Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Claridad en la penumbra

Autor:

Ricardo Riverón Rojas

No es posible conformarse con la falta de electricidad durante tantas horas al día, más en la noche, y más en el verano. Así vivimos hoy en Cuba. Esperanzados, cada amanecer vemos la revista Buenos Días en espera de alguna buena noticia, que no llega desde hace meses. Cuatro años (¿o son más?) llevamos en crisis energética, y parece que por el momento así seguiremos, anhelando un tiempo mejor.

Algunos se preguntan cómo puede un pueblo resistir ese trauma, y hasta trabajar, y proyectar ideas para un futuro situado cada vez más en el terreno de los sueños. Doy mi punto de vista: esa resistencia se relaciona con una voluntad
de soberanía y una certeza de que, dada nuestra condición de país del Tercer Mundo, subdesarrollado y poscolonial, no hay alternativa mejor que trabajar por un socialismo próspero y sostenible, sean cuales sean las condiciones en que lo hagamos.

Martí dijo: «No me pongan en lo oscuro/ a morir como un traidor», y lo suscribo, pero otra frase certera, atemperada con el día de hoy, pudiera ser: «Prefiero este tiempo a oscuras a vivir como un traidor». Resulta que hacer de la traumática crisis energética un arma para devaluar las esencias de un sistema que persigue a toda costa nuestro bienestar, es casi una traición, porque avala el
empeño de un enemigo que hace todo lo posible (y hasta lo imposible) por que no tengamos luz ni comida ni medicamentos ni insumos ni nada.

Desde 1960, como plantea el memorando Mallory, y luego refrendó de manera creciente el bloqueo de EE.UU., hacer que por hambre y necesidades nos levantemos contra la Revolución y quienes la dirigen, es una fruta madura que nunca les caerá en las manos.

Hay responsabilidad en nuestros propios errores al acometer acciones en pos de superar ese ariete opresor, pero pese a que no se cumplieron muchas expectativas, nunca esa ejecutividad se ha enfocado en la renuncia a los más elevados objetivos de justicia social que animan estratégicamente el proyecto socialista.

Claro que el desgaste resulta visible y doloroso: la emigración, el desencanto, la cada vez más pobre competitividad del sector estatal de la economía, la baja cobertura de importantes servicios, el enriquecimiento de los negociantes mientras la mayoría no llega a fin de mes; todo ello ha hecho mella en las convicciones de algunos (mucho más de lo esperado), aunque casi todos sabemos que la vuelta atrás es imposible, porque multiplicaría exponencialmente esas carencias, y añadiría nuevas.

Puede que nos falte la luz eléctrica casi hasta lo impermisible, pero otras luces nos alumbran el entendimiento: conocemos la historia, y vemos la actualidad de los pueblos que sufrieron el colonialismo (y hasta la agresión) y no han logrado revertir sus secuelas. El fomento de la cultura nos permite ir más allá de las necesidades para adentrarnos en las esencialidades. La soberanía, la plenitud creativa, la herencia patriótica nos sitúan de parte de lo justo, por muy utópico que parezca.

Además, tenemos el argumento de los bienestares alcanzados años atrás, cuando el bloqueo operó con menos saña y el poder unívoco y tiránico de la superpotencia hallaba importantes muros de contención en la existencia de un campo socialista. Y también en los días de acercamiento diplomático durante la era «preTrump».

No debe haber penumbras en nuestras certezas, aunque las razonemos en medio de la oscuridad. Las acciones en materia de educación han formado profesionales competitivos, y si bien es triste que en muchas ocasiones sus rendimientos no se recojan en este país que los formó, existen también ejemplos de lo contrario. Nos quedan profesionales cuya claridad, por muchas limitaciones que los perturben, devuelve lo recibido con resultados apreciables; los ejemplos más evidentes: el desarrollo de la biotecnología, la sabia eficiencia del personal de la Salud, y también, por qué no, la creatividad y entrega de los trabajadores y técnicos del sistema eléctrico, que tanto empeño ponen jornada tras jornada en la búsqueda del milagro de la iluminación.

Aunque no aporten bienes materiales de consumo, las amplias plataformas de influencia de los sistemas educativo y cultural se mantienen incólumes; es cierto que no se alcanzan los niveles de inicios del siglo, pero ninguna institución se ha cerrado definitivamente, y en algunos renglones se muestran crecimientos cualitativos. Todos sabemos que en ese terreno se hallan las mayores potencialidades para superar con inteligencia las más agudas crisis…

Parece que por un tiempo más seguiremos con apagones, pero hay una nueva política, ya en marcha, para superar la contingencia energética. En ese sentido operan, fundamentalmente, los cambios en la matriz generadora; pero también un nuevo orden económico internacional en ciernes, con China y Rusia como principales baluartes solidarios en la filosofía de la colaboración y la complementariedad.

Vamos sembrando el país con paneles solares, que no debemos ver como un paliativo; las perspectivas son de lograr estabilidad en la generación de energía. La inversión extranjera también concretará importantes proyectos a mediano plazo, que apuntan al mejoramiento y modernización de las formas tradicionales. Nosotros, no solo con esas perspectivas, sino también sabiéndonos en el camino justo, vivimos «de cara al sol» fabuloso de la Isla y la solidaridad. Y al sol que por dentro ilumina nuestras convicciones. Un buen día —lo espero con ansias— les diremos adiós a todas las penumbras.

(Tomado de La Jiribilla)

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