José Martí Autor: Juventud Rebelde Publicado: 17/05/2025 | 08:35 pm
Era 1898, y los hechos parecían superarlo. Quizá una angustia tremenda le oprimía el pecho, ocultada a pedazos por los largos años de penalidades; pero solo lo podía hacer hasta cierto punto, porque, en algunos momentos, ella afloraba en palabras apretadas, recias a veces.
«Esta es la hora de Martí», le escuchaban decir los oficiales y soldados más cercanos. «Esta era su hora». Es posible que, en ese momento, Máximo Gómez Báez, el General en Jefe del Ejército Libertador cubano, el hombre de cientos de batallas, recordara aquella tarde terrible del 19 de mayo de 1895, cuando conoció que José Martí había caído en Dos Ríos.
Era una tragedia, él sabía. Trató de impedirla. Sin embargo, la magnitud del acontecimiento se revelaba en esos días de la guerra, cuando Estados Unidos se preparaba para intervenir. Entre emisarios y consultas, en preguntas de cómo apoyar a los cubanos en su independencia, el aire se sentía pesado y los hechos ocurrían con rapidez.
¿De verdad qué deseaban liberar a Cuba?, pensaba el viejo general. Y enseguida recordaba las conversaciones con ese hombre delgado, bajito, de frente amplia y bigote poblado, capaz de ganarse la voluntad de los veteranos más recios. A la memoria regresaban las preocupaciones y criterios, que ese viajero de traje oscuro y raído le hacía en su casa de República Dominicana. De verdades firmes, que él deshojaba en medio de las conversaciones, mientras Gómez escuchaba maravillado por la agudeza con la que ese hombrecito veía lo que otros no percibían.
Y entre las hogueras de los campamentos, en el frío de la noche, viendo el fuego entre los grupos de soldados que descansaban de las marchas constantes, Gómez volvía a preguntarse: «En esta hora, ¿qué habría hecho Martí?»
Si José Martí no hubiera muerto en Dos Ríos, ¿ante qué complejidades se tendría que haber enfrentado? ¿Las podría haber superado? Esas y otras interrogantes han puesto a meditar a miles de cubanos desde 1895. De entrada, los historiadores son muy cautos: lo que no sucedió, no es historia. Decir que Cuba hubiera sido distinta con un Martí vivo es penetrar en un terreno escabroso, lleno de especulaciones y que los especialistas prefieren rehuir. Sin embargo, sí coinciden en un punto: si el Apóstol hubiera salido ileso del combate de Dos Ríos o de otros peligros de la guerra, de seguro que en su camino se encontraría con complejidades tremendas.
«Yo tengo el convencimiento de que la vida no le habría alcanzado para lograr su sueño —expresa la doctora Marlene Vázquez Pérez, directora del Centro de Estudios Martianos (CEM)—. Debe recordarse que Martí era un hombre enfermo. Por lógica, le quedaban 20 o 30 años de vida y su sueño político era muy grande. No puede olvidarse que el proyecto de Martí implicaba construir un país nuevo, desde abajo, y contra ese empeño existían factores muy fuertes: el analfabetismo, el racismo, las desigualdades sociales, una economía monoproductora y latifundista. Súmele a eso que, si él lograba ver la independencia, se encontraría ante una nación debilitada económicamente por el impacto de la guerra y eso la hacía muy vulnerable a los intereses extranjeros».
Doctora Marlene Vázquez Pérez, directora del Centro de Estudios Martianos. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz
¿Cómo sortear esas dificultades? La máster Laura Rodríguez de la Cruz, vicedirectora de investigaciones del CEM, expresa que Martí estaba consciente de esas y otras grandes complejidades desde los mismos preparativos de la guerra. Sabía, además, que los intereses económicos creados podían generar colisiones en un momento determinado si triunfaba el independentismo.
«Pero en Martí —dice— hay una preocupación fundamental y es la de formar ciudadanos. Él es un maestro no solo en el pensamiento, sino también en la acción. De ahí las formas que utiliza para llegar a los sectores más diversos. Él quería que los cubanos se vieran como un país capaz de autogobernarse con todas sus capacidades y toda esa visión de que los latinoamericanos eran inferiores constituía una falsa premisa, creada para acentuar los procesos colonizadores. Por eso, para él, descolonizar la mente y la cultura sobre la base de una ética, era el sostén de todo».
Máster Laura Rodríguez de la Cruz, vicedirectora de investigaciones del CEM. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz
Los investigadores coinciden en que una complejidad tremenda sería enfrentar la expansión de Estados Unidos. «Eso era muy preocupante para Martí», insiste Laura, junto con Marlene Vázquez Pérez. «No solo por el poder económico, sino por el dominio de los medios de comunicación y el control político que los norteamericanos empezaban a ejercer sobre la región».
El doctor Pedro Pablo Rodríguez López, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2009, expresa que ese era un desafío tremendo, del cual nuestro Héroe Nacional estaba muy consciente. De ahí, dice, una de las urgencias de la guerra del 95: la necesidad de ganar tiempo ante pasos que ya daba Estados Unidos.
«No puede olvidarse —explica— que Martí presencia un cambio de época, en muchos sentidos muy similar al que vivimos hoy. En esa fecha, las potencias se repartían el mundo. Algunas ya estaban asentadas, como Inglaterra y Francia. Otras buscaban su espacio, es el caso de Alemania. Otras emergían con fuerza, y el ejemplo estaba en Japón. Debe recordarse que esas naciones buscaban zonas para obtener materias primas. Entonces, para llegar a ellas había que buscar rutas comerciales y ahí aparecía el Caribe como vía para alcanzar el Pacífico, sobre todo para alcanzar a China.
Doctor Pedro Pablo Rodríguez López, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2009. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz
«En ese escenario, llegaba Estados Unidos. Ya era fuerte, tenía apetencias sobre Hispanoamérica; pero todavía no contaba con el poderío suficiente para enfrentar a Inglaterra y Francia por separado o a ambas unidas. Hay anotaciones de Martí, en las que él se pregunta a qué país aliarse. Por eso su intención de apresurar la guerra en Cuba, para ganar tiempo y buscar alianzas que pudieran detener a Estados Unidos».
¿Tendría Martí la capacidad de maniobra para detener ese empuje? Para el doctor Mijaíl Mondol López, profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica, ese es un problema muy complejo porque Estados Unidos venía con una fuerza avasalladora.
«¿Tenía Martí esa capacidad? —se pregunta el profesor Mondol—. Sin duda, poseía talento y una capacidad política tremenda, pero ante él había aparecido una coyuntura muy compleja. ¿Podría tener todas las herramientas a su alcance? Bueno, no sé. Hay un factor que hacía muy dura la tarea de la unión continental, propuesta por Martí para detener el empuje colonial de Estados Unidos, y era la fragmentación política de los pueblos latinoamericanos, especialmente en Centroamérica.
«Había un enfrentamiento muy fuerte entre conservadores y liberales. Eso podía ser un factor en contra. Pero lo que sucede con Martí es, en cierta medida, una paradoja. Hay muertes muy dolorosas, pero que adquieren una alta significación política cuando ocurren, y la de él es una de ellas. El significado mayor de su figura aparece después de su muerte, no antes. Es ahí cuando su pensamiento se convierte en la principal herramienta contra la dominación extranjera de América Latina».
Doctor Mijaíl Mondol López, profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz
Pero ante él había otra complejidad inmensa: llevar la Guerra Necesaria adelante y lograr la unidad dentro de las fuerzas independentistas. «Una de las tareas más urgentes y delicadas que tenía por delante era esa: unir al mambisado y evitar las divisiones de la Guerra del 68», insiste la doctora Marlene Vázquez Pérez.
El profesor Pedro Pablo Rodríguez coincide con ese criterio y añade: «En los días de su muerte, la preocupación de Martí era formar el Gobierno, organizar a todos esos hombres y mujeres de carácter muy fuerte. Yo no creo que él aspirara a ser el presidente de la República en Armas, al menos no lo reflejó en sus papeles más personales. Lo cual no quiere decir que rechazaría el cargo si era elegido».
Pero, ¿podría lograrse esa unidad? De inicio, allí estaba el conflicto con Antonio Maceo en La Mejorana, cuando el Titán de Bronce reclamó a Martí por haber suplantado su mando a favor del general Flor Crombet en la expedición que desembarcó por Guantánamo el 1ro. de abril de 1895. Sin embargo, aquí sí son enfáticos: la unidad de los principales jefes se hubiera logrado.
«Eran personas de temperamento muy duro, pero con un sentido del honor muy enraizado —asegura la profesora Laura Rodríguez—. Ante la independencia de Cuba y la causa colectiva, ellos cedían y los desacuerdos personales quedaban para después».
Los profesores Marlene Vázquez y Pedro Pablo Rodríguez recuerdan que los veteranos eran individuos marcados por las divisiones del 68, y no querían revivirlas. «Se habla de la discusión de La Mejorana —apunta Pedro Pablo—, pero a veces se olvida de lo que sucedió al día siguiente, cuando Maceo formó la tropa y rindió honores a Gómez y Martí. Ahí estaba dando una señal. Era su manera de pedir disculpas, sin pronunciar palabras».
No obstante, en algún momento de la guerra esa unidad iba a estar en peligro. «A Estados Unidos le favorecía la desunión de los cubanos —apunta Laura Rodríguez—, e iban a entrar y para hacerlo tenían que dividir. Con un Martí vivo en 1898 la historia de Cuba hubiera sido más compleja, porque iba a desplegar toda su inteligencia y aquello iba a ser muy vibrante. No ocurrió por su muerte y eso favoreció a los norteamericanos, porque ellos sí sabían quién era José Martí y buscarían la manera de neutralizarlo. Lo que pasaba es que si Estados Unidos venía por todos, en el otro lado Martí estaba dispuesto a dar la pelea hasta el final».
La tarde del dolor
Dos Ríos fue un combate sostenido a la altura del mediodía del 19 de mayo de 1895, en las riberas de los ríos Cauto y Contramaestre, en la antigua provincia de Oriente. Duró apenas dos horas. Por la parte española se dispararon más 10 000 proyectiles. Ese día solo hubo un muerto: José Martí.