente el conflicto. Ambos tienen las manos manchadas de sangre inocente y de quienes tienen todo el derecho a luchar por su tierra, su independencia y libertad.
Es urgentemente necesario romper esa elipse de muerte.