Si la corrupción fuera un oficio, entonces sería, junto a la prostitución y el robo, uno de los oficios más antiguos del mundo. Desde que el hombre se empezó a organizar en sociedades, la corrupción existe. Quizá, aunque hay pocos datos y fuentes para afirmarlo, aquellos hombres que habitaban en las cavernas también la practicaban, quizá se robaban entre sí los productos de las cacerías.
La sociedad romana, por ejemplo, era corrupta de principio a fin y de arriba a abajo. En aquella sociedad abarcaba todos los segmentos de la misma. Los senadores, los administradores, los militares y el pueblo en general eran, en mayor o menor grado, una partida de corruptos. Sobran los casos, en la historia de aquel imperio, aunque algunos eran juzgados y otros no. Es casi imposible encontrar un país donde ese mal social no haya echado raíces. Aunque no creo que esté probado, parecería que el hombre en general lleva en su ADN esos genes que lo inclinan hacia lo corrupto. Hay que recordar que toda regla tiene sus excepciones, por lo tanto, existen muchos seres en este mundo en que vivimos que, aunque posiblemente tengan dentro de sí ese gen, no se rinden ante la inclinación de corromperse.
Cuando salí de Cuba rumbo a México en una noche de enero de 1962, lo hice acompañado por varios compatriotas que como yo abandonábamos el país en forma definitiva. De La Habana volamos a Mérida, en donde hicimos una escala técnica y de ahí, al Distrito Federal. Cuando estábamos cruzando la aduana, nuestro pobre y ligero equipaje fue completamente registrado. Como yo apenas llevaba una pequeña maletica con unos cuantos trapos, pasé sin ningún problema, sin embargo, uno de mis acompañantes llevaba cuatro cajas de tabacos las cuales quería vender para buscarse alguna platica para subsistir. De las cuatro cajas que llevaba, dos fueron confiscadas por el funcionario que lo atendía en aquel momento. Sin inmutarse, el corrupto aduanero mexicano le dijo: «te dejo pasar dos, pero me quedo con las otras dos». ¡Qué desparpajo! hubiese dicho un famoso periodista cubano. A aquel hombre ni tan siquiera le dio por cuidar la forma, todo lo hizo a lo descarado, aunque bien pudo haber dicho que dos cajas las confiscaba el Estado.
Esa fue la primera vez que conocí la corrupción reinante en aquel querido país. En varias otras ocasiones, y por motivo de mi trabajo, pude comprobar que aquel hecho que ocurrió en el aeropuerto aquella noche no era aislado, sino que era un simple ejemplo de hasta dónde estaba arraigado ese mal en la sociedad mexicana.
Saco a colación la corrupción en México, ya que hace solo unos pocos días estuve viendo el discurso hecho por Andrés Manuel López Obrador en su toma de posesión de la presidencia de aquel país. En realidad, fue un magnífico discurso, lleno de nuevas propuestas, de ideas renovadoras, de promesas encaminadas a adecentar el Estado y por ende sus instituciones. AMLO, como comúnmente se le conoce, es un hombre lleno de ideales, una persona honesta, que se propone erradicar de una vez y por todas la profunda e inmensa corrupción de la sociedad mexicana. ¿Podrá lograrlo? Han sido muchos años de impunidad en donde los políticos se han vuelto millonarios haciendo negocios y robándole al erario público, donde los empresarios se han enriquecido más dejando de pagar los impuestos correspondientes al Estado, en los que el pueblo común ha visto cómo los camajanes del empresariado y de la política han aumentado sus fortunas de forma ilegal sin que jueces, policías y militares totalmente corrompidos hayan sido procesados por la justicia.
La corrupción institucional es solamente uno de los problemas que debe enfrentar AMLO durante su mandato, quizá le sea el más fácil de resolver. La violencia pública, los secuestros, los asesinatos, los carteles del narcotráfico, etc., están a la orden del día.
Los capos de la droga manejan miles de millones de dólares y están en mejor posición que los colombianos, ya que tienen el mejor mercado del mundo a solo unos pocos kilómetros de sus guaridas. Con los millones de dólares compran y corrompen, tanto a las autoridades, como a la gente común. No veo la forma de que el nuevo Gobierno pueda liquidar totalmente el narcotráfico. Podrá liquidar a uno que otro capo, pero si liquidan a uno, pueden salir cinco más y mientras exista el mercado tan inmenso que hay más allá de la frontera, no creo que exista la forma de liquidarlo.
Nadie debe dudar de que este buen hombre que hoy llega a la presidencia de México va a hacer todo lo humanamente posible por adecentar aquella sociedad, pero no le será muy fácil hacerlo.