Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Y.J.: Hace tres años comencé una relación con un hombre casado, de 48 años de edad. Por primera vez me siento enamorada, tenemos una hija pequeña; pero su esposa e hijos no lo saben. Él demuestra que me quiere, pero me dice que tengo que tener paciencia. A veces quiero dejarlo porque me siento sola, pero mi corazón me lo impide. Tengo 29 años de edad.

Esta situación de «estabilidad» requerirá de tu infinita paciencia. Nada lleva a suponer que tus reclamos serán suficientes para que él renuncie a su otra familia. Cualquier cambio pondría en peligro el «equilibrio» que entre todos han logrado. él demuestra que te quiere, tanto como su determinación a continuar comprometido con su otra mujer.

Lo peculiar de este vínculo es que se gestó y ha funcionado coexistiendo con el matrimonio de él. Tanto es así que eligieron construir una familia paralela, en la que solo ustedes conocen de la existencia de la otra formada con su mujer e hijos previos.

Por tu parte, la elección ha sido disfrutar del enamoramiento, el lazo del corazón, sus demostraciones de cariño; por encima de esa soledad que también experimentas. No estás dispuesta a perder eso del todo y no te es dada la posibilidad de tenerlo tal como crees quererlo.

¿Por qué te cuestionas ahora, después de estos tres años, el vínculo que tan bueno ha sido? ¿Cambió algo?¿Por qué la soledad pesa más hoy?

Quizá ha aparecido algo más que te lleva a estos cuestionamientos. En tal caso, sería pertinente comenzar a identificarlo, intentar comprenderlo hasta encontrar un modo de afrontarlo. Tal vez lo problemático no es esa otra familia que él siempre tuvo, sino algo más que hoy comienzas a experimentar.