Los tres osos polares de la imagen examinan extrañados el casco de un submarino surgido de entre los hielos. Quizá no sea el primero que ven, pero de seguro deberán acostumbrarse a una presencia cada vez mayor de este y otro tipo de naves en el Polo Norte.
Hace poco más de una semana, tal vez los plantígrados pudieron observar los vehículos en que llegó el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, quien efectuó una visita de tres días a la zona.
Desde la remota localidad de Resolute Bay, el gobernante anunció la construcción de ocho patrulleras, encargadas de velar por la soberanía canadiense en el Ártico, así como la edificación allí de un centro de entrenamiento militar, y de un puerto de aguas profundas en Nanisivik, para reabastecer sus embarcaciones. «Canadá —dijo— se ha tomado su soberanía demasiado a la ligera por demasiado tiempo». Al parecer, para Ottawa llegó el tiempo de hacer valer lo que su himno nacional le recuerda: que «¡el fiel Norte, fuerte y libre!» le pertenece.
Mas, ¿por qué ahora es preciso remarcarlo?
La respuesta está en la misión científica que Rusia llevó a cabo 17 días atrás, cuando dos batiscafos descendieron 4 200 metros, hasta tocar el lecho marino en el mismo centro del Polo Norte. La tripulación tomó muestras de suelo, agua, flora y fauna, y plantó una bandera rusa de titanio.
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, visitó a los Rangers Árticos, una fuerza militar de su país, en el puerto de Nanisivik. Foto: Reuters
No era ese, sin embargo, el principal objetivo de la expedición, sino reunir elementos para probar que un sistema montañoso submarino —la cordillera Lomonósov— es la continuidad del territorio siberiano, lo que otorgaría a Moscú el derecho de reclamar para sí esa zona, en virtud de la Convención sobre el Derecho del Mar, de Naciones Unidas.La acción preocupó en Canadá. Su canciller, Peter MacKay, apuntó: «No estamos en el siglo XV. Uno no puede ir por el mundo colocando banderas y diciendo: “Este territorio es nuestro”».
Y bien, pensará alguien no avisado, ¿a qué tanto alboroto por un trozo de mar helado e intransitable? Quizá el argumento de que bajo el lecho marino se calcula que existen reservas de petróleo estimadas en 10 000 millones de toneladas, además de gas y minerales (con oro, níquel y diamantes en el menú), baste para aquietar la curiosidad.
Nadie se sorprenda, pues, de saber que ya algunos se están propinando leves codazos por la pertenencia de la región. Y no son solo Rusia y Canadá.
«¡La Cordillera Es Mía, Es Mía!»El Ártico es el área que circunda al Polo Norte, y abarca zonas de Rusia (Siberia), EE.UU. (Alaska), Canadá, Dinamarca (Groenlandia), y Noruega. También Islandia, Suecia y Finlandia se encuentran en la región, pero no tienen costas en el Océano Ártico, por lo que quedan fuera de cualquier competencia.
Como océano, este es el más pequeño de todos, y está cubierto por una banquisa, una capa de hielo flotante, de entre uno y cinco metros de espesor, a veces formada por bloques que vuelven a soldarse naturalmente. La Autoridad Internacional del Lecho Marino es hasta hoy la encargada de administrar el área, toda vez que no se ha probado que ninguna plataforma continental se extienda hasta allí, y por tanto, ningún país puede aún esgrimir derechos.
Según la Convención sobre el Derecho del Mar, en su artículo 76, un Estado puede reclamar una zona de 200 millas náuticas, y otras 150 millas en el lecho marino, efectuando la medición desde donde termina la plataforma continental. El artículo 77, además, refrenda que un país puede ejercer derechos de soberanía sobre esta «con el propósito de explorar y explotar sus recursos naturales».
¿Cuál es la manzana de la discordia aquí? La cordillera submarina Lomonósov, que pasa por el mismo centro del Polo y que se extiende a lo largo de 1 800 kilómetros entre las Nuevas Islas Siberianas y la isla canadiense de Ellesmere. Dicha cadena montañosa, con alturas de más de 3 000 metros sobre el fondo del mar, fue descubierta por los soviéticos en 1948 y bautizada así en honor de Mijaíl Lomonósov, el célebre científico ruso del siglo XVIII.
Quien se llevará el gato al agua es aquel que logre probar que dicho sistema es una prolongación de su plataforma continental. Es lo que intenta hacer Rusia con sus expediciones. De momento, Canadá no cuenta con los medios técnicos para acometer una aventura similar, y se contenta con anunciar que pondrá en órbita un sistema satelital para vigilar el Ártico; mientras que desde Dinamarca, cuya aspiración es que la Lomonósov esté conectada a Groenlandia —su inmenso territorio autónomo en América del Norte—, una misión de expertos zarpó el pasado domingo a bordo de un rompehielos para cartografiar el lecho marino.
Desde luego, resulta extraño hablar de posibles ganancias y que no aparezca ¡Estados Unidos! Sucede que Washington —cuyos submarinos atómicos pasean por el Ártico y suscitan las protestas de Canadá— no ratificó la Convención sobre el Derecho del Mar, por lo que no se plantea el asunto desde posibles mediciones de su plataforma continental. Por un lado, dice que esa es un área internacional. De hecho, el Departamento de Estado advirtió que «aunque se trata de un logro tecnológico significativo, la colocación de la bandera rusa (en el Polo) no tiene efecto legal».
Por otro, sin embargo, si de repartir hablamos, EE.UU. estaría dispuesto a considerar una división equitativa entre los cinco países ribereños. De cualquier modo, un reporte de BBC indica que, en mayo pasado, el senador republicano Richard Lugar pidió que EE.UU. se sumara a la Convención, para poder estar en la mesa de diálogo y plantar cara a la posición rusa.
Y no faltaba más: el 14 de agosto partió hacia Alaska el rompehielos estadounidense Healy, con 20 científicos a bordo y una misión: trazar un mapa del fondo marino.
Porque todos, al final, quieren su tajada...
Vía rápida, petróleo y... metanoEn ocasiones, una noticia puede ser buena o mala únicamente en dependencia de los intereses del receptor.
Los científicos rusos tomaron muestras del suelo y colocaron, a 4 200 metros de profundidad, una bandera nacional en el punto exacto que marca el Polo Norte. Foto: AP
¿Qué es, para ciertos Estados con costas en el Ártico, una buena noticia? Que el calentamiento global hará posible la navegación por esta zona, de modo que un buque podrá ahorrarse más de 5 000 millas en su viaje desde un puerto europeo en el Atlántico hasta uno asiático en el Pacífico.Y ahí va el pollo de este arroz con pollo: derretidos los hielos, se podrá comenzar sin mayor estorbo la extracción del petróleo y el gas, justamente cuando los combustibles fósiles están en números rojos en todo el orbe.
¿Cuál es la mala noticia para el resto del mundo? Pues que, en efecto, al fundirse la banquisa del Polo Norte, el nivel del mar aumentará y afectará lo mismo a las diminutas islas del Caribe y la Polinesia (algunas desaparecerán), que a Nueva York y Tokio. Añádase que gran número de animales que habitan el casquete polar, se trasladarán a tierra firme —aquellos que puedan— y alterarán el equilibrio ecológico de esos sitios.
Stuart Chapin, académico de la Universidad de Alaska, alerta además sobre la pérdida del permafrost, el suelo helado de las áreas periféricas del Polo. Según explicó al diario español El País, al fundirse, dicha capa libera enormes cantidades de metano, atrapadas en el hielo desde la última glaciación, hace 100 000 años. Ese gas, aunque se queda en la atmósfera menos tiempo que el dióxido de carbono, tiene 20 veces más poder de calentamiento que este. Conque «éramos pocos y...».
El proceso de descongelación, por desgracia, no es una pesadilla del futuro, sino del presente. Según científicos citados por la cadena británica BBC, en 2060 podría ya no haber ni un témpano en el Ártico. Y ahí va el círculo vicioso: al desaparecer el hielo, que rebota la luz y el calor solar, el agua, que es oscura, los absorbe. El mar se calienta aún más, y provoca que se forme menos hielo el próximo invierno. Hasta la liquidez total.
Mientras llega el infausto momento en que no quedará ni para llenar un vasito de granizado, la ONU ha dado de plazo a Moscú hasta 2008 para que presente evidencias de que la cordillera Lomonósov es una continuación de Siberia. Ottawa tiene hasta 2013. Pero lo que desean, podría demorar más...
Según dijo a la agencia RIA Novosti el director del Instituto de Oceanología de Rusia, Robert Nigmatulin, únicamente perforaciones de gran profundidad, cuya tecnología se desconoce aún, podrían aportar esas pruebas. Las muestras de suelo recogidas el 2 de agosto por los dos submarinos «no sirven (a este propósito), porque no permiten determinar si el fondo del mar en el Polo Norte es continuación de la plataforma continental rusa».
Así, en lo que llegan las evidencias, y por si acaso, durante la primera quincena de agosto, fuerzas canadienses realizaron los ejercicios Nanook 2007 en la región más septentrional del país. ¡Y vaya casualidad! Bombarderos nucleares rusos efectuaron hasta hoy cinco días de entrenamiento sobre el Polo Norte, con disparos de misiles y todo. Sutil manera en que ambos países desean hacerse saber mutuamente que no están dormitando de hipotermia.
Por lo visto, los osos polares se habituarán en lo sucesivo a observar seres humanos, siempre con caras largas, ajetreando entre los hielos.