Detrás de la jocosidad de quienes hoy «se burlan» mediante memes y escritos humorísticos de la COVID-19 en las redes sociales, no solo subyace la intención de hacer reír, sino también de contribuir a la educación de otras personas.
Por eso me sumo a la tesis de la antropóloga barcelonesa Anna María Fernández Poncela, para quien la risa es tan buena para la vida y la salud como para la educación, porque nunca somos tan serios como cuando nos tomamos en broma asuntos tan peligrosos como este virus, cuya letalidad supera el cuatro por ciento de los pacientes detectados.
Solo observar esa información da escalofríos, no sé si a usted le pasa lo mismo, pero cuando leo las risibles publicaciones en las redes sociales sobre este coronavirus, siento que, sin dejar de preocuparme, mi mente se relaja un poco, y mientras río, aprendo y me doy cuenta de que esas personas (las que publican los memes) también sienten temor, pero desde la risa encauzan mejor el problema.
Por ejemplo, la colega pinera Yuliet PC convocaba a los fans de La Yuli de Cuba a esperar por sus orientaciones para satisfacer sus deseos, y cito: «A todos los que están en cola para besarme, por este medio se les comunica que a partir de mañana solo señitas... yo quiero la corona, no el virus... ¡si algo yo les aviso!».
Otro usuario publicó que de tanto lavarse con cloro le apareció en la palma de una mano «el chivo» de un examen que realizó en 1981, sin ponerse a pensar en las consecuencias de un acto deshonesto que, a pesar de los años transcurridos, sigue siendo refutable.
Algunos son más provocativos, como el del periodista Francisco Rodríguez Cruz, quien publicó que había soñado con Trump afectado por la COVID-19 y que el interferón cubano le salvaba la vida.
También se puede leer —y reír mientras reflexionas— si en la pantalla aparece un meme que dice estar «extrañando aquellos tiempos en que estornudabas y te decían “¡Salud!”, mientras que ahora lo menos que te espera es: “¡Fuera de aquí!”»... Y si sigo, no me alcanzaría el espacio.
Lo interesante de estas historias es que las personas aprenden más rápido lo que por otros medios les cuesta más asimilar. Un viejo conocido me contó una vez que a lo mejor un día no recordaría el contenido de una clase, pero siempre tendría presente la forma en que la impartió el profesor, y ese es uno de los valores que, desde mi modesta opinión, tiene el sentido del humor de estos internautas: que consolidan el conocimiento y la precaución ante esta peligrosa amenaza mundial.
Si usted todavía no lee alguno de estos chistes salubristas en su muro de Facebook, o no ha publicado uno, vuélvase creativo y tire la primera piedra. Así sentirá que también está aportando a la prevención desde la risa, esa que tanto mejora la objetividad a la hora de plantear problemas, ahuyenta pensamientos negativos y proporciona fortaleza para enfrentar contratiempos.
Expertos en sicología lo confirman: reírse con el problema —no del problema— aleja las preocupaciones, atenúa el miedo, tributa confianza y hace más proactivas a las personas, al tiempo que ayuda a transformar sus pensamientos y genera cambio en sus reacciones y actitudes.