El reclamo es de ¡justicia!. Autor: www.antiterroristas.cu Publicado: 21/09/2017 | 05:39 pm
“que la memoria nunca muera,
que el olvido nunca llegue”…(*)
Corre el año 1980 y es 11 de septiembre, por Queen Boulevard de Nueva York circula un carro de la Misión de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas. Al volante va Félix García Rodríguez, un joven diplomático, que había sido periodista en Juventud Rebelde, y desde 1977 había pasado a trabajar en servicio exterior. Es alto, quizá un poco pasado de peso —solo un poco—, y posee esa simpatía a lo cubano que le abría amistades.
Va camino hacia Manhattan, el centro de la Gran Manzana, donde se ubica la Embajada, cuando a la altura de la calle 55, justo cuando sale del semáforo, se le aparea otro carro, y viene con la muerte. Los disparos provienen de una ametralladora MAC 10 que, luego se sabrá, empuñaba Pedro Remón Rodríguez, uno de los sicarios del grupo terrorista Omega-7. Arma y asesino que ya habían dado muerte, el 25 de noviembre de 1979, a Eulalio José Negrín, emigrante cubano que favorecía el diálogo con Cuba.
Félix es impactado en el cuello por uno de los proyectiles, su auto se estrella contra otro vehículo, y los verdugos completan el crimen, se acercan y le dan un segundo tiro en la cabeza.
Eran años de muy estrechos vínculos de la contrarrevolución anticubana con la CIA y el FBI, y la impunidad reinaba. Con total desvergüenza y tranquilidad, Omega-7 se responsabiliza con el atentado mediante una llamada a la agencia noticiosa UPI y promete nuevas operaciones terroristas. «Los vamos a seguir ejecutando», aseguran sin tapujo.
Ese día, según aparecía en los archivos de la policía de Nueva York, un carro alquilado por Eduardo Arocena, sospechoso de dirigir Omega 7, y por Remón había recibido una multa frente a la misión cubana ante la ONU.
Pedro Remón Rodríguez también ha sido sindicado como el asesino de Carlos Muñiz Varela, cubano residente en Puerto Rico que fomentaba los viajes a Cuba, y su nombre volvió a resurgir junto con los de Gaspar Jiménez Escobedo y Guillermo Novo Sampoll, como cómplices de Luis Posada Carriles en el frustrado atentado de Panamá en que habían organizado la voladura del Paraninfo de la Universidad donde Fidel hablaría a estudiantes, profesores y pueblo de la nación istmeña.
El vil asesinato de Félix, a quienes cariñosamente sus contemporáneos llamábamos Pechuga, fue uno entre las 681 acciones terroristas registradas contra Cuba y su pueblo, y que han segado, a lo largo de decenas de años, la vida de 3 478 niños, mujeres y hombres, y han dejado físicamente discapacitados a otros 2 099 cubanos.
Las acciones terroristas de ese mercenarismo acompañan la permanente agresión de Estados Unidos contra Cuba y su Revolución, una operación que incluye junto al bloqueo económico, comercial y financiero, desde la derrotada invasión de Girón hasta los sabotajes con explosivos a instalaciones productivas, turísticas y escolares, además de las agresiones biológicas y los intentos de asesinato de los principales líderes del país.
Han pasado 33 años de la muerte de Félix y sus asesinos andan sueltos, y Washington sigue financiando planes y acciones encubiertas para incitar «un cambio de régimen» en Cuba. La administración de turno, la de Barack Obama, destinó con ese propósito, 40 millones de dólares para los años fiscales 2010 y 2011.
La repulsiva historia de las organizaciones terroristas anticubanas es larga y ha resultado muy costosa y dolorosa para Cuba y su pueblo que no ceja en exigir justicia.
* Carlos Venega, cantautor chileno.