Lo que mi generación vio en años como una posibilidad remota en la historia de Cuba y aquel llamado a «ponerse las pilas» para ser la primera que tendría que asumir el desarrollo de nuestra sociedad después de la que lideró el triunfo de la Revolución, se confirmó cabalmente el lunes último cuando el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, fue elegido como Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista.
Esa realidad que veíamos lejos, ya llegó y, por tanto, salvar, perpetuar, desarrollar y perfeccionar la Revolución es una tarea que tenemos que hacer en condiciones muy difíciles, y con ello asumir todos los procesos económicos y sociales que ha vivido —y seguirá viviendo—, pues los nuevos hombros de hoy con la guía y el aliento de Fidel y de Raúl, resultan clave para construir la Cuba que soñamos.
Lo sucedido cuando concluyó «el proceso de transferencia paulatina y ordenada de las principales responsabilidades a las nuevas generaciones», ya había empezado a vivirse desde hacía un tiempo y no es solo resultado de un proceso de elección… hay mucho de deber, de simbolismo, de salvaguarda, de conquista; tampoco es obra de la casualidad ni de la improvisación, como ha dicho en más de una ocasión, el propio General de Ejército Raúl Castro Ruz.
Fue él mismo quien preparó, condujo y lideró este proceso de continuidad generacional. Y sabemos que lo ha hecho con osadía, lealtad, entereza, humildad, sencillez, sinceridad, valor, consejo…, sin apego a cargos y responsabilidades, lo que demuestra que nada ni nadie podrán derrumbar el templo de la fe en la continuidad que se ha construido hasta este momento.
Quizá por eso, al pronunciar su discurso como Primer Secretario del Comité Central del Partido, Díaz-Canel aseveró que «por mérito propio, por legitimidad y porque Cuba lo necesita», nuestro Raúl «será consultado sobre las decisiones estratégicas de mayor peso para el destino de la nación». Así padres e hijos seguiremos juntos conduciendo la Patria, siempre con optimismo, fe en la victoria y la resistencia que hemos aprendido en estos años, convencidos que todo ha de consumarse ahora en el dia a día, a golpe de entrega y con sensibilidad absoluta.
Esa continuidad de la que tanto se ha hablado también tiene que comenzar a madurar en las demás estructuras del Partido, el Estado y el Gobierno en los municipios y provincias, sin precipitaciones e improvisaciones, porque como señaló Raúl en el Informe Central del 8vo. Congreso del Partido, «no podemos dar por cumplido este estratégico frente de trabajo».
A los que por ignorancia o mala fe dudan de lo que pueda hacer esta generación, la que hoy conduce la Revolución, le recordamos lo que nos dijo el General de Ejército en el 9no. Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuando aseguró que los jóvenes revolucionarios cubanos comprendemos perfectamente que para preservar la Revolución y el Socialismo y continuar siendo dignos y libres tenemos por delante muchos años más de lucha y sacrificios. Eso, no lo olvidamos.
Fue ese el sentimiento que plasmó también Díaz-Canel cuando declaró que la Generación del Centenario del Apóstol puede afirmar «que la Revolución no termina con ella, porque logró formar nuevas generaciones igualmente comprometidas con los ideales de justicia social que tanta sangre ha costado, de los mejores hijos de la nación» y lo que «tenemos por delante, desafiándonos continuamente, es una obra heroica, descomunal».
Por eso, mientras escuchaba a Raúl leer el Informe Central al Congreso y aseverar que concluía su «tarea como Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba con la satisfacción del deber cumplido y la confianza en el futuro de la Patria», pensaba en la canción El último mambí que le dedicó el cantautor Raúl Torres en 2013, cuando el mismo hombre con modestia, confianza en los jóvenes y en el porvenir de la Revolución, puso en manos de Díaz-Canel, que es decir de los continuadores, la responsabilidad de Presidente del país.
Ahora, como en aquel entonces y como afirma en uno de sus versos el autor de Cabalgando con Fidel, Raúl —como la generación fundadora de la Revolución— puede irse feliz «confiado de que no serás el último mambí, confiado porque hay millones de brazos con sus machetes aquí…» y por mostrarnos «que el poder tan solo se creó para hacer bien a los demás».