A estas alturas no resulta desatinado asegurar que uno de los desafíos inmensos de la nación sigue siendo encontrar las fórmulas de la constancia, esa que de una vez por todas impida que el brillo de la excelencia se volatilice.
Esta afirmación renace ahora, a días del 26 de Julio, porque si hay una época en que multiplicamos motores y refulgencias, es precisamente esta. Claro, el sueño está en lograr esa primavera creativa eternamente. En la vida real aquel «Siempre es 26», acuñado con tino hace mucho, debería convertirse en todo tiempo en filosofía y mensaje de convocatoria perenne, no un eslogan circunstancial.
Tampoco deberíamos conformarnos con el buen número económico ni con un acto a plaza llena, ni siquiera con la imagen mejorada para la fecha sagrada. Deberíamos ir por más en el día a día. Lo verdaderamente importante, por encima de campañas, es lograr la motivación colectiva, algo difícil en tiempos de estrechez en los bolsillos y otras numerosas dificultades.
Ahora mismo, mientras redacto, me viene a la mente la historia de Granma, que este año mereció la sede de las actividades centrales por el Día de la Rebeldía Nacional. Cuba entera sabe que hace lustros —en épocas en que se celebró el anterior 26 en esa tierra—, la provincia vivió, con el apoyo material del país, una mágica efervescencia, una marejada real que admiraba a forasteros y aun a sus propios protagonistas.
Su gente sintió en la profundidad de sus almas que en el fragor del combate cotidiano, en el hacer y crecer constante, se habían ganado un 26, no solo un acto. Después —también se conoce— el entusiasmo colectivo decayó por diversas razones; y si bien hace un tiempo se retomaron «métodos y estilo de trabajo», todavía falta para alcanzar aquel maravilloso torbellino popular.
Quizá las palabras que mejor reflejen la esencia del asunto —válidas para todas las provincias—, las pronunció un dirigente una década atrás: si alguna vez la mayoría del pueblo no siente que en el diarismo se construye un 26, dejaríamos de obtener la victoria.
¿Por qué hay sitios en los que las grandes masas impulsan, tejen el futuro y hacen, mientras en otros lugares, con las mismas dificultades, la dejadez parece ganarle al entusiasmo? ¿Los sistemas de trabajo pueden sobrepasar los nombres o cargos y hacerse duraderos en el tiempo? ¿Cómo es posible, en medio de las contrariedades, lograr «realizaciones concretas»? ¿Cómo explicarles a las personas que el 26 está por encima de las colas y las carencias?
Son preguntas que estallan ahora, con un sinnúmero de interpretaciones y respuestas, que nos demuestran la necesidad de seguir estudiando, sin empirismo, la sicología popular, los mejores resortes para estimular la creativad y la resistencia, las fórmulas particulares de cada rincón para llegar a la citada constancia, esa virtud de la que tanto nos ha hablado Raúl y en fechas más recientes nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel.
Al final, Cuba entera necesita vivir en perenne 26, enlazada a la tenacidad. Necesita que el aliento martiano de victoria, que inspiró a la Generación del Centenario, viva en cada corazón y cada frente, se haga latido y obra en todas las fechas del calendario.