Foto: AP Desiree Ali-Fairoz reprochó a Condoleezza Rice, una de las cocineras intelectuales de las aventuras de George el Peligroso. «¡Tienes la sangre de millones de iraquíes en tus manos!», le espetó la pacifista, con las suyas pintadas de rojo, y fue detenida por la policía en la Cámara de Representantes. Una sola objeción, Desiree: No solo iraquíes. También afganos. Y libaneses y palestinos desterrados de la vida con la maldición de esta gélida señora. Si el sufrimiento de los supliciados también manchara las manos, un torrente de sangre procedente de la ilegal Base Naval de Guantánamo se las quebraría. Pero Condi permanece impasible. Ventaja de quienes se les ha esfumado el alma.