Caracas, Venezuela.— Nuevamente este país estuvo en vilo durante varias horas. El miércoles por la noche, en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, el presidente Nicolás Maduro presentó su Memoria y cuenta del año 2013, sin dudas el más difícil de la Revolución Bolivariana.
La nación, que siguió el acontecimiento en cadena de radio y televisión, estaba a la expectativa por varias razones. Primero, porque era el primer informe de balance del mandatario, apenas nueve meses después de haber asumido el cargo; segundo, porque varios medios de comunicación habían adelantado, con sus «bolas de cristal», un grupo de medidas catastróficas para la economía venezolana, que incluían la devaluación de la moneda (el bolívar) ante el dólar estadounidense.
Sin embargo, el Jefe de Estado pasó la prueba inicial de su primera Memoria y cuenta con buenas calificaciones, y ninguno de sus anuncios tuvo la cara monstruosa que pronosticaron los consorcios mediáticos. Su pronunciamiento de que el cambio oficial se mantendrá (6,30 bolívares por cada dólar) fue un martillazo pesado a los agoreros.
Pero el Presidente reveló, además, otras acciones insoslayables en el área económica, declarada —no en balde— la primera prioridad de la Revolución. La desaparición de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) y la absorción de sus funciones por parte del Centro Nacional de Comercio Exterior es una de las de más impacto.
Queda claro que la disposición pretende ir corrigiendo lo que ha sido uno de los mayores problemas económicos del país: el llamado cadivismo, que ha consistido en la asignación de dólares «a ciegas» y el consiguiente nacimiento de empresas de maletín y de actores que han utilizado el dólar barato para imponer después precios abusivos y especulativos a toda la sociedad.
«Ni un solo dólar a alguna empresa fantasma ni entidad financiera que esté investigada por estafa», dijo el dignatario, como expresión tajante de que debe enderezarse esa distorsión, una de las generadoras de la bien llamada guerra económica.
Otro punto trascendental fue la mención de la próxima publicación en Gaceta Oficial de la ley que establecerá como ganancia tope a los productos el 30 por ciento.
Y, sabiendo que, por numerosas razones, la legislación no será tan fácil aplicarla en la práctica, el Jefe de Estado habló de la creación de la Superintendencia de Costos, Ganancias y Precios Justos, que será dirigida por la joven Ministra del Poder Popular para la mujer, Andreína Tarazón.
Claro, el mensaje anual del Presidente no solo se basó en anuncios. Manejó el trascendental tema de la violencia criminal en Venezuela y lo hizo como corresponde: llamando a las fuerzas de todos los bandos a sacarlo de la agenda política, a eliminar el «tirapiedrismo» entre partidos y a no montar campañas con algo tan sensible.
También repasó los aciertos de la modalidad de Gobierno en la Calle (participaron más de tres millones de ciudadanos), las dificultades que enfrenta el país, el dolor generado con la partida física del Gigante Hugo Chávez...
Acaso lo más significativo radicó en lo que muy pocos medios han reflejado: Maduro fue conceptual, hablando de la necesidad de la construcción de un socialismo sin dogmas, exponiendo el papel de las comunas en la nueva democracia, reconociendo las ineficiencias del Estado, alertando sobre las trampas de ir a la ultraizquierda.
Como era de esperar, varias empresas mediáticas en vez de hacer una lectura crítica de las palabras del líder venezolano hablaban de la cantidad de veces que usó citas de Rosa Luxemburgo o de Hugo Chávez. O de la ausencia de su esposa en la Asamblea por enfermedad.
Pero una caricatura publicada en uno de los medios afines al proyecto bolivariano hacía un magistral resumen de las palabras del Jefe de Estado, quien más de una vez exhortó a mirar los días difíciles del pasado y los grandes retos del futuro con los pies puestos en la tierra. Aparecía el rostro del mandatario con la frase: «Tengo memoria... y me doy cuenta».