Yolanda Gutiérrez Argüelles. Autor: Dayam González Publicado: 18/11/2024 | 09:46 pm
IMÍAS, Guantánamo.— Diecinueve. Esos son los días que este martes, justamente, Yolanda Gutiérrez Argüelles se convirtió en salvavidas de sus vecinos. Aunque quedan atrás las horas más amargas, todavía no puede olvidar la madrugada del 21 de octubre último, cuando las intensas lluvias cambiaron la naturaleza de Imías en un monstruo voraz. «Los recuerdos son tan desgarradores, tan sensibles, que no salen de mi mente, a cada instante vuelvo a ellos», dice.
A la joven dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en ese municipio guantanamero, que sufrió los embates del huracán Oscar, la conocí hace unas semanas, cuando estuve de recorrido por las zonas golpeadas por el ciclón. Su nombre y el de muchos jóvenes se repiten con admiración y agradecimiento entre la gente humildísima del pueblo, no solo por lo que hicieron aquella madrugada, sino por lo mucho que hacen en tiempos de recuperación.
Cuando conversas con Yolanda descubres que está impactada. «Me desempeño aquí como primera secretaria de la UJC hace más de un año y desde que se activó el Consejo de Defensa Municipal nos pusimos en alerta, pero esto fue algo que no esperábamos en esa magnitud», narra, mientras recuerda que todo se hizo más difícil, en particular alertar a la gente, porque en ese momento todavía estaban sin energía eléctrica debido a la desconexión del Sistema Electroenergético Nacional.
«Yo misma me había vinculado con la difusión del estado del tiempo mediante visitas a comunidades aisladas, la evacuación de personas mayores, los recorridos a hogares vulnerables… Y hasta tomamos la iniciativa de andar con un megáfono por las calles de este municipio. Nos faltaron algunas, pero en casi todas estuvimos.
«Fueron días duros, porque al no tener electricidad y vernos con los megáfonos, las personas, incluso, no lo asimilaban de la mejor manera, pero tuvimos la fortaleza y lo hicimos. De no haber actuado con premura, la realidad hubiera sido peor».
Yolanda respira hondo. Su rostro no esconde la tristeza. Toma aire y continúa contando: «Desde el Consejo de Defensa seguimos, minuto a minuto, la trayectoria de Oscar. Cuando empezaron los vientos a arreciar todo el mundo se sorprendió y más cuando comenzaron las lluvias y las inundaciones. Sabíamos que iba a llover ba, estábamos preparados para ellas, para posibles inundaciones, pero nunca pensamos que iban a tomar ese curso.
«Ya sobre las diez de la noche los vientos eran mucho más fuertes y nos empezamos a preocupar más, porque no estaba sucediendo lo que se había previsto. Entonces los teléfonos comenzaron a sonar insistentemente. A seguidas entró la primera llamada de que ya el río estaba inundando las casas de las personas», detalla Yolanda, a la vez que asegura que es difícil contarlo, pues recordarlo es traumático, es como si lo estuviese viviendo de nuevo.
—Entonces, ¿qué hicieron?
—Salimos con el megáfono en un jeep por toda esa calle (se refiere a la zona de Educación), porque las personas estaban durmiendo, cuando algunos se despertaban ya tenían el agua casi sobre la cama y subimos por toda esa parte con el megáfono sacando a la gente, llamando a las personas para que salieran a ayudar a sus vecinos, apelando a la solidaridad. Iba subiendo el agua muy, muy rápido; y había hasta deslizamientos de tierra.
«Las personas estaban en shock, inmóviles. Todavía hoy muchos siguen así. Yo rescaté a un anciano que estaba solo en su casa y no encontraba la manera de salir. El agua le daba por el pecho y estaba muy asustado. También logramos evacuar algunas de sus pertenencias: el frío, el televisor… Él no quería dejar nada y cuando logramos protegerle lo fundamental, recuerdo que nos dijo: “Pero yo no me voy”.
«¡Te podrás imaginar! A nosotros se nos vino el mundo encima, porque ya la situación era muy caótica. Y al decirnos aquel señor en ese momento que no iba a salir, tuvimos que contactar a las autoridades del Ministerio del Interior para que nos ayudaran. Luego fuimos para otras casas y seguimos «fajados» hasta que logramos sacar a mucha gente para un lugar seguro. Yo creo que las personas ni cuando tuvieron la urgencia se concientizaban de la magnitud de lo que estaba ocurriendo».
Los jóvenes de Imías han entregado todas sus fuerzas a la recuperación del municipio. Foto: Dayám González
—¿Qué sucedió al regresar al Consejo de Defensa?
—Entrabran llamadas incesantemente a los teléfonos fijos, a los móviles, de aquí, de allá... Recuerdo que me llamó una joven, quien fuera funcionaria de nosotros, de aquí de la UJC, que me dijo: «Yolanda, mis niños…». Al escucharla fue como si perdiera las fuerzas… Fue muy difícil todo. La madrugada entera, entera, entera, fue una llamada tras otra. Al volver a las calles, cuando quisimos pasar con los camiones «triple» era imposible, se nos apagaban porque el río estaba muy crecido y no nos dejaba avanzar, parecía un mar.
«En medio de esa situación llegaron algunos jóvenes al Consejo de Defensa y nos dijeron: “¡Estamos aquí, secretaria! ¿Pa’ dónde es que hay que ir?” Y se iban con nosotros, con los militares que estaban allí también. Otros se integraron a los diferentes lugares donde se necesitaba apoyo, aunque sufrían en carne propia los efectos del huracán, pues habían tenido que resguardar a sus familias. Eso me recordaba que no estaba sola y que juntos íbamos a la pelea; a pesar de sus propios problemas, ellos se dedicaron a salvar a los demás.
«Recuerdo que como a las cinco de la mañana nos dijeron que había que ir a evacuar el policlínico Ciro Frías. Nos movimos para allí, pero cuando llegamos ya no era agua, sino una mezcla de fango. El agua rompió las puertas y levantó camas, utensilios médicos… Había que tener mucho cuidado para evitar un desastre mayor; pero pudimos rescatar a las personas con el fango aquí (señala a la cintura) y llevarlos hacia un sitio seguro.
«Eran embarazadas, niños, ancianos, pacientes que se encontraban en terapia intensiva. En sus miradas había terror, pánico…. Prácticamente tuvimos que cargar a algunos. Ver en sus ojos la sensación de estar a salvo, vaya… no tiene precio. Ya cuando logramos sacar a las personas regresamos».
Con una humildad señorial no se cree «tan heroína», porque dice que solo trató de evitar que los suyos, esos que la vieron crecer, tuvieran una tragedia. Fue al final de la tarde de ese 21 de octubre gris cuando Yolanda, y parte de su equipo, logró cambiarse la ropa mojada. «Temblaba porque me había pasado toda la noche con esas ropas así mojadas y llenas de fango. Las vecinas que viven cerca del Consejo de Defensa nos dieron hasta ropa, para entonces el río no nos dejaba pasar para volver a nuestras casas».
—Y cuando amaneció, cuando bajaron las aguas y pudieron caminar…
—Fue un amanecer muy triste y te podrás imaginar cuando las personas vieron cómo estaba Imías… Nosotros pensamos que iban a haber muchos muertos. Lo que más nos impresionó fue que nada más hubiera uno solo, pero realmente la capacidad que tuvimos de organizarnos y de socorrer a las personas fue lo que ayudó a evitar males mayores… Yo no se lo puedo explicar. Vivirlo creo que es lo único que pudiera demostrar lo que se hizo por salvar a tantas personas.
«A nosotros realmente nos ayudó que no se cayó la cobertura durante ese período, porque si no, esto hubiera sido tremendo. Mientras sonaban los teléfonos nosotros decíamos: Bueno, esas son las personas que pueden llamar ¿Y las que no pueden llamar? Por eso era que creíamos que iba a haber más situaciones graves. Hay que reconocer a la Jefa del sector militar, una mujer que con su equipo se movió para todos lados, existió mucha unidad en nuestro Consejo de Defensa Municipal, que estuvo ahí donde hizo falta, ante cada situación de peligro… De verdad yo todavía hablo de eso y se me eriza el alma».
—Y dicen que tú y la Cordinadora Municipal de los Comité de Defensa de la Revolución, Kaliannis Columbié Londres, hicieron un equipo que estremecía hasta los hombres…
—(Se ríe) Es verdad. Los hombres nos decían: ustedes son tremendas, es verdad que ustedes tienen una fuerza... Porque pa’ donde había que ir, nosotras íbamos y les servíamos de ejemplo. Cuando ellos veían la voluntad que nosotras teníamos se quedaban asombrados. Era algo que no te dejaba pensar en otra cosa. Tantas personas llamando necesitadas de ayuda no nos dejaban pensar en otra cosa. Era salir a socorrer a esas personas. Fueron momentos que yo no voy a olvidar jamás.
«Muy inspiradora resultó la presencia de Anisley, la jefa del Sector Militar, ascendida recientemente a coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Su firmeza y su decisión de avanzar en medio del diluvio, verla activa al frente de su equipo de jóvenes oficiales, sin miedo, fue un verdadero ejemplo de liderazgo. Ella es una Mariana de estos tiempos, que nos dio más fuerzas para seguir en el rescate de las personas».
—Yolanda, ¿y tú familia en medio de todo eso?
—¡Imagínese!, tengo dos niñas: Ana Lía y Ana Laura, las que había dejado a buen resguardo con mi suegra, porque mi esposo también es integrante del Consejo de Defensa. Cuando vi esta situación tan dramática, llamé a mi suegra. No le dije lo que estaba sucediendo, pero la alerte: «No te duermas, por favor, no te duermas, es lo único que te pido».
«Ella preguntó, qué estaba pasando y le respondí que nada, nada, que todo estaba tranquilo, que estábamos trabajando, y el río estaba subiendo. Le reiteré que no se durmiera, porque decirle lo que estaba sucediendo realmente era volverla loca, era difícil. El apoyo de ella fue vital».
El día de nuestra visita a Imías su gente se enfrascaba en la recuperación. «Aquí las labores no terminan», me dice Yolanda y lo confirma la gente tratando de salvar lo poco que le quedó e intentando devolverle su paisaje a Imías. Al recorrer las calles vimos a muchos jóvenes ayudando a las familias más necesitadas, recogiendo escombros en las instituciones… Muchos dicen que la juventud está perdida, pero esos no la han visto enfrentarse a situaciones como esta.
«El trabajo con la juventud es fundamental, puesto que son el futuro de la Revolución, pero a la vez difícil, por los retos de esta etapa que les ha tocado vivir; no obstante, muchos están a la vanguardia y acometen las tareas que se han propuesto.
«Para mí es un orgullo pertenecer a esta generación. Tendré siempre la satisfacción de haber acompañado a los jóvenes de mi tierra en las acciones de salvamento aquella noche trágica. Ha sido duro, aunque a la vez aleccionador, vivir esta experiencia, una contingencia que nadie olvidará. A las personas cuando caminamos por las calles nos dicen: en tantos años, en 60, 80… jamás habíamos visto esto, y los jóvenes han estado ahí dando su paso al frente.
«Ya en la recuperación, cuando entramos al policlínico fue duro ver cómo quedó después de nosotros habernos metido ahí aquella noche. La primera brigada que entró a recuperarlo fue de jóvenes, porque había que devolverle la vitalidad a los servicios. Después llegaron refuerzos. Fueron muchos días de trabajo duro, pero recuperamos el policlínico, esa fue nuestra primera meta.
«Durante estos días, también como delegada de mi circunscripción, hemos visitado y escuchado a muchas familias. Duele cuando llegamos a los lugares y están las personas sin nada, porque llovió muchísimo en muy poco tiempo. Es doloroso. Y en medio de todo emociona y alienta escuchar a las personas explicando que lo principal es que estamos vivos. Y siempre dándose ánimo y dándonos a nosotros también».
Yolanda estudió la carrera de Gestión de Información en Salud después del 12mo. grado, pero al culminarla no había ubicación y comenzó a trabajar como bibliotecaria en el sector educativo, ahí llegó a ser secretaria del comité de base de la UJC, organización a la que había ingresado desde los 14 años de edad.
«Aunque después me gradué de la licenciatura en Gestión Sociocultural para el Desarrollo, me he dedicado al trabajo profesional de la UJC», afirma la joven quien dirige con orgullo no solo a los 834 militantes de Imías, sino tambien a niños, adolescentes y jóvenes, y afirma que le «gusta estar en el momento preciso, sin dejar nada a medias».
—¿Cuánto significa lo vivido en estos días para ti?
—Esta experiencia es lo más grande en los 33 años que tengo. Decía: ya no soy cardiópata, a mí no me va a dar un infarto, yo no padezco del corazón. Porque realmente tengo insuficiencia cardiaca y a mí todo eso se me olvidó. Sentíamos como una adrenalina, una fuerza que nos sobrepasaba.
«Esta vivencia nos demostró que tenemos un reto y es fortalecer nuestra preparación ante este tipo de eventos meteorológicos. No podemos confiarnos nunca más. Aprendí que para tomar de decisiones no siempre hay que esperar indicaciones, hay que correr el riesgo. Fue grato sentir que lo hicimos bien, salvamos vidas en una situación muy compleja.
«Ahora seguimos con nuestros procesos y tareas en la UJC, pero sobre todo, ayudando en la recuperación porque todavía nos queda una gran meta: tenemos que restablecer nuestro municipio. Lo vamos a ir haciendo poco a poco, con el concurso de todos, incluso se van sumando los afectados. Ellos han ido recuperando sus casas y se han ido incorporando con nosotros. Si la vida nos impone otra experiencia tan o más desafiante que esta, la enfrentaremos mejor preparados. Los jóvenes estamos dispuestos a lo que sea».
Yolanda asegura que le gusta estar en el momento preciso, sin dejar nada a medias. Foto: Dayám González