Los grandes imperios en la historia de la humanidad suelen derrumbarse provocando de antemano desastres de proporciones incalculables. Esta vez, el colapso que se avecina del imperio norteamericano tiene un efecto aterrador porque podría provocar la desaparición de la humanidad en pleno y sus consecuencias no solo en los hombres y mujeres, sino también en la naturaleza y la propia vida de nuestro planeta.
Hay que tomar conciencia de la gravedad de la situación que se está gestando: se viene generando un proceso que conduce a un colapso de proporciones —como decíamos— incalculables, que afecta no solo la vida del hombre sobre la Tierra sino también la existencia del planeta, es decir, de la naturaleza, de la cual se nutre la capacidad de vivir. Es indispensable encontrar los fundamentos teóricos para su solución.
Estoy en realidad planteando un tema de la práctica y de las exigencias más inmediatas. Recuérdese que Lenin dijo: «Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario»1. Esto lo expresó el hombre práctico más importante de la primera mitad del siglo XX, y digo de la primera mitad porque en la segunda tenemos a nuestro Comandante en Jefe.
Martí, por su parte, expuso ideas y sentimientos similares. La Revolución, pues, tendrá que encontrar la vía necesaria para abordar el destino del hombre y del planeta, para ello, proponemos las siguientes ideas: lo expresado por Lenin y que señalamos anteriormente, y la expresión de Martí «Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre». Les ofrezco, además, las siguientes palabras claves: Ética, Moral, Valores morales o sus designaciones, Conciencia, Principios morales o sus designaciones, Deber ser, Ideales, Capital humano, Humanismo, Actitud y Revolución.
Lo cual nos conduce a buscar las concepciones necesarias para hallar estos caminos concretos de la práctica necesaria y que se revelan en lo que he llamado «cultura de hacer política». Ello consiste, en nuestra opinión, en desarrollar a partir de la filosofía de Martí, de Marx, Engels y Lenin, la ruta hacia la transformación del mundo a favor de la justicia.
Para esto se necesita el análisis concreto de los grandes problemas que tenemos delante y en especial en la fase terminal de una civilización basada en la explotación del hombre por el hombre. Dentro de esto último (habría que) analizar cómo las contradicciones internas del imperialismo están generando tragedias que pueden conducir al fin de la Humanidad.
Todas las grandes crisis en la historia del hombre agudizan las contradicciones de los círculos gobernantes de un sistema dado y en este caso se trata de una que afecta a toda la Humanidad y pone al planeta al borde de un colapso de impredecibles consecuencias.
Debemos tomar muy en cuenta la cultura de hacer política, que puedo sintetizar en una idea clara: radical y armonioso. He ahí la gran dificultad, porque los intereses a proteger en este caso son de toda la Humanidad sin excepción.
No es exigible que todos los seres humanos sepan hacer política como tampoco lo es que sean médicos, ingenieros, abogados o de cualquier otra profesión, pero sí es imprescindible que quienes se dediquen a hacer política profesionalmente posean la cultura necesaria y la capacidad indispensable para ejercerla.
Por eso, siguiendo las ideas de Martí, podemos subrayar que a la vocación de hacer política, especialmente en los revolucionarios, deben añadirse dos cualidades: ser radical y ser armonioso; y además, desde luego, poseer una cultura general integral que postuló José Martí. No encuentro otro modo de enfrentar estas responsabilidades con la patria, es decir, con la humanidad.
1 V. I. Lenin. Qué hacer. Escrito entre fines de 1901 e inicios de 1902. Tomo 6 de las Obras completas, páginas 1 a 203, Editorial Progreso, Moscú, 1981.