Una de las carreras más espectaculares y mediáticas del Campeonato Mundial de Atletismo ha sido la de los 100 metros planos. Ver en acción a Usain Bolt, considerado el mejor corredor de todos los tiempos, volvió a ser una experiencia de absoluto asombro.
Este deportista se ha ganado la simpatía de muchos, y no son pocos los epítetos para referirse a él, como El rayo Bolt, El marciano, El extraterrestre, Usain de oro, El fenómeno… En mi opinión, el calificativo que mejor se le amolda es el de Rey de la velocidad. Desde su debut vencedor en las pistas, durante 2002 y a sus 16 años —en el Campeonato Mundial juvenil de Atletismo celebrado en Jamaica—, Bolt no ha dejado de ganar títulos en sus principales pruebas: 100 y 200 metros planos, sin olvidar el relevo 4 X 100.
En su palmarés deportivo descuellan las medallas doradas agenciadas en Juegos Olímpicos (años 2008 y 2012) y Campeonatos Mundiales de atletismo (años 2009, 2011, 2013 y ahora, 2015), junto con tres récords mundiales. Sus premios son asombrosas hazañas, en que centésimas de segundo pueden determinar marcas cada vez más impactantes.
Conozco a alguien que jocosamente indicó en un foro que a Bolt solo le falta correr de espaldas mientras obra la magia de ganar a sus contrincantes. Ahora, en Beijing, China, el triunfo de Bolt echó por tierra vaticinios nada favorables que algunos expertos habían destinado al bólido de las distancias cortas.
En el jamaicano confluyen más de un mérito: entre los más veloces del hectómetro, él ha sido de los raros casos —hasta hoy— que no ha deslucido con escándalos de dopaje. Tal limpieza despierta la admiración de millones de seres humanos en el mundo.
Los científicos no están a la zaga en sentimientos de admiración y de asombro si de la velocidad de las piernas de Bolt se trata. De hecho, son muchos los que se sienten tentados por conocer cuáles son los límites físicos del ser humano.
Por eso es esperada la publicación de disímiles estudios que buscan dilucidaciones en relación con un éxito que parece ser innato. Ya han quedado atrás las ideas de que el origen de «esta fuerza» es una cuestión puramente genética; actualmente se recurre a la ciencia para encontrar explicaciones diversas.
En agosto de 2013 se divulgó en la revista médica de acceso libre Plos One un trabajo donde investigadores británicos y norteamericanos concluyeron que el éxito de los corredores jamaicanos radicaba en la simetría de sus rodillas.
Previamente, en el año 2010, en otra prestigiosa publicación —Journal of Biomechanics—, científicos británicos atribuyeron el éxito de Bolt a su estatura. Los autores destacaron que él, con 1,95 metros de alto y 96 kilogramos de peso, difiere de los demás competidores, quienes poseen tallas menos notables. Esta característica le permite al Rey de la velocidad dar pasos más largos que los que pueden lograr sus competidores.
Así se ha contado que en una distancia de 100 metros, después de la fase de aceleración, Bolt alcanza la meta con menos pasos (aproximadamente 41) que sus contrincantes (tienen como promedio 45).
Según los científicos referidos, junto al desarrollo muscular alcanzado con el entrenamiento, esta pequeña diferencia en la distancia de los pasos hace que se consiga una mejor eficiencia biomecánica, mientras el corredor logra aplicar una fuerza ligeramente mayor sobre el suelo.
Todo lo dicho nos lleva a una reflexión alentadora: Usain Bolt es sin dudas un atleta talentoso para correr, con un gran desarrollo físico y, especialmente, con una gran disciplina. Tomar como paradigma a este ser que parece de otro mundo nos da idea de cuántas hazañas potenciales acompañan a nuestra especie y de cuántas grandezas, en el bregar diario, podrían marcar nuestras vidas.
*Doctor en Ciencias Médicas y especialista de Segundo Grado en Medicina Interna.