El bloqueo de Estados Unidos a Cuba es como una gigantesca ola que se estrella contra el potente y simbólico Morro de La Habana, que ha resistido el embate de malos tiempos y ataques de piratas desde su construcción en el siglo XVII, y sigue firme ahí, como lo hace el pueblo de la nación caribeña desafiando la guerra económica, comercial y financiera que le impone Washington desde hace 60 años.
Una expresión parecida publiqué en mi cuenta en Twitter hace pocas horas, algo así como un símil, para recordarle y reiterarle a la Casa Blanca que con su política absurda de cerco y agresiones nunca podrá amilanar a la mayor de las Antillas.
Lejos de ello, la actual administración de EE. UU. lo que se está ganando es un aislamiento internacional cada vez mayor, y es sabido por todos que hoy el presidente Donald Trump tiene escasos «amigos», y los pocos que le quedan están malparados.
La sin precedentes agresividad del régimen de Trump hacia el mundo en general, y en particular hacia Cuba, recibirá de seguro otro contundente guantazo, cuando los días 6 y 7 de noviembre venidero se debata y someta a votación en la Asamblea General de Naciones Unidas (AGNU) otro proyecto de Resolución de rechazo al bloqueo de Washington a la Isla caribeña. Por 28 ocasión consecutiva, EE. UU. sufrirá la vergüenza de la derrota en la sede de la AGNU en Nueva York porque la comunidad internacional es consciente que el cerco mantenido a los cubanos es ilegal, cruel e injusto.
Pero, además, esa conducta belicosa y fracasada de su vecino del Norte afecta no solo a la nación caribeña y sus habitantes, sino también los intereses de muchos países, y más aún tras la puesta en vigor de la Ley Helms-Burton, y su «afamado» capítulo III, que arrecian el bloqueo.
Por supuesto que la Casa Blanca y el Pentágono harán todo tipo de presiones y maniobras macabras, entre ellas, la expulsión reciente de dos diplomáticos cubanos de Nueva York, con el objetivo impedir su augurado revés.
Sin embargo, de poco le valdrán sus viejas y bien conocidas patrañas, porque la razón está del lado de Cuba y los Estados miembros de la ONU nuevamente impondrán justicia con sus votos.
Los representantes de Washington volverán a estar sentados en el banquillo de los acusados, y sus eventuales pretextos para mantener su guerra contra la Mayor de las Antillas se estrellarán ante una fortaleza de la dignidad como el bellísimo Morro de La Habana, la capital de todos los cubanos.
(*) Embajador de Cuba en Gambia