¿Hay razones para que tropas del ejército británico aún permanezcan en la provincia de Irlanda del Norte?
Caramba, a fuerza de tanta continua atención periodística prestada a los valores extraviados y su corolario de conductas impropias —indispensable ejercicio profesional—, parecería que la otra cara de la moneda se queda fuera de foco.
Soltarle una ristra de frases hechas o rendirle loas a tiempo marcado solo porque llega su Día, podría ser lo más contraproducente que pudiera esperar una mujer a la altura de esa fecha; también de cualquier otra.
Durante más de ocho años escribí cada viernes en el semanario provincial tunero 26 una sección fija llamada Variedades que, por la naturaleza de su contenido, contó desde su primera salida con la simpatía de los lectores. Así lo confirmaban periódicamente a través de cartas, correos electrónicos y llamadas telefónicas.
«Es gallego, ama a Galicia», rezaba un anuncio electoral en el que se veía al líder del derechista Partido Popular español, Mariano Rajoy, dando más vueltas que un trompo por toda la geografía gallega, de pueblito en pueblito, de ciudad en ciudad, miles de kilómetros, para apuntalar a su formación ante los comicios regionales del pasado domingo.
Es ya una tradición que cada año se reúnan en La Habana prestigiosos economistas y políticos de las más disímiles orientaciones y escuelas para debatir sobre temas económicos.
No está de plácemes el mercado editorial en el planeta durante estos meses de expansión de la crisis económica, cuando casi todo va en picada en el giro, excepción hecha de la producción fílmica de evasión hollywoodense, apenas resentida justo a causa de dicho carácter.
Era un libro de ensueños. Era un libro buscado y casi nunca encontrado. Era un libro que todos los estudiantes mencionaban, todos lo querían tener y casi todos harían la promesa más grande para poder leer algunas de sus páginas.
Albergado como personaje frecuente en la tradición literaria picaresca, el timador ha conquistado a través del tiempo desde tibios esbozos de sonrisas hasta atronadoras e incontenibles carcajadas. Sin embargo, no deja de parecerme enigmático, o cuanto menos curioso, semejantes reacciones, socialmente legitimadas, si para que se consiga hace falta siempre una víctima propicia, un incauto, un inocente pobre diablo del que se abusa.
La inmensa mayoría de los estudiantes universitarios cubanos, que pasaba un calvario cada julio —y mucho antes— en busca de las mil y una «bonituras» para sus tesis, vio los cielos abiertos con la nueva disposición del Ministerio de Educación Superior.