Y.O.: Terminé una relación de ocho años, de la cual nació una niña. Traté de recuperar la relación, pero no valió de nada. Finalmente me desamoré y decidí atender a la niña porque la madre no ha aprendido que un hijo es más que un regalo en la vida y no sabe o no ha querido atenderla bien. Por eso y mis sentimientos paternales, me ha dado por atender y dedicarme a mi niña. Al menos por ahora. Quisiera saber si estoy haciendo lo correcto.
El hecho de que haya escrito este mensaje, anuncia cierta sospecha de que algo anda mal con esa decisión. ¡Y tiene razón!
Está bien que continúe asumiendo sus funciones paternales con la niña; pero tal vez, ya está en condiciones de replantearse cómo reanudar su vida ocupando el espacio que antes llenaba con su relación.
La soledad «le ha dado por dedicarse» a la niña, como tal vez antes hizo con la madre. Con su hija debe estar ocupando el vacío que dejó el fin de esa relación, que no pudo recuperar.
A veces, después del divorcio, nos volcamos a nuestros hijos y sin saberlo bien, les damos la pesada responsabilidad de acompañarnos y colmarnos. Sin quererlo, podemos limitar su necesaria independencia. Ellos también necesitan de nuestra autonomía. Por lo general, requieren atención y compañía, sin la obsesión propia de quien no tiene nada más para incentivar su cotidianidad.
Respecto a la calidad de la atención materna, habría que analizar si hay efectos en la niña, atribuibles a esta. Existen instituciones que pueden ayudar a realizar estas valoraciones. No obstante, es preciso ser muy cautelosos, precisamente para evitar daños mayores a los infantes.