Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Jóvenes independentistas dan a conocer otra visión sobre conflicto vasco

Pertenecientes a la organización ASKAPENA, invitados por la UJC, dan a conocer puntos de vista que comúnmente no divulgan los medios

Autor:

Luis Luque Álvarez

 

Beñat Iriondo y Sergio Labayen. Foto: César A. Rodríguez

Si algo atrae titulares en España, eso es el conflicto vasco. Atentados de ETA, manifestaciones de víctimas de la violencia, arrestos, ilegalizaciones, jugarretas de unos partidos contra otros, en un pulso para ver quién hace menos «concesiones» en pro de la paz —en lugar de avalar, sin intereses egoístas, lo que se haga con ese objetivo—, todo se mezcla en un decepcionante coctel que, al final, continúa azuzando las tensiones y alejando las salidas.

Durante la estancia en La Habana de un grupo de jóvenes independentistas vascos, pertenecientes a la organización ASKAPENA, invitados por la UJC, Juventud Rebelde conversó con dos de ellos para conocer, de primera mano, los puntos de vista que comúnmente no divulgan los medios. Sergio Labayen y Beñat Iriondo hallaron un «hueco» en su tiempo para sentarnos los tres a hablar de historia y de actualidad.

—¿En qué se basan las aspiraciones de un sector de la sociedad vasca para separarse de España?

Sergio Labayen: La Euskal Herria* que reivindicamos hoy se basa en el reino de Navarra, que tuvo su principio hacia el año 800 d.C., aunque nuestra cultura y nuestra lengua (el euskera), tienen un origen muy remoto. Hay vestigios de la presencia vasca allí desde hace miles de años.

«El mencionado reino se desarrolló en el medioevo como un Estado independiente. Pero una vez fusionados los reinos de Castilla y Aragón, estos emprendieron una política expansionista. En 1512 conquistaron Navarra, que incluía la Navarra actual y Euskadi (el País Vasco, con sus provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya). Las otras tres provincias del este fueron anexadas posteriormente por Francia.

«Los navarros, no obstante, mantuvieron privilegios, como la exención del servicio militar y de ciertos impuestos. De algún modo, España reconocía que aquel era un territorio conquistado. Y de vez en cuando ocurrían revueltas».

—Hablemos del período de la dictadura de Franco...

SL: La República española había reconocido la autonomía de las cuatro provincias vascas. Un estatuto autonómico estuvo a punto de aprobarse, pero llegó la Guerra Civil, y Franco suprimió todos los estatutos.

«El ataque al euskera fue terrible. No se podía hablar ni en la escuela ni en la calle. La dictadura reprimió a todos, incluidos catalanes y gallegos, pero especialmente a los vascos, porque eran quienes habían reclamado más insistentemente su independencia.

«Ante ese realidad, el Partido Nacionalista Vasco (de derechas, fundado a finales del siglo XIX) se fue al exilio. Y así llegamos a 1955. Empezaron a surgir generaciones que se planteaban que el PNV no hacía nada por la independencia. Entonces apareció un nacionalismo de izquierdas, en coincidencia con las luchas de liberación nacional que se gestaban en Cuba, Argelia, Vietnam, etc.

«En ese tiempo surge ETA, que con acciones muy puntuales, como sabotajes, o muy simbólicas, como poner ikurriñas (la bandera vasca) en los campanarios, hacer pintadas o tirar octavillas, fue la referencia de la lucha antifranquista».

Beñat Iriondo: ETA nació de la división de las juventudes del PNV, de la rama más de izquierda. Algunos tenían la referencia de Gandhi; otros, la de Cuba y otros sitios de América.

SL: El final del franquismo fue casi prerrevolucionario. Se sucedían las huelgas, se veía la muerte de Franco no solo como la posibilidad de independizar Euskal Herria, sino de implantar el socialismo. Las clases populares vascas esperaban recuperar el estatuto anterior a la Guerra Civil, y marchar poco a poco hacia la independencia.

«Sin embargo, la Transición fue un fraude, por las presiones militares. Franco, al morir, dejó las cosas muy atadas. Incluso a un rey por el que nadie había votado. Un modelo capitalista tutelado y diseñado por los yanquis, con la CIA y todos sus aparatos de Estado de por medio. EE.UU. veía que Euskal Herria era un foco muy peligroso, que podía convertirse en una Cuba en Europa. Inaceptable.

«Emprendieron entonces varias maniobras para fragmentar nuestro territorio. Dejaron tres provincias por un lado (el actual País Vasco), y por otro, Navarra, para que jamás pudiéramos construir un país. Esa es nuestra lucha desde la Transición hasta hoy. Primero, poder articular un país, y después, que nos den el derecho a decidir».

BI: Hay que hablar sobre la posición de cada fuerza política en aquel momento. La Transición suponía una ruptura democrática. La gente pedía que se instaurara lo que había antes de la guerra, que era la República. El PSOE y el Partido Comunista pedían lo mismo, y por nuestra parte, demandábamos que se firmara aquella autonomía que no se llegó a concretar por la irrupción de Franco.

«Pero el PNV no aceptó la ruptura democrática, sino la figura del rey. Al final, también esa fue la decisión del PSOE, por presiones externas. La única que no aceptó la monarquía fue la izquierda independentista vasca».

SL: Fue la única que se opuso a ese esquema diseñado por los yanquis, de tránsito hacia el capitalismo y de cierre a las aspiraciones de un Estado vasco independiente.

«Ahora bien, el tema más polémico es el de la lucha armada. ¿Es legítima o no? Bueno, nosotros no somos de ETA, somos civiles; pero dentro de la izquierda independentista hay de todo, desde quien opta por la vía mencionada para provocar inestabilidad en el Estado y obligarlo a negociar, hasta quien se decide por las vías políticas, por el diálogo».

—La acusación contra Batasuna (el partido de la izquierda independentista vasca, actualmente ilegalizado) es que es lo mismo que ETA. ¿Qué dicen ustedes?

SL: Que hay distintas situaciones históricas, diversos sistemas de lucha. La acusación no es correcta. Una cosa es la estructura política, Batasuna, y otra que algunos en la izquierda independentista opten por la lucha armada para defender Euskal Herria.

«Te digo algo interesante: hace unos días hablaba con un prestigioso intelectual navarro, quien se confesaba opuesto a la lucha armada. “Pero —me explicaba— cuando mi hijo nunca ha podido votar en unas elecciones, cuando en la zona en que vive, el euskera no es oficial; cuando ve que cualquier manifestación es acabada a porrazos por la policía, o que su amigo ha sido torturado, ¿cómo le digo yo que se puede luchar por las vías democráticas?”».

BI: Luego la cuestión es que existen las condiciones objetivas para que, una generación tras otra, haya jóvenes decididos a empuñar las armas, con un coste personal y colectivo gravísimo. Nadie hace eso por gusto, o por dinero.

«Hay que señalar además que Batasuna ha hecho una apuesta clara por las vías políticas. Ni ETA va a ganar por las armas, ni el Estado le ganará a ETA. Es evidente que la única solución es la negociación.

«Batasuna entonces hace el trabajo exclusivamente político, para intentar restarle argumentos a ETA. Pero para que ello ocurra hay que ir a una mesa política. Decir: “Señores de ETA, aquí estamos todos los partidos en igualdad de condiciones, y decidiremos el futuro de este país”».

—Pasada la etapa franquista, ¿subsisten, en su criterio, formas de represión contra los vascos y su cultura?

SL: En la mayor parte de Navarra, por ejemplo, el euskera sigue siendo no oficial. No se puede enseñar ni estudiar. Si voy a un centro de salud o a otra institución, no puedo hablar otra cosa que no sea español, porque el gobierno navarro coloca en esos sitios a personas que no saben euskera, para que no me puedan atender. Incluso se gastaron miles y miles de euros para cambiar las señales de tránsito, que antes eran bilingües —en español y en nuestra lengua—, y las sustituyeron por otras solo en castellano.

«Pero hay más. En Pamplona, la capital navarra, el personaje mítico de los vascos, el Olentzero —equivalente al Papá Noel— reprimido con pena de multas. La policía decomisó algunos en las pasadas Navidades.

«Por otro lado, una ley estipula que la bandera española ondee en todos los edificios públicos, mientras se prohíbe la ikurriña. El alcalde que, impulsado por la voluntad popular, se atreva a sacarla, puede ir a la cárcel. Eso pasa hoy, 30 años después de muerto Franco».

—Respecto al independentismo, ¿realmente la mayoría de los vascos desearían separarse de España?

SL: Mira esta encuesta efectuada por el gobierno del País Vasco, en 2006. El 38 por ciento de los consultados está a favor de la independencia. El 31 por ciento, en contra. El 13 por ciento no votaría, y el 19 por ciento no sabe. Entre el voto decidido, la independencia es mayoritaria.

«Conclusión: ¿por qué el Estado español no dice: “Que los vascos hablen”? Pues porque duda si ganará. Porque sabe que en igualdad de condiciones, como lo dicen las encuestas, en un referéndum donde todos podamos expresarnos y hacer campaña, ellos pierden.

«Un político español inteligente, ¿qué haría? Pues decir: “Los independentistas son minoritarios. Dejo que organicen el referéndum de autodeterminación, lo pierden y los machaco políticamente”. Pero nadie lo hace, porque temen».

—¿En qué momento se halla el proceso para la paz?

BI: Está detenido, pero la izquierda no dice: “Se acabó”. Este es precisamente el proceso. Es el camino para llegar a una resolución del conflicto vasco».

SL: La izquierda independentista les pide a todas las partes del conflicto, tanto a ETA como al Estado español y a todos los partidos, responsabilidad, y que entre todos entendamos que la represión no será la solución. La salida democrática y razonable es que el pueblo hable, que elija qué desea ser en el futuro.

«Lo que decimos es: El Estado español debe reconocer que estamos ante un problema político, y que todos los proyectos tienen derecho a ser realizables. Si mi país quiere ser español, bien, que lo sea, y si quiere ser vasco, pues lo aceptamos. Es un principio de democracia. La palabra le corresponde al pueblo».

*Nombre que significa «país del euskera», y que los independentistas otorgan a un proyectado Estado vasco.

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