CARACAS, Venezuela.— Casi todos los ojos del país se posaron en la reunión, que no era un simple intercambio entre paredes, sino un reto, una prueba, un desafío, un acontecimiento inédito y extraordinario para la República Bolivariana de Venezuela.
El miércoles en la noche, a contrapelo de voces belicistas, el presidente Nicolás Maduro recibió en el Palacio de Miraflores a 68 alcaldes de la oposición y a dos de los gobernadores adversos al proceso bolivariano. Solo faltaron al evento —transmitido por la televisión estatal y reproducido por la derechista Globovisión—, siete de los electos el 8 de diciembre (8D) y, por supuesto, el «desgobernador» de Miranda, Henrique Capriles.
Durante casi cinco horas el Presidente venezolano dialogó con ellos, escuchó críticas y propuestas, toleró palabras, esbozó conceptos, reafirmó posiciones.
Ningún analista serio obviaría que esta reunión, celebrada en medio de la compleja situación económica, demuestra la fortaleza de la Revolución, su capacidad de diálogo, la revisión y renovación de sus métodos, y su voluntad de inclusión.
Tampoco debería pasarse por alto que los sectores más recalcitrantes de la derecha que no acudieron al encuentro, encabezados por el propio Capriles, quedaron aislados, entrampados en sus viejos cuentos del «presidente ilegítimo», debilitados, apresados en la incoherencia del discurso, mal mirados por el ala opositora que clama por el entendimiento y no por el golpe.
Es verdad que no faltaron posturas irrespetuosas, como las del gobernador de Lara, Henri Falcón, quien ex profeso dijo más de diez veces «Nicolás» para evitar el término Presidente, y que llegó a tutear al mandatario en un discurso vacío. O las del alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos, que se refirieron, en el colmo del absurdo, a la «xenofobia contra Colombia», y fueron respondidas con valentía y contundencia por el Presidente venezolano.
Pero las intervenciones probaron que, en la mayoría, hay un reconocimiento verdadero al liderazgo de Maduro, al Gobierno y sus instituciones: No fueron pocos los alcaldes opositores que abrazaron, saludaron o felicitaron al Presidente durante o después del encuentro; algunos hasta le propusieron llevar a sus comunidades el Gobierno en la Calle, evidencia más que clara de la validez de esa modalidad.
Por otro lado, el intercambio, corroboró el crecimiento político, la altura moral, la madurez y la visión del Jefe de Estado, quien argumentó, razonó, explicó, distendió y convenció sin sobresaltarse, excepto cuando Ceballos soltó aquel disparate.
«Maduro ha sorprendido a propios y a extraños. Unos cortos meses bastaron para que emergiera el hombre del potencial necesario para convertirse en el líder nacional del chavismo y de quienes no lo asumen también. La derecha local y la internacional han sido las más sorprendidas. Nunca pensaron que un ex chofer de autobús del Metro de Caracas pudiera con el peso de la Revolución y los problemas que creó la derecha: saboteo eléctrico, despliegue de publicidad internacional (...) y lo último: la guerra económica», escribió ayer en el sitio digital Aporrea el columnista Teófilo Santaella.
El Gobierno, más que legitimado con las elecciones municipales recientes, ha seguido colando la pelota del otro lado. Está por verse ahora la respuesta de los «líderes» opositores que no han renunciado a los «atajos», como calificara Maduro a las estrategias desestabilizadoras. Está por verse hasta dónde llega la «democracia» de esa derecha y el deseo de un diálogo sin puñaladas.