Hay derrotas que se festejan. Uno pierde y se ríe. Y no es locura mía. Nada de eso. El mundo anda patas arriba, y mucha gente solo piensa en ganar y ganar, en el placer de imponerse al otro, de dejarlo sin aliento; se jacta de la victoria, sea como fuere.
En el deporte mercantilizado es donde mejor se expresa esa filosofía. Y también en las formas poco éticas de hacer política. Porque cuando los hombres buscan todo lo que los une, lo que los hace dialogar y entenderse, por sobre las lógicas diferencias, entonces, tanto en el campo de juego, como en el que se deciden los destinos de la Humanidad, no hay derrotados, solo vencedores.
Y eso es lo que promueve Cuba con tantos entrenadores y profesionales de la cultura física colaborando en la América Nuestra, estrellas que alguna vez fulguraron en el firmamento deportivo, o especialistas formados para ayudar a que niños y jóvenes transiten por las anchurosas avenidas del ejercicio físico, a sabiendas de que un día, atletas de esas naciones podrían arrebatarnos (si es que debe calificarse así) medallas en competencias internacionales.
Y ya lo van haciendo. Si antes Cuba era la reina de los Juegos Centroamericanos y del Caribe (JCC), ahora ha de correr más fuerte, porque un gran pelotón de amigos viene a paso doble, casi pisándonos los talones. Y nosotros, felices de que así sea.
Preferimos mirar el asunto desde otro ángulo. Es también nuestra obra, el aporte a que la América que late al sur del Río Bravo no vaya al concierto deportivo universal a ver cómo las potencias se reparten las medallas, sino que pueda ganarlas, y sentir su himno en los estadios, como muestra de que ellos existen.
Quedan pocas naciones del área donde no haya habido un entrenador cubano puliendo «diamantes», educando, formando hombres y mujeres de bien. Lo mismo sucede en México, nuestro principal rival en los próximos JCC, que en Haití, Ecuador, Argentina o Brasil. Y qué decir de Venezuela, allí son miles los profesionales del deporte que trabajan con denuedo para que el ejercicio físico le gane la partida a las drogas, la violencia…
Y Cuba disfruta cuando los hijos de los pueblos hermanos se yerguen en los grandes escenarios competitivos, crecen saludables y cambian la filosofía de ganar a expensas de todo, por la de entrenarse todos los días para ser mejores. Cuba siente como suyas esas medallas también.
Algún día, quizá más temprano de lo que algunos imaginan, todas esas preseas vayan a la cuenta de la misma Patria, esa que poco a poco forjamos en América Latina y el Caribe, y que nos hará más fuertes, más competitivos.
El deporte —ya sea el béisbol, el fútbol o el atletismo—, como las artes, la historia, la lengua, es una de las fortalezas de Nuestra América. Formemos, pues, a los campeones. Y gocemos juntos sus éxitos.