El viejo y sabio bosque, personaje en una fábula del brasileño Paulo Coelho, quedaría sin motivos para la ironía ahora mismo en Cuba. La peculiar tendencia de los seres humanos a seguir el camino trillado, sin crear alternativas, y sin preguntarse si esa es la mejor elección, ya no sería la moraleja en la historia del famoso escritor después de los resultados del 24 de febrero último.
Los cubanos nos dimos una nueva Constitución y, en consecuencia, una ruta prometedora en el difícil camino del socialismo del siglo XXI, pero tal como advirtieron muchos en las vísperas del mayoritario Sí, hacerla prevalecer requerirá de la convergencia de tres voluntades: la política, la institucional y la ciudadana.
Los profesionales de la prensa pública del país también depositan muchas esperanzas en esta Constitución, que no solo refrenda la libertad de conciencia y pensamiento —ya recogida en la de 1976—, sino además el derecho a recibir información veraz y oportuna y a la libertad de prensa, todo lo cual requiere, como en otros ámbitos, de disposiciones legales que tendrán como antecedente, adicionalmente, la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno aprobada en 2018, la primera de esa naturaleza después del triunfo de la Revolución.
Se conectan especialmente así, en las vísperas del próximo 14 de marzo, Día de la Prensa Cubana, las ansias profesionales, gremiales y políticas expresadas en el 10mo. Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) con las de los ciudadanos que exigen una prensa atemperada a las complejas realidades nacionales y las coordenadas de la Ley de leyes.
Desde el punto de vista político está servida la mesa para avanzar hacia la meta fundamental fijada por el 10mo. Congreso de la UPEC: la fundación de un nuevo modelo de prensa pública para el socialismo cubano. Este, pese a las distorsiones, subvaloraciones y maledicencias que afronta, cuenta ahora con el espaldarazo ofrecido por la mayoría de quienes asistieron a las urnas, los que concordaron en que los medios fundamentales de comunicación no pueden ser, en ningún caso, objeto de otro tipo de propiedad que no sea la social o de las organizaciones políticas y de masas.
Sin nihilismos, negaciones o precipitaciones vergonzantes, la prensa pública, como la sociedad cubana en general, debe encontrar soluciones a sus problemas estructurales. Entre los desafíos básicos está dibujar un nuevo tipo de relación entre el sistema de instituciones públicas y el sistema de medios públicos, para superar el modelo de alta dependencia institucional y de fuertes mediaciones externas por otro de autorregulación, como fue defendido por el ya fallecido Doctor en Ciencias de la Comunicación, Premio Nacional de Periodismo José Martí y expresidente de la UPEC: Julio García Luis.
Lo anterior sería el preámbulo para abrirse a cambios en los modelos de gestión editorial y económica de los medios. En el primer caso la mayor urgencia es encontrar el equilibrio justo entre las agendas política, pública y de los medios y entre los discursos y las estéticas de los medios tradicionales y digitales en la llamada era de la convergencia. Se trata de dar mayor relevancia a las preocupaciones e intereses de las audiencias en los más diversos soportes y defender el ejercicio de la crítica, para que los medios puedan jugar su papel de informadores, formadores y movilizadores de la conciencia social, así como de contrapartida y contrapeso.
En este caso resultan relevantes los pronunciamientos políticos en el sentido de que los medios de comunicación deben formar parte de los mecanismos de rendición de cuenta de las instituciones públicas a los ciudadanos, o lo que es lo mismo, de las formas de control popular. Todo lo anterior afianzaría la credibilidad y el grado de autoridad y ascendencia de los medios públicos frente a unas audiencias cada vez menos homogéneas y más atomizadas ante la multiplicidad de canales comunicacionales.
Desde el punto de vista económico, la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno viabiliza renovadas posibilidades. Aunque se establece que la forma básica de sostenibilidad económica de los medios sería el presupuesto del Estado se incluyen, como en otros sectores, las formas presupuestadas con tratamiento especial y hasta la posibilidad de crear empresas públicas de comunicación.
Es preciso reconocer que no se justifica una dependencia absoluta de los medios públicos del presupuesto del Estado, condenándolos a persistentes carencias desmovilizadoras, cuando estos tienen posibilidades de generar ingresos, como ocurre en otras partes del mundo y demuestran modestos proyectos que tienen años de prueba en el país.
Estudios indican que la demanda y el consumo de servicios mediáticos y de productos culturales y creativos aumentan exponencialmente en el mundo, catapultados por los medios electrónicos y la telefonía móvil. Adicionalmente, los productos y servicios generados son un potente vector del desarrollo social y cultural, debido a su doble naturaleza económica y cultural, al proporcionar un cauce que propicia la expresión creativa, la experimentación y el espíritu emprendedor, reconoce la Unesco.
Precisamente es ese el espíritu que requerimos para comenzar a despejar el bosque y, en contraposición a la fábula de Coelho, que este sonría, pero asombrado por lo prometedor de los caminos que abrió la nueva Constitución a la prensa pública cubana.