Los servicios de salud se ven obligados a emplear diversos medicamentos, pruebas diagnósticas y artículos técnicos. Su uso racional, sustentado en evidencias científicas, secunda la labor de los especialistas, en un claro beneficio para los pacientes.
Es una premisa que, obviamente, implica importantes ganancias económicas para quienes producen y proveen las medicinas, los equipos y los insumos médicos. La creciente demanda a nivel mundial mueve grandes sumas de dinero.
Dentro del escenario del mercado libre un sinnúmero de instituciones y personas —de entre quienes lamentablemente no escapan los médicos— participan insertadas en una cultura de utilidades, ventas, competencias comerciales y conquista de clientes, entre otras muchas condicionantes.
Es este un tema del que mucho se habla en los tiempos actuales: «el conflicto de intereses» en la Medicina. Lo podemos definir como una serie de condiciones donde el juicio adecuado del médico, referente a un interés primario (dígase el bienestar de los pacientes o la validez de una investigación), puede verse afectado por un segundo interés (como el beneficio económico). Es de esperar entonces que de esa interacción el enfermo sea quien más lleve las de perder.
No pensemos que ese conflicto solo acontece en el ejercicio de la Medicina. El fenómeno también puede darse en actividades como la investigación, la difusión y la publicación del conocimiento científico, el trabajo administrativo del sector, y otras profesiones.
Grandes problemas éticos relativos a los conflictos de intereses pueden emerger de modo acelerado en el ambiente de mercado libre. Imaginemos a un doctor buscando su propio beneficio —cayendo «involuntariamente» en la seducción—, relegando a planos inferiores el verdadero interés de su humana labor: lograr el bienestar de las personas enfermas que confían en sus servicios y conocimientos.
Si bien es cierto que las industrias farmacéutica y de la tecnología han sido muy valiosas en el desarrollo contemporáneo de las ciencias médicas, no debe olvidarse que las motivaciones y los principios de ambos universos no tienen por qué ser los mismos. La conquista que de algunos médicos hacen ciertos proveedores resulta tema delicado, peligroso y muy complejo, porque intervienen las estrategias de los vendedores y el comportamiento de los médicos, cada quien con sus códigos de ética y sus incentivos específicos.
Ante tal realidad han emergido con fuerza diferentes reclamos. Recientemente en Estados Unidos se han levantado voces y demandas en favor de la declaración pública de los lazos financieros que las industrias farmacéuticas y de equipos médicos sostienen con los galenos. La preocupación está amparada por alarmantes datos como los siguientes:
En el año 2000, en ese país norteño la industria farmacéutica invirtió poco más de 15 000 millones de dólares en publicidad y desarrollo de ventas, dirigidos principalmente a gestos y actos de promoción para los médicos, con una impresionante inversión promedio de 8 000 a 13 000 dólares por médico. Se estimaba, además, que uno de cada cuatro doctores norteamericanos recibía pagos por parte de fabricantes de productos médicos; y que un grupo no desdeñable de ellos aceptaba invitaciones a comidas.
Afortunadamente, en nuestro país no estamos acostumbrados a ese tipo de actuación peligrosamente condicionada. Muchos no concebimos la idea de que un médico, por indicar una prueba o prescribir un medicamento a un paciente, reciba un incentivo monetario u otra dádiva de parte de aquellos que producen o mercadean.
Los principios de nuestro Sistema Nacional de Salud están alejados de ese drama. Los médicos cubanos se han formado en una sociedad guiada por una doctrina humanista donde se pretende garantizar el sano desarrollo de la profesión, de la generación y difusión del conocimiento científico, y de una correcta relación con los pacientes.
En tales circunstancias es difícil que coexistan intereses en competencia como los antes señalados. No haber sido devorados por un afán de ganancias que contamina ciegamente todo cuanto toca, hace que sigamos teniendo al ser humano y su bienestar en el centro de todos los empeños.
*Doctor en Ciencias Médicas, especialista de segundo grado en Medicina Interna, profesor titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana e investigador auxiliar.