Ciertas casualidades ocurren por algo, como si quisieran resaltar la grandeza de días inconfundibles, de momentos trascendentes o distinguir a quienes han construido su propia historia y defendido la de su pueblo. Hay coincidencias «misteriosas» que enaltecen el alma y enlazan acontecimientos que no merecen separarse, como las que han sucedido en Cuba, sobre todo, un domingo.
Y era domingo cuando la justicia hizo coincidir el ataque al Moncada con la excarcelación de Fidel y el grupo de asaltantes, tras la amnistía general el 15 de mayo de 1955. También cuando el 21 de septiembre de 1958 comenzó el Congreso Campesino en Armas dirigido por Raúl, y el 17 de mayo de 1959 cuando Fidel firmó la Ley de Reforma Agraria en La Plata.
La historia parece saber lo que hace y existen otros hechos que aunque distanciados resulta evidente cuánta armonía, sabor a libertad, a principios, hay entre ellos: el 16 de abril de 1961 Fidel define el carácter socialista de la Revolución Cubana, y el 15 de febrero de 1976 fue sometida a referendo popular la primera constitución socialista de la República.
Pero, si fuera poco, el 18 de marzo de 1962 una multitudinaria concentración aprobó la Segunda Declaración de La Habana. Entonces el líder histórico de la Revolución afirmó que «la Patria no trabaja para hoy, la Patria trabaja para mañana. Y ese mañana llena de promesas no podrá nadie arrebatárnosla… porque con la entereza de nuestro pueblo la vamos a conquistar».
Y fue domingo también cuando ese pensamiento y la fórmula del amor triunfante, del patriotismo, la justicia y la urgencia han unido más que nunca a un pueblo que salió a las calles a manifestarse en contra de las burdas, vandálicas y perversas provocaciones orquestada por grupúsculos contrarrevolucionarios. Lo hizo porque está en juego su Revolución y hay que salvarla.
Una nación inmensa y viva demostró este domingo en toda la geografía que nadie podrá sembrar en esta tierra la desunión, el caos, la incertidumbre, la confusión, la desesperanza, una idea que tiene mucho que ver con el anhelo del Gobierno norteamericano de provocar un estallido social en nuestro país y destruir la Revolución.
En circunstancias como estas, nadie debe olvidar que la guerra no convencional y el golpe blando han estado siempre en la estrategia imperial contra Cuba y es lo que utilizan en estos momentos, sobre todo, desde las redes sociales, para tratar de confundir, y, por eso, siempre diferenciaremos a los revolucionarios verdaderos de los mercenarios, anexionistas, de los que defienden una Cuba con Estados Unidos.
Como ha dicho reiteradamente nuestro Presidente y se ha evidenciado en estas horas cruciales nuestra lucha siempre será desde el diálogo, la justicia y la inclusión con los que están a favor y también con los que no lo están. «Nosotros no llamamos al pueblo a enfrentar al pueblo. Nosotros hicimos un llamado al pueblo a defender su revolución y sus derechos, y el pueblo apoyó.
«Nosotros no hemos alentado a nadie desde las posiciones de fuerza o violentas. El pueblo fue a discutir y a argumentar, pero lo enfrentaron con violencia, y el pueblo se defiende y defiende sus derechos», afirmó este lunes el mandatario al comparecer junto a integrantes de su equipo de Gobierno en la televisión y la radio cubana en transmisión conjunta.
A toda esta farsa se enfrenta nuestro pueblo, y lo hace «con mucha serenidad, con inteligencia, pero sobre todo con mucha convicción y con amor». Con convicción por la Revolución, por lo que hacemos, porque sabemos que, aunque tenemos que perfeccionar nuestro socialismo, es la mejor salida que tenemos y no la que nos quiere imponer.
Esas coincidencias de nuestro andar, dejan claro el mensaje: este es un pueblo que está fundido en su trabajo, en su heroísmo y tiene una juventud que se manifiesta, que denuncia, que sale a las calles para que nadie se equivoque; porque como dijo Fidel en el acto central por el aniversario 35 de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 4 de abril de 1997: «Es la hora de salvar la Revolución, de salvar la patria, de salvar el socialismo, de salvar la independencia del país, y con esos valores no se juega ni se puede jugar, ni podemos permitir que se juegue». Esta ruta hermosa de casualidades nadie la podrá borrar.