Este día, la plaza de la Patria, de Bayamo,no fue la misma. Tampoco otras a lo largo de Cuba. No habíalos ríos humanos de otro tiempo, los colores desbordados de cada Primero de Mayo.
No vimosa los niños en los hombros de los padres, ni a los abuelos con la garganta llena de verbos, ni el galope de iniciativas de antaño… tampoco la fiesta al ritmo de una orquesta de las buenas.
Sin embargo, la pandemia no pudo arrebatar las banderas colgadas en los balcones, los conciertos del rojo, el azul y el blanco en nuestra ropa, el aplauso por los que han luchado y luchan por la vida en centros de aislamiento, hospitales, zonas de riesgo…
No pudo evitar que recordáramos a los mártires de Chicago, ni logró que olvidemos que Cuba sigue luchando contra las bombas silenciosas del bloqueo, y en pos de ordenar su economía y el futuro.
Esta vez la plaza se mudó a los portales, vivió en los carteles escritos con lo que se pudo, en los mensajes sentidos en las redes.
Yusmely Soto, una abogada de 41 años, apenas pudo dormir porque Carlitos, su retoño de cuatro abriles, la desveló esperando el momento para levantar el estandarte, el instante supremo de gritar: ¡Viva Cuba!
«Estuvimos juntos en su primer añito y también en el segundo.Desde que se generó está situación no ha podido ir a la plaza, pero estas dos veces en que no ha habido desfile, ha seguido hablando de la bandera y el cartel. Siempre me emociono al verlo», dice ella.
Ese deseo de estar en la plaza se replicó y multiplicó en otros duendes como Carlos. Ellos no entendieron mucho de pandemias, pero sí vivieron la felicidad de hacer flotar una bandera, de gritar una consigna, de enseñar un cartel referente a Mayo y a la Patria.
Nuestra plaza, como otras, fue ahora diferente. Pero desde los escenarios que la sustituyeron continúanos hablando del peso del trabajo, del valor de los que batallan por solucionar los problemas sociales y se convierten cada día en orgullo de la patria. Desde ella, convertida en casa,gritamos otra vez, con el corazón:«¡Qué hermosa es Cuba!»