El esfuerzo por un tono conciliatorio marcó la segunda ronda del Diálogo Estratégico y Económico entre la República Popular China y Estados Unidos. Los primeros meses de este año fueron complejos para las relaciones bilaterales por una cadena de desencuentros o «decisiones erróneas» de la Casa Blanca que enrarecieron el ambiente, así que este debió ser un tiempo para acortar distancias. Pero Washington, aunque pareciera que hace el esfuerzo, siempre opta por la presión para intentar imponer sus intereses. Esta vez no fue la excepción. Pero no sirvió de nada.
A esta altura, el diálogo era la coyuntura para drenar las heridas, o mejor, para pasar de puntillas por sobre temas irreconciliables y avanzar en lo posible; a fin de cuentas, existen demasiadas interdependencias. Sin embargo, la coyuntura puso otras urgencias en la agenda y la escalada del conflicto en la península coreana centró el debate.
Para la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Cliton, esta fue la posibilidad de regresar a un nuevo «camino positivo» y manifestó satisfacción por los resultados de la cita, aunque ello solo fuera en el discurso público.
El alineamiento de EE.UU. con Corea del Sur —no podía ser de otra manera—, hizo que no faltaran los intentos por «convencer» a China en el marco de la reunión bilateral para que se sumara a la condena contra la República Popular Democrática de Corea, por su supuesta responsabilidad en el hundimiento de un buque sudcoreano.
Beijing, firme en su apuesta por el diálogo en lugar de confrontación en este conflicto, y como principio de su política exterior, hizo un llamado a la calma y aseguró estar «estudiando el caso con prudencia y examinando la información procedente de todos los lados». Con esto dejó claro que no da por ciertas las «pruebas» presentadas por Corea del Sur y, sobre todo, se cuidó de no echar más lecha a un fuego que necesita poco para arrasar. Este viernes, el primer ministro chino Wen Jiabao, durante una visita a Seúl que busca rebajar tensiones, aseguró que su país no apoyará a ninguna de las partes, pero se niega de plano a sumarse a la condena internacional que encabezan EE.UU. y Japón.
China, país con derecho al veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, no está de acuerdo con aceptar medidas internacionales que crucifiquen a Pyonyang, menos si la actual situación de crisis se basa en los resultados de una investigación, cuyas supuestas evidencias le han sido negadas a inspectores norcoreanos y sobre todo, cuyas conclusiones no son aceptadas. La RPDC negó desde un inicio cualquier implicación con el incidente marítimo que ahora mismo mantiene en pie de guerra a toda la península. A pesar de todo, la confrontación aumentó el tono en una de las fronteras más militarizadas del planeta.
En medio de ese panorama, dos actores internacionales de peso como Washington y Beijing tomaron posturas diferentes. Y como quiera, quedó en evidencia que EE.UU., en el actual contexto, no puede usar métodos arcaicos para conseguir sus intereses. Bastaría con dar un vistazo a Afganistán, donde permanecen empantanados.
Por otra parte, el Gobierno chino volvió a dar una lección de firmeza en sus posturas y sobre todo, de responsabilidad con la estabilidad y la paz en la zona.
Mientras EE.UU. realiza maniobras conjuntas con Corea del Sur, con la idea de disuadir a Pyonyang, China puso el freno y optó por la búsqueda del entendimiento. De cualquier manera, con el gigante asiático hay que contar para las grandes decisiones y en este tema en particular se ha ganado un prestigio como importante mediador.
Según trascendió, el diálogo estratégico China-EE.UU. tampoco logró acuerdos sustanciales en el resto de los temas abordados, aunque se anunciaron decisiones relativas al «intercambio entre los pueblos» y el aumento del número de estudiantes estadounidenses en China, mediante becas del Gobierno. No mucho más.
Lo que sí resulta un hecho es que la reunión se convirtió en el gran escaparate para calibrar las posturas de ambas naciones, cada una fiel a su naturaleza. Todos tienen mucho que perder en el conflicto coreano, pero lo más importante es que el mundo ha cambiado lo suficiente. Ya no es posible imponer la «divina» voluntad made in USA.