Transformar estilos de vida hacia mejores formas de gestión desde la comunidad no es el último grito de la ciencia; ya lo han experimentado con éxito asentamientos en varios puntos del planeta y el denominador común siempre fue, es y será la participación ciudadana.
Sin este vínculo se pudieran transformar la calidad de las estructuras, los colores de las paredes y el estado de las vías; se puede mejorar las comunicaciones y hasta implementar nuevas y variadas ofertas de bienes y servicios, pero siempre será una intrusión si se hace desde lo externo, sin tener en cuenta lo que los residentes quieren o sienten al respecto.
También puede resultar engorroso, como es el caso que inspira estas letras, que los residentes no se sientan motivados a participar, y por ende acepten cambios que los «de afuera» acometen y, en el peor de los casos, que además, los critiquen.
La comunidad rural La Reforma, a poco más de 30 kilómetros de Nueva Gerona, fue la seleccionada en Isla de la Juventud para iniciar las transformaciones económico-sociales que incluyen lograr el autoabastecimiento y nuevas formas de gestión de la vida desde la participación. Sin embargo, hasta el momento ese proceso no ha sido todo lo exitoso que la estrategia previó.
Todos los días llegan a ese poblado personas de otros lugares para pintar, construir, sembrar, chapear, organizar… ¿Y los de allí? Porque al menos los que se acercaron a la comitiva del Gobierno que pulsaba el avance del proyecto, solo emitieron quejas. No escuché a ninguno ofrecer conocimientos o habilidades para vincularse, apoyar, sugerir…
En esa actitud pudiera gravitar también un proceso de mala comunicación con los habitantes, un diagnóstico superficial de las potencialidades humanas y hasta una deficiente identificación de los líderes informales, tan útiles en cuestiones de hacer más por todos.
No obstante, en algunas áreas sí se observa avance. Personas como Genito Arias, uno de los productores de avanzada de la Cooperativa de Créditos y Servicios Sabino Pupo, anclada en esa comunidad —dicho sea de paso, destacada en la emulación Aniversario 60 de la Anap— exhibe resultados admirables y continúa el trabajo para ampliar y mejorar sus capacidades.
Pero una golondrina no compone el verano. Y no basta que se movilicen los CDR, la FMC, las empresas representadas allí y el resto de las organizaciones de masas y políticas. Urge que los residentes también sumen sus brazos y su mente a ese proceso. De lo contrario, se seguirán organizando cruzadas y movilizaciones masivas, utilizando transporte, consumiendo combustible… y no se verá un final feliz.
Lo que se imponga —en el mejor sentido de la palabra según el caso— no tendrá el mismo impacto que si la nueva imagen sale del empeño de quienes la vivirán.
Entonces sí, hasta el ambiente se hace más liviano y la «cosa» avanza más rápido, porque cuando se mejora con sudor propio es más fácil sentir la felicidad de haber trabajado para conseguirlo, y esa precisamente es la meta de una comunidad donde las familias asumen responsabilidades por su propio bienestar y el de los demás a partir de la capacidad colectiva.
¿Es mucho pedir? Creo que no. El territorio y el país necesitan menos observadores y más protagonistas atrevidos, como convoca la campaña de participación social del Gobierno pinero. Reaccionemos, todavía hay tiempo.