La sociedad moderna nos lleva a temer, en grado leve, moderado o agudo, por todo lo que nos constituye como seres sexuados
Solo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar. (anónimo)
El miedo es una emoción devastadora: el cuerpo sobrestima las señales que emite el cerebro, el sistema de alarma se agudiza, y si el estímulo dura más de unos minutos no lograrás distinguir entre realidad y fantasía. Comienzas a sudar de manera incontrolable, se seca la garganta, se nubla la vista, aumenta el flujo sanguíneo y por tanto el ritmo cardíaco se acelera.
En esas condiciones no puedes articular las palabras con facilidad, y tu juicio sobre los sucesos está alterado, por lo que puedes llegar a un estado de terror o pánico, y si el trauma se prolonga, genera en ti una fobia.
Hablar de miedo y relacionarlo con sexualidad es casi redundante. La sociedad moderna nos lleva a temer, en grado leve, moderado o agudo, por todo lo que nos constituye como seres sexuados: la imagen corporal, la identidad social, los afectos ajenos, los celos, el estigma de la soledad o el abandono, la capacidad reproductiva, el nido vacío, los ciclos naturales, el embarazo no deseado, el bullying… La lista es más larga, pero en todos hay mucho de violencia de género y familia en sus orígenes, incluso cuando aparece en otros contextos.
Como emoción primaria, necesaria para marcar límites y sobrevivir, el miedo nos sorprende a todos; no conoce de estatus social, raza, ni género, y afecta profundamente a quienes lo padecen, aunque muchas veces lo escondemos para evitar ser juzgados o víctimas de burlas que solo potencian esa terrible experiencia.
Para aprender a dominarlo y sacarle provecho, es importante comenzar desde la primera infancia a establecer círculos afectivos que proporcionen seguridad, amor y mecanismos para diferenciar lo incómodo de lo peligroso y aprender a salir de ambas situaciones.
La mayoría de las personas que quedan atrapadas en estas circunstancias fueron infantes expuestos a maltratos, humillaciones o privaciones de derechos, e incluso aislados de otros niños o adultos porque no eran tan especiales como sus padres querían.
Afortunadamente, es posible ayudar a las personas demasiado miedosas, en primer lugar, mostrándoles un conocimiento normalizador y liberador, porque cuando descubres que tu problema es también el de otros, sacas fuerzas para transformar tu realidad, tal como otros lograron hacerlo. Existen estrategias para conquistar el miedo, de las que podemos dar fe, porque nos ayudaron muchísimo para ser todos los días un poco más libres que el anterior.
Lo primero es aceptar que el miedo trae consigo una enseñanza para prepararte y movilizarte. Debes reconocerlo como una reacción normal que yace en nuestro interior y no es tan malo en sí, porque nos protege de forma consciente ante cualquier evento que detone esta reacción. Negar el miedo es una manera de enmascararlo y en vez de minimizarlo, se maximiza y cobra poder. Por tanto, reconócelo y no permitas que te paralice.
En segundo lugar, deja de querer ser perfecto. El fracaso es uno de los primeros pasos hacia el éxito, porque lo más importante es avanzar, con o sin errores. Muchas personas durante toda su vida han manejado el criterio de que las cosas se hacen bien, o no se hacen, pero esto suele ser una excusa para esconder el miedo a fallar, por lo que viven postergando y evadiendo cuantas posibilidades se les presentan en el camino, sin valorar que algunas no te llevan directamente a tu objetivo, pero al menos te sacan del lugar donde te estancaste.
Sal en busca de tu bienestar y protégelo. Piensa positivo. Creer en tu talento y creatividad potencia un buen resultado. En cambio, los pensamientos negativos apuestan por el peor de los escenarios.
Recuerda que todo en tu entorno está sustentado sobre la actitud mental que prevalece en ti. Si eres buen observador te habrás percatado de que muchas personas han llegado a la cima más por actitud que por aptitud.
Visualiza tu éxito. Tu siquis se alimenta de lo que proyecta tu mente consciente, por eso es indispensable conocer lo que te paraliza para tomar el control y cambiar tu pantalla mental. Vuélvete guionista, editor y director de la película de tu vida y hazte responsable de incluir lo que te favorezca y esfumar lo que no te conviene.
Un buen consejo: enfrenta tu miedo y convéncete de que no morirás en el intento. Lo que desvanece su poder ilusorio es la acción. Así, el cerebro se prepara para ir hacia adelante. Lo que te asusta no desaparece por sí solo, debes enfrentarlo para que pierda intensidad y compruebes que no era tan malo como parecía. Poco a poco ganarás confianza y lograrás todo lo que seas capaz de proponerte.
*Promotora del proyecto Senti2