Lograr una vida sexual equilibrada según tus reales deseos y metas es esencial para una vida plena y feliz
La depresión no es un problema técnico, es una señal: escúchala.
Johann Hari
Este jueves 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental, una iniciativa que desde 2002 impulsan la Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH, por sus siglas en inglés) y la Organización Mundial de la Salud.
La idea de esta celebración es invitarnos a reflexionar sobre esas epidemias que crecen a nuestro alrededor, y a las que prestamos poca importancia mientras no nos involucra directamente, o a nuestro círculo de personas significativas: pareja, descendencia, otros familiares, amistades, maestros, líderes en temas que nos motivan o marcan nuestro rumbo…
Hablamos de depresión, estrés, ansiedad, suicidio, enajenación al punto de cometer actos muy violentos, dependencia de sustancias o contextos (como las pantallas y el sexo irresponsable) e incluso adicción a sufrir, lo cual lleva a tomar pésimas decisiones constantemente, sin detenerse a pensar cómo salir de ese bucle de negatividad.
Lo paradójico del asunto es que en este siglo, más que en los anteriores, la solución para esos problemas de salud mental está disponible para un altísimo porciento de las personas afectadas, o de su red de apoyo, y en una gama importante de variantes, desde las terapias holísticas de nuestros ancestros hasta las no menos misteriosas opciones basadas en la Cuántica, sin olvidar los conocidos tratamientos con drogas medicinales, tareas cognitivo-conductuales, la hipnosis o las charlas de sicoanalistas.
¿Cuánto puede afectar un desajuste de la salud mental a la salud sexual y reproductiva? Pues mucho: a nivel físico, emocional, relacional, de derechos e imagen social. Y muchas veces cuando atiendes las carencias de la segunda, la primera recobra su nivel.
Los problemas «del corazón» afectan, incluso, al sistema inmunitario y nos dejan vulnerables a enfermedades para las que podríamos estar en mejores condiciones (para evitarlas o superarlas) si la vida sexual y amorosa marchara bien y no afectara la autoestima, los hábitos y las ganas de vivir.
Lograr una vida sexual equilibrada según tus reales deseos y metas es esencial para una vida plena y feliz; pero eso pasa por numerosos factores externos e internos, y no tiene sentido forzar las prácticas si el deseo no acompaña, o reprimirlo si no entra en contradicción con tus principios, integridad y desarrollo sicosocial.
Igual pasa con las relaciones. No es más saludable estar en matrimonio que en soltería, ni viceversa. Somos seres sexuados desde antes de nacer hasta después de la muerte; por todo el ritual sociocultural que acompaña a esos procesos, y porque el sexo es interno de cada individuo y parte de su proyección hacia otros seres humanos, a nivel micro (familia o grupos) y macro (demografía, políticas públicas, impactos socioambientales).
En cada acto de pensarnos y expresarnos nos colocamos en algún plano en relación con los demás, incluimos o excluimos para disfrutar o disentir de los roles asignados, a fin de evolucionar en ese camino, preferentemente de manera sana y feliz.
Sexualidad, recordemos, incluye además de lo erótico lo afectivo, en equilibrio (o no) con la identidad en transformación y la familia (biológica o asumida). Cualquier desbalance en ese sistema de holones genera ansiedad o estrés, y si no sabemos trabajarlos perdemos salud mental.
Cada quien descubre a lo largo de la vida quién o qué le atrae, cómo provoca o refrena su placer, dónde, cuándo y para qué desplegaría su sensualidad, y por qué abriría su alma a otra persona, y se atrevería a co-construir la vida en común.
En ese proceso no hay una sexualidad correcta o incorrecta, mientras no vulnere los derechos y la salud, física y mental, propias y de las demás personas.
Sin embargo, la sociedad insiste en normas, requisitos y etiquetas en el área de la belleza, la atracción, la conducta, los estilos de relación… y cuando esos estereotipos resultan inalcanzables o ahogan nuestro potencial, la gente languidece, se deprime, sobrepiensa su propia vida y hace más frágil su salud en todas sus dimensiones.
Salud mental es bienestar cognitivo, conductual y emocional. Va más allá de no dar señales de un trastorno para ubicarse en un estado de gratitud, resiliencia, creatividad, serenidad, solidaridad, comprensión y respeto. El entorno, y las personas con quienes nos relacionamos, pueden nutrir o agotar tu energía y, por ende, la salud general.
La comida saludable, el descanso oportuno, la respiración correcta y el estado feliz de la mente son tus fuentes energéticas esenciales. ¿Cuidas de ellas con sistematicidad?