Recuerdo aquellas épocas en las que las semanas de receso escolar eran esperadas con ansias y el fútbol dominaba las calles, en competencia con las canicas, los trompos, el pegado o cualquier idea creativa originada en la mente de un niño para divertirse, como las carreras de bicicletas y las chivichanas de madera rodando loma abajo.
Tubelio vivía orgulloso de su hijo Eulalio, a quien, a la altura de sus 20 años, no había quien le pusiera un pie delante. Se esforzó denodadamente para inculcarle, desde niño, una mentalidad ventajista, exenta de la más mínima compasión.
El 4 de mayo de 2015 fue una mañana diferente en el aeropuerto internacional de Maiquetía en Caracas, Venezuela. Tras su aterrizaje y ante una gran expectativa, se abrieron las puertas de un avión que llevaba, por primera vez fuera de Cuba desde su liberación, a Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Fernando González Llort, René González Sehwerert y Antonio Guerrero, los cinco cubanos que durante más de 16 años habían cumplido condena, injustamente, en cárceles norteamericanas.
Me gusta La Habana. Nací en ella y toda mi vida en ella he vivido, y aunque he conocido otras ciudades bellas del mundo, esta Ciudad Maravilla es la raíz que me hala a toda hora y que me permite descubrir siempre algo nuevo.
Son las cuatro de la tarde, horario pico de aglomeraciones en las paradas. La espera del transporte y la desesperación por disfrutar de un café bien fuerte en la tranquilidad del hogar son sensaciones nada encantadoras en compañía del calor extenuante que impregna las calles.
Todo se vuelve brillante donde Pablo Gálvez Aguilar aparece con su escoba. Y no es solo porque este hombre deje las calles tan limpias como un salón de baile, sino porque mientras lo hace deja una estela de hidalguía y respeto que muchos universitarios deberían imitar cuando son servidores públicos.
Si una foto dice más que mil palabras, aquella debió estar aguantándose unos cuantos textos (literalmente). Había allí, bajo la vista de todos los que transitan esa esquina y al mismo nivel de sus zapatos, mucha historia acostada a la intemperie.
En abril de este año y a raíz del encausamiento por cargos criminales del expresidente Donald Trump en el estado de Nueva York, este periódico publicó una columna mía que titulé Donald Trump y sus problemas legales, en la que explicaba el pantano judicial en el que estaba entrando el mitómano mayor de la Casa Blanca. Después de aquel primero, lo han encausado tres veces más, todos con cargos de felonía criminal, que ya suman más de 90.
Los inicios del curso escolar son días sui géneris. Es decir, para «emulsionarlo» en los términos del latín: son muy propios, se distinguen por encima de los demás.
¿Feminista tú?, le preguntan. Y es que el término todavía asusta, sobre todo cuando es un hombre el que se reconoce como tal. Él, como otros, comparte una ideología que otorga iguales derechos y deberes a los hombres y a las mujeres porque reconoce en ellas las mismas capacidades que en ellos.