¿Cómo dudar del peso de las ciencias en la contemporaneidad? Cada parte de nuestras vidas tiene algo que ver con ellas, motor impulsor para el progreso y hacer prosperar proyectos de relevancia. En ese sentido, los Juegos Olímpicos no son la excepción.
En todas las ediciones de estos eventos deportivos apreciamos la imprescindible contribución de las ciencias al éxito de las competencias. La aplicación de diferentes investigaciones se conecta con la lucha antidopaje, con formas de mitigar la contaminación ambiental y sus impactos, o con el mero anhelo (científico) de conocer las increíbles capacidades del ser humano y los modos de acrecentar un rendimiento deportivo —sin dopaje— orientado a batir marcas mundiales.
No escapan otras voluntades sustentadas en las ciencias, como evaluar e interpretar las complejas relaciones entre atletas y entrenadores, y hasta qué punto el número de medallas ejerce influencia positiva en el orgullo de una nación.
Se han recogido trascendentes resultados científicos afines a los Juegos Olímpicos, como sucedió en Pekín durante el año 2008, cuando se evaluó el impacto que para la salud de las personas tienen las restricciones especiales impuestas durante los juegos, a propósito de los contaminantes del aire.
En los actuales Juegos de Río, todo indica que los principales temas de investigación científica han sido el impacto del virus del Zika, el dopaje y la contaminación ambiental.
El primero de estos temas ha suscitado gran preocupación, si se tiene en cuenta la impresionante atención mediática ante un supuesto riesgo de adquirir la infección por atletas y visitantes.
Apoyada por varias investigaciones epidemiológicas, la información vertida sobre el asunto ha permitido afirmar —con razonable seguridad— que el riesgo adicional de diseminación mundial del zika que supone la celebración de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río 2016 es mínimo.
De igual modo, ya se sabe que el peligro individual que deberán asumir atletas y visitantes de una posible enfermedad, por esta causa, es muy bajo. Se estima que asisten al suceso olímpico unos 10 500 atletas y 500 000 visitantes; y que solo uno de cada 32 000 personas podría enfermar por el virus.
¿Cuáles fueron los principales fundamentos para llegar a esa conclusión? La ciencia salvó esta celebración, al demostrar que el evento deportivo supone tan solo una mínima fracción del total de desplazamientos desde y hacia zonas actualmente epidémicas. Más del 99 por ciento de los viajes a zonas de riesgo de adquisición de casos de la enfermedad del Zika se realizan con independencia de los Juegos Olímpicos. Otra razón es la época de celebración de la lid, la cual se corresponde con el invierno austral, cuando disminuye de manera significativa la densidad de mosquitos.
A este tema se suman otros como el del posible desarrollo de técnicas de estudios de ADN, similares a las que se utilizan en las investigaciones de Criminalística, para detectar si un atleta ha sido transfundido con sangre de otra persona, con el fin de incrementar su rendimiento (una de las formas de dopaje).
Otro tema es la contaminación. La población de esa urbe carioca es de unos 11 millones de habitantes y preocupa sobremanera la contaminación del aire y de las aguas; pero nuevamente, con el apoyo de la ciencia, se han hecho en este aspecto importantes avances en Río de Janeiro con vistas a los Juegos Olímpicos.
Se han acometido diversas acciones para el logro de una exitosa competición. Cuando nos sentemos a presenciar los eventos deportivos, tal vez dediquemos un momento a pensar en cómo el conocimiento aportado por las ciencias está en todos los ámbitos y crea condiciones favorables para llevar adelante, con éxito y algo de tranquilidad, nuestra compleja y apurada vida contemporánea.
*Doctor en Ciencias. Especialista de segundo grado de Medicina Interna.