Luis Posada Carriles y Arturo Hernández en El Paso, Texas. Autor: EFE Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
Marzo 10, de 2011. El Paso, TX.— Entró despacio a la sala judicial, con cierta tristeza en sus ojos. Trajo los achaques de la vida encima de sus hombros encorvados, como si cargara un peso enorme. Pero la fiscalía no tuvo que obligar a Tony Álvarez a que viniera a El Paso a brindar testimonio. Lo ofreció por su propia voluntad, igual que lo había hecho hace 15 años cuando le avisó a la inteligencia guatemalteca y al FBI que Luis Posada Carriles estaba involucrado en una conspiración terrorista contra ciertas instalaciones turísticas en Cuba.
Hoy Tony Álvarez dejó establecido que, escasos días antes del asesinato de Fabio Di Celmo en La Habana en 1997, Luis Posada Carriles estaba conspirando para enviar materiales explosivos a Cuba desde Guatemala.
Los parámetros del testimonio
La Jueza Kathleen Cardone dictaminó ayer que el jurado no podrá enterarse de un fax comprometedor de Posada Carriles que interceptó el testigo. «No contiene suficiente características para satisfacer las reglas de evidencia», dijo escuetamente la jueza.
Esta mañana, el fiscal Jerome Teresinski le informó a la jueza: «Su Señoría, le hemos dicho al testigo que no está permitido que hable del fax». Así quedaron establecidos desde antemano los limitantes legales del testimonio de Tony Álvarez. Lo que no puede contarle al jurado.
Las primeras preguntas fueron fáciles. Solo intentaron ubicar al testigo en la fecha de agosto de 1997, cuando él estaba en Guatemala. Pero cuando Teresinski se acercó al meollo del caso, el interrogatorio se puso delicado.
Quiso interrogar al testigo sobre el contenido del fax y de lo que su secretaria le contó que habían estado tramando últimamente Posada Carriles, Pepe Álvarez y José Burgos, pero la jueza le había prohibido al testigo hablar del fax. Solamente le permitían decir lo que él hubiera visto con sus propios ojos. No lo que haya escuchado a los demás decir. Difícil tarea.
«¿Cuándo usted regresó de mi viaje, vio a su secretaria?», le preguntó Teresinski. «Sí», dijo Álvarez sin saber muy bien hasta donde podía ir con sus respuestas. «¿Cómo interpretó usted el comportamiento que ella le demostró?», interrogó. «La vi preocupada», respondió el testigo. «¿Le dio su secretaria alguna información que no estaba relacionada con la empresa?», preguntó el fiscal.
Ahí protestó el abogado defensor. «Esa pregunta no es apropiada, Su Señoría. El fiscal está inapropiadamente guiando el testimonio». «No guíe el testimonio, Señor Teresinski», exhortó la jueza al fiscal.
Teresinski rectificó e hizo su pregunta de diferente manera, «¿Qué hizo usted después de hablar con su secretaria?» «Hablé con alguien en el gobierno guatemalteco», respondió Tony Álvarez. «¿Por qué?», indagó el fiscal.
El testigo titubeó y respondió vacilando, «Algunas actividades sospechosas que no tenían que ver con mi empresa». «¿Qué más hizo usted?», preguntó. «Le escribí una carta al hizo del Presidente Arzú», respondió el testigo. «¿Compartió la carta con alguien más?», inquirió Teresinski. «Así es. Con el Miami Herald y el New York Times», dijo el testigo. «Seguí la sugerencia de Diego Arzú, el hijo del presidente, y hablé con la inteligencia presidencial».
Quizás Tony Álvarez no lo sabe, pero Luis Posada Carriles estuvo trabajando con la inteligencia presidencial durante el gobierno de Vinicio Cerezo Arévalo a finales de los 80 en Guatemala. La época del Presidente Arzú era otra, pero muchos de los funcionarios seguían siendo los mismos. No en balde la denuncia de Tony Álvarez contra Posada Carriles no prosperó en Guatemala.
Hearsay
El fiscal Teresinski tropezó con el impedimento legal estadounidense llamado hearsay, cuando trató de poner en evidencia el contenido de la denuncia que redactó Tony Álvarez.
Hearsay es una declaración que un testigo ha escuchado de otra persona. Las reglas del litigio prohíben que el testigo repita en corte, como si fueran ciertas, las declaraciones de terceras personas. Hay excepciones, pero esa es la regla. La jurisprudencia estadounidense desestima el hearsay como mero rumor.
Teresinski le preguntó al testigo, «¿Recuerda usted el contenido de la carta?» El abogado Hernández inmediatamente protestó: «¡Hearsay!», y la jueza impidió que el testigo contara del contenido, aunque le permitió decir que lo recordaba.
«¿Recuerda usted lo que le dijo Posada Carriles a Pepe Álvarez en su oficina…?» «¡Hearsay!», volvió a protestar el abogado defensor, y volvió la jueza a reprimir la respuesta.
Frustrado por el corsé legalista, Teresinski sacó la copia de la carta que Tony Álvarez había redactado para el hijo del Presidente Arzú y se la enseñó al testigo —aunque no al jurado. Le pidió al testigo que la leyera. Al terminar su lectura, solicitó que virara la carta al revés en el escritorio.
«Sin mirar ahora a la carta, ¿puede usted recordar que conversaciones dice la carta que usted escuchó?», le preguntó Teresinski.
El chicano en la tribuna del jurado miró perplejo hacia su izquierda al afroestadounidense, quien también parecía desorientado. Era evidente que no entendían lo que estaba tratando de preguntar el fiscal, ni tampoco lo que quería el testigo decir. Se preguntarían: ¿pero qué tiene que ver la secretaria con todo esto? ¿Qué actividades sospechosas? ¿Por qué no las cuenta? ¿A qué funcionario del gobierno guatemalteco fue a ver Tony Álvarez? ¿Qué le contó al funcionario y qué le respondió aquel? ¿Por qué no podemos leer la carta? ¿No sería mejor que el testigo leyera la carta en vez de tratar de recordar su contenido?
El jurado no lo sabe, pero —antes de que comenzara la tanda judicial esta mañana— la Jueza Cardone había dictaminado que prohibía que la fiscalía mostrara la carta. «Partes de la carta se pueden contar, pero las otras partes son hearsay», había dicho la jueza. «¿Qué hizo usted después de haber escrito la carta?», preguntó Teresinski.
Era muy difícil ver a Tony Álvarez en el estrado, porque es un hombre muy pequeño y la pantalla del monitor le tapaba la cara. La gorda de la primera fila de la tribuna del jurado le señaló con sus manos al fiscal que le bajaran la pantalla que ocultaba al testigo. Teresinski le llamó la atención al secretario de la corte, quien se le acercó al testigo para acomodar la pantalla de tal manera que por primera vez el jurado pudo observar los gestos del declarante.
Las cosas que escuchó el testigo
«Instalé un intercomunicador subrepticio entre la oficina de Pepe Álvarez y la mía», declaró el testigo. «Así fue que escuché a Posada Carriles hablar de dinero».
Después de una conversación privada en sidebar entre el fiscal y el abogado defensor, la Jueza Cardone dictaminó que el testigo puede contar sobre las cosas que él escuchó a Posada Carriles, Pepe Álvarez y José Burgos decir. «Son parte de la misma conspiración», dijo la jueza, «y por eso sus declaraciones son evidencia y están exentas de las limitaciones excluyentes de hearsay».
Ahora sí. Al fin pudo contar Tony Álvarez algo sustancioso sobre el caso.
«¿Cómo supo usted que la voz que escuchó a través del intercomunicador era la de Posada Carriles?», le preguntó Teresinski. El testigo respondió en seguida: «Porque él tiene una manera de hablar muy peculiar», refiriéndose al problema en el habla que tiene Posada Carriles desde que perdió parte de la lengua en un atentado que le hicieron en Guatemala en 1990.
La carta seguía prohibida como evidencia, pero la jueza permitió que el testigo la mirara «para refrescar su memoria». En una secuencia surrealista, Tony Álvarez miraba la carta, leía en voz bajita, escondía la carta, y entonces declaraba sin mirar la carta nuevamente. Y así varias veces.
De esa manera, Tony Álvarez le contó al jurado que escuchó a Posada Carriles, Pepe Álvarez y José Burgos conversar sobre la mejor manera de enviar materiales explosivos a Cuba. «El acusado dijo que conocía a alguien en Aviateca (la compañía aérea guatemalteca), quien pudiera ayudar a colar los explosiones en Cuba», declaró el testigo.
Tony Álvarez declaró que encontró, en su oficina, varios artefactos para construir bombas: calculadoras, embudos, tubos plásticos que decía «industrias militares mexicanas, C-4, explosivos peligrosos». Y añadió: «Los saqué fuera de la ciudad y los enterré, por temor a los residuos de los explosivos».
El contra interrogatorio
El contra-interrogatorio del abogado de Posada Carriles fue típico del estilo del abogado defensor, Arturo Hernández. Un estilo que pudiéramos bautizar jernandeciano.
«¿Ya habían comenzado las ejecuciones en la Cabaña, cuando usted estaba en el ejército comunista?», disparó Hernández. «Sí», respondió el testigo —sin saber las preguntas que le esperaban. «¿500 a la semana?», fulminó. «No lo creo», dijo Tony Álvarez. «¿5 000 en total»? arrojó el abogado miamense. «No lo creo», repitió el testigo.
Hernández remató su línea de ataque contra el testigo con: «¿No es cierto que la Cuba comunista enjuicia al acusado por la mañana y lo ejecuta por la tarde?»
El fiscal protestó por la pregunta, y la jueza se acordó que de vez en cuando debería controlar al abogado de Miami. Le dijo que su pregunta era inapropiada. «Move on», le ordenó. Que cambie el tema.
Sin pruebas, Hernández insinuó que Tony Álvarez es un narcotraficante que también acostumbraba a lavarle el dinero al cartel de Pablo Escobar, quien el abogado equivocadamente llamó varias veces Pedro Escobar.
El interrogatorio jernandeciano continuó con unas acusaciones al testigo que éste tenía un laboratorio para hacer bombas en Guatemala, y que él había sido el que quería introducir los materiales explosivos en Cuba. Pero el colmo fue la manera en que abogado se metió con la relación que mantiene el testigo con su mujer.
«Vamos a ver, Sr. Álvarez, ¿cuántas esposas ha tenido usted?» Sin esperar la respuesta, Hernández le preguntó, «¿Con quién estaba casado usted en el 97?» «Con Ana», dijo Tony Álvarez. Las dos últimas parejas del testigo se llaman Ana. «¿Estaba Ana con usted en Guatemala»?, interrogó. «No, estábamos separados por unos años. Ella nunca quiso que me divorciara. Sigo casado con ella», respondió el testigo.
Y aquí viene la acusación de inmoralidad que le lanzó sin piedad al testigo el abogado que representa a Luis Posada Carriles: «¿Entonces usted estaba viviendo con otra mujer, estando todavía casado con Ana»?
El empresario de 75 años sintió el zarpazo. Se le vio en la cara. Enrojeció de vergüenza y dolor. Trató de explicarle al jurado que es un hombre decente, pero no lo dejó el abogado. El interrogador es el que manda, puede atacar impunemente, y después esconderse. Así funciona el arte del contra-interrogatorio en los tribunales de los Estados Unidos.
Lágrimas
Cuando terminó Hernández de interrogar a Tony Álvarez, le tocó nuevamente el turno al fiscal. Este sabía que el testigo había querido explicar lo de su relación matrimonial y Teresinski le preguntó: «¿Cómo se llama su pareja»?
«Ana Graciela Bonilla», respondió el testigo tratando de controlar sus lágrimas. «La quiero mucho, tiene cáncer, le sacaron cuatro tumores hace poco». Con esas palabras se descontroló el hombre. Las lágrimas corrían como un aguacero, y con su voz entrecortada siguió explicando: «El cáncer ha hecho metástasis. Está muy enferma —muy muy malita, muy malita.»
Teresinski pidió un pequeño receso. La jueza al principio no quería. «Hace menos de una hora que tomamos un receso» le dijo al fiscal. Teresinski insistió y le dijo que el testigo lo necesitaba. «¿Usted necesita unos minutos para componerse?», le preguntó la Jueza Cardone al testigo. «Si usted fuera tan amable, unos pocos minutos me vendrían bien», le respondió aún llorando Tony Álvarez.
La jueza le concedió un receso de 10 minutos y el testigo volvió a hacer el largo recorrido desde el estrado hasta la puerta de la sala judicial.
La prueba inculpatoria
Tony Álvarez se compuso en el pasillo. Cogió fuerza y regresó para enfrentarse nuevamente a las preguntas. Terminó sus declaraciones afirmando: «Yo escuché a través del intercomunicador en agosto de 1997 la voz de Posada Carriles conversando con José Burgos y Pepe Álvarez. Lo escuché decir que conocía a un mecánico de Aviateca que podía ayudar a introducir materiales explosivos en Cuba».
Sin poder enseñarle al jurado el fax comprometedor de Posada Carriles o la carta que Tony Álvarez le envió al hijo del Presidente Arzú, la fiscalía logró establecerle al jurado que Luis Posada Carriles fue una pieza clave de una conspiración para introducir explosivos a Cuba, menos de una semana antes del asesinato de Fabio Di Celmo en el Hotel Copacabana de La Habana.
La memoria
A Tony Álvarez no le han dado el reconocimiento que merece. Machucado por los leñazos de la vida, vive de muy pocos recursos lejos de Cuba —en Carolina del Sur— con su mujer y su hijo. Después de haber salido del país en 1961, no ha regresado. Dice que es porque discrepa con la Revolución.
Sin embargo, no comulga con el terrorismo. Tuvo el coraje de arriesgar su vida para denunciar el vínculo de Posada Carriles en la cadena de explosiones en La Habana. El jurado no lo sabe, pero fue Tony Álvarez quien advirtió del plan para asesinar al Presidente Fidel Castro en la cumbre de la Isla Margarita de Venezuela en 1997.
Ante el tribunal federal, el abogado de Posada Carriles trató de difamarlo y desacreditar su reputación. Sin pruebas, lo acusó de terrorista, narcotraficante, ladrón y mujeriego. Álvarez respondió a todas las preguntas con altura.
Este 10 de marzo, aniversario del golpe militar de Fulgencio Batista, un modesto empresario cubano arriesgó su vida, fijó su mirada en la de Luis Posada Carriles ante un tribunal federal y dijo la verdad.