Cuando uno va de visita a cualquier ciudad que no conoce, uno de los principales consejos que recibe siempre, es que intente conocer los lugares más relevantes, con la intención de conectar de alguna forma con esa alma que posee en cada rincón del planeta.
A los que van de turistas les resulta algo natural, pero si resulta que la razón principal del viaje es el trabajo, es un poco más complicado. No obstante, siempre se encuentra una porción de tiempo libre que permita caminar las calles y confraternizar con el ambiente que nos rodea.
Por estos días Lima es una ciudad que invita a enamorarse de ella. Las banderas rojiblancas son parte de las galas que pueden verse en cualquier sitio, y que funcionan como un par de brazos abiertos que reciben a la familia panamericana.
La Perla del Pacífico es ahora mismo una de las doncellas más pretendidas de todo el continente. A ella se han trasladado alrededor de 8000 atletas, más entrenadores, médicos, árbitros, federativos y periodistas de diferentes países, todos decidodos a conquistarla con sus hazañas deportivas.
No ha importado demasiado el frío clima, poco característico de unos juegos usualmente veraniegos. Dieciséis grados centígrados pueden pasarse por algo cuando la afición local ofrece el calor y el respeto hacia los atléticos visitantes.
La gente da la bienvenida con entusiasmo a todos aquellos que están identificados como participantes del evento multideportivo. A los cubanos específicamente se nos trata con un cariño especial. Será que muchos no han olvidado todavía que fue la Mayor de las Antillas una de las primeras naciones que envió ayuda en 1970, cuando sucedió el terrible terremoto y aluvión que afectaron a Áncash y Yungay, respectivamente.
Es normal que los mayores sean los más calurosos con la representación cubana, pero resulta que también los más pequeños se encuentran imbuidos por el espíritu de hospitalidad para con los extranjeros, incluidos aquellos que portamos en nuestras vestimentas la bandera de la Estrella Solitaria.
Hace un par de días, mientras caminábamos por el mercado La Rambla de San Borja, situado muy cerca del centro de prensa, un niño se acercó a varios de nosotros. El chico posiblemente habrá imaginado que éramos deportistas, al vernos identificados con los uniformes de la delegación. No obstante, cuando le respondimos que éramos periodistas de Cuba, no demostró incomodidad ninguna. Como respuesta, nos regaló una sonrisa y nos deseó suerte.
Aquel es sólo un ejemplo de cómo se va sintiendo crecer el ánimo en la también conocida como Ciudad de los Reyes. Incluso sin encender todavía la enorme antorcha del Estadio Nacional, todo parece listo para que estos juegos sean una experiencia que perdure en la memoria y el corazón de todo un continente.
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