Telesur es una bandera incómoda en el costado del Norte. Legado de Chávez, flamea en el mundo como un atrevimiento, una audacia mediática, un desafío. Sabe meterse por la ventana de los receptores, cuando las grandes corporaciones de la televisión por cable lo bloquean o censuran, siempre en nombre de la libertad de expresión. En Estados Unidos, el imperio lo excluye de la tan esgrimida Primera Enmienda.
Es una extraña victoria del Tercer Mundo en materia comunicacional, algo digno de estudio e investigación académica, si la academia no le tuviera tanto miedo a Chávez. No es fácil hacerse aldeano en la aldea global de McLuhan. Telesur lo logró. No fue un camino expedito. De la censura, el veto y la persecución han conocido sus corresponsales. En Colombia, su logo fue empleado por el Estado en operaciones militares (caso Ingrid Betancourt), colocando al canal en medio de un conflicto armado.
Detrás de Telesur hay una historia de fracasos e intentos fallidos en el propósito del Sur de tener voz, ojos y oídos propios en el mundo. De la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información (Alasei) queda el nombre y algunas tesis de grado. No le fue mejor al pool de agencias nacionales de información. Ni los países petroleros, con todo su músculo, pudieron mantener su Agencia de Noticias de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opecna).
Con tales antecedentes, el lanzamiento de Telesur fue recibido con escepticismo de un lado y sorna del otro. No pocos huracanes ha soportado el canal. La caída de los precios del petróleo de cien a 20 dólares el barril; la restauración de la derecha en Brasil, Argentina, Ecuador; la agresión imperialista contra Venezuela desde el Gobierno de Barack Obama hasta el de Donald Trump, son algo más que ondas tropicales. Y Telesur allí, bajo las tempestades.
Esta semana México premió al canal por su cobertura de las migraciones de Honduras hacia Estados Unidos. También se le pudo galardonar por sus trabajos en Libia, Siria, Gaza, los insumisos de España o los chalecos amarillos de Francia. Pero quedémonos en la patria grande y felicitemos a Patricia Villegas y a todo el equipo que, con Mario Benedetti, nos permiten decir que Telesur logró «lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el Sur también existe». (Tomado de Cubadebate)