El tiempo político de la actualización del modelo socialista cubano ha sido expresamente declarado: sin prisas, pero sin pausas.
En la política, como en las disyuntivas cotidianas de la existencia humana, las disposiciones y los actos de peso mayor casi nadie con un mínimo de sentido común se las tomaría a la ligera.
Pero, al igual que en el concepto anunciado en el párrafo inicial, la sociedad cubana y su proyecto de mejoramiento y superación de la compleja situación actual está debatiéndose entre dos velocidades: una es la forma en la que debe caer el pie sobre el acelerador de las decisiones estratégicas, y otra diferente sobre las que pudieran considerarse esencialmente tácticas.
No es lo mismo decidir un cambio en la política migratoria del país, o en el modelo de gestión de la empresa estatal socialista, que cambiar el precio de los frijoles, la leche, o el café para estimular las producciones.
Si lo anterior es cierto, también lo es que el tema de los tiempos en los diversos ámbitos de la actualización es algo que no debe perderse de vista, porque en ciertos sectores de la sociedad lleva tiempo debatiéndose sobre lo que pudiera llamarse «el problema de las velocidades».
Creo que ya alguna vez narré en este espacio que hace varios años asistí a una conferencia de prensa en la que se anunciaba la siembra —si la memoria no falla—, de alrededor de cinco matas de plátano fruta por habitante en una provincia del país. Años después, recorriendo los mercados, cualquiera se habría percatado de que había muy pocos de aquellos añorados frutos. Al parecer las siembras, en vez de prosperar, parecían haber sido borradas por el tiempo.
Si nos dedicáramos a hacer el ejercicio periodístico de buscar los anuncios de caballerías de café sembradas en el país en los últimos 20 años, quizá descubriríamos que no alcanzaría el territorio nacional para las plantaciones. La triste realidad es que los informes, en vez de directamente, resultaron inversamente proporcionales a la recuperación cafetalera del país.
Entre anuncios y más anuncios no solo se nos fue el preciadísimo tiempo, sino que tuvimos que regresar al café mezclado en la canasta básica.
Y este tipo de dicotomías entre las medidas técnicas, los resultados que arrojan y sus tiempos, no parecen haber desaparecido aún, a pesar del espíritu de la actualización.
Un ejemplo reciente está en la producción lechera del país, que cayó en 39 millones de litros en el 2011 pese a los incrementos en los precios de acopio que habían conducido a un repunte. Lo mismo ocurre en otras producciones agropecuarias como la de carne de cerdo, cuya importancia en la dieta criolla llevó al dúo Buena Fe a considerarlo en su sugerente poética como el «mamífero nacional».
Tal vez alguien considere que ambos renglones no son tan sustanciales después de largos años de presencias, ausencias, precios exagerados…, aunque ignoraría que en estos productos, como en muchos se deciden variantes tan serias como la suerte de la economía y el dilema cotidiano del cubano.
Así que el tiempo no es una variable cualquiera de la actualización. Recordemos que este proyecto de sanación nacional llega tras numerosos años de resistencias y desgastes, y en consecuencia, debemos movernos en una cuerda mágica de velocidades: ni tan rápido que nos conduzca a un accidente fatal, ni tan lentos que nos aleje la meta.
Hay que ser tan prudentes como atrevidos sobre el acelerador.