La identificación de la nieta 129 de las abuelas de Plaza de Mayo vuelve a poner en titulares la tecnología genética con la que hace 20 años se identificó a un descendiente ilegítimo de Thomas Jefferson
«Un zapato al lado del otro. Exactamente alineados y lustrosos. Un saco junto al otro, manga con manga. Listos para que el señor luzca perfecto en el Congreso. Quitar las pelusas rebeldes de las levitas, tender la cama, servir el desayuno, desempolvar la habitación… la cabeza del señor no puede tener preocupaciones triviales.
«Y tal vez hoy también liberarle al señor Jefferson sus deseos, y luego, por supuesto, quedarse muy callada y en silencio. Que nada arruine la carrera presidencial del señor Jefferson. De todos modos, es lo que nos toca».
Así nos imaginamos tal vez el fluir de pensamiento de Sally Hemings. Aunque tal vez no se trataba de algo contra su voluntad. Eso ya no podemos saberlo.
Lo que sí se supo hace 20 años, cuando la revista Nature decidió publicarlo, fue que esa desconocida de la historia —una esclava de servicios personales de Thomas Jefferson, el notable político norteamericano— era madre de un hijo suyo fuera del matrimonio.
En esta misma semana, además del aniversario de aquella noticia, otra maravilla ha sido obrada por la genética: la identificación de la nieta número 129 de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Parece buen momento para explorar desde Detrás de la ciencia cómo obra la ingeniería genética cuando tiene lugar uno de esos descubrimientos de identidad.
A estas alturas a nadie se le ocurre negar la huella política de Thomas Jefferson en la historia. Pero las complejidades humanas, sin duda, suelen hacer contrapeso incluso al más excelso de los mortales.
Para 1802, un año después de que el patriota norteamericano asumiera su primer mandato presidencial, el periodista James Callender publicó sus sospechas de que el Presidente sostenía una relación de concubinato con una esclava, y aseveraba que de esa relación habían nacido varios descendientes.
Aunque la relección de Jefferson dejó claro que ningún rumor tiraría por el piso su aporte como político, lo cierto es que en la época no se contaba con los métodos genéticos que hoy pudieran haberle acarreado un verdadero escándalo ético.
Sally Hemings fue heredada por Jefferson de su mujer, Sarah Wayles, ya fallecida. En 1787 la esclava comenzó a vivir en la residencia campestre de Jefferson en Virginia y esa estancia coincidió con el nacimiento de sus seis hijos, a quienes el Presidente norteamericano dio la libertad.
El testimonio del cuarto hijo, Madison, ya de anciano, reavivó las llamas de rumor incluso muchos años después de la muerte del patriota, cuando declaró que su madre había reconocido que Jefferson era el padre de todos sus hijos.
Pero todo hubiera sido otro rumor histórico si no fuera porque un rasgo particularmente masculino es descifrable desde el siglo XXI.
Sabemos que a diferencia de las mujeres, de cromosomas XX, los hombres poseen una combinación de cromosomas XY.
Por eso el género del hijo lo aporta el padre. Y también por eso la línea de paternidad puede ser rastreable, muchas generaciones después.
Cinco descendientes por línea paterna del primer hijo de Sally, Thomas, y del último, Eston, fueron analizados genéticamente hace 20 años para arrojar resultados indudables apenas a través de la comparación con el cromosoma Y de los hombres Jefferson.
El estudio demostró que el Presidente había sido el padre de al menos uno de los descendientes de su esclava y muy probablemente de los restantes.
Todavía había una duda: los hermanos y un sobrino de Jefferson llevaban el mismo cromosoma, por lo que alguno de ellos pudo ser el padre… pero no estaban en la residencia Monticello cuando los hijos de Sally fueron concebidos.
Sally fue puesta en libertad por la hija de Jefferson en 1826, tras la muerte del patriota.
La noticia de la identificación de la nieta número 129 de las Abuelas de Plaza de Mayo llegó hace pocos días y reavivó la importancia de los procedimientos genéticos en cuanto a confirmar la paternidad.
Una bebé robada por la dictadura argentina (1976-1983) redescubrió su identidad a sus 42 años gracias a los procesos de búsqueda e identificación que llevan a cabo las Abuelas.
La mujer, que fue localizada en España, es hija de Norma Síntora, secuestrada cuando estaba embarazada de ocho meses, en mayo de 1977, a los 25 años, explicó EFE.
Pero, tras más de cuatro décadas de búsqueda su padre biológico, a sus 70 años, podrá por fin conocer a su hija perdida gracias a una reveladora prueba de ADN que la mujer accedió a realizarse.
Otro ejemplo en que la historia puede ser rescrita por una prueba que hace unas décadas no era posible, pero ahora es capaz de girar en 180 grados a personajes y tramas.
Probablemente cuando la técnica Crispr Cas 9, llamada «las tijeras del ADN», pueda al fin editar enfermedades congénitas y eliminarlas de nuestros genes, muchas más historias serán cambiadas.
Otra prueba de ADN que decidió una larga disputa legal fue la que en 2017 reveló que Pilar Abel, quien reclamaba ser hija de Salvador Dalí, no es descendiente del artista. Foto: Tomada del sitio El español
El ADN es extraído de una muestra de excrecencia corporal, y purificado. Tras ello, con el proceso llamado Técnica de Reacción en Cadena de Polimerasa (PCR), el ADN se amplifica para aumentar la presencia de las secciones específicas de cada individuo.
Las secciones obtenidas son las STR (del inglés Short Tandem Repeat), las cuales ofrecen una muestra clara y exacta de su longitud y sus repeticiones.
En ellas se ve cómo está formada la cadena de ADN. Así, si se compara con la cadena del otro individuo, se apreciarán coincidencias o diferencias.
Para una prueba de paternidad, el profesional debe asegurarse de que la cadena de ADN del niño coincide con las del padre y las de la madre al 50 por ciento. Es decir, la cadena del niño debe tener un 50 por ciento de la madre y otro 50 por ciento del padre.
Cuando no se dispone de muestras de uno de los progenitores es posible hacer la prueba de paternidad-maternidad utilizando los perfiles genéticos de los abuelos paternos-maternos, además del perfil del progenitor disponible.
El cálculo estadístico permite obtener un índice de exactitud equiparable a la prueba de paternidad-maternidad estándar.