Las décimas que separaron a Luisa González y al mandatario Gustavo Noboa en la primera vuelta por la presidencia, dieron cuenta de que venía otro pulso reñido. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 12/04/2025 | 08:02 pm
Posiblemente ninguna otra campaña electoral, al menos reciente, haya concitado tantas decisiones que rebasaran el mero proselitismo, como la que ha precedido al balotaje de este domingo en Ecuador.
Las décimas que separaron a Luisa González y al mandatario Gustavo Noboa en la primera vuelta por la presidencia, dieron cuenta de que venía otro pulso reñido ante el cual las encuestas, una vez más, anuncian diferencias estrechas. Solo que en esta ocasión la mayoría apunta a la candidata de Revolución Ciudadana, aunque en la generalidad de los sondeos esa ventaja sea breve.
Tales estimados son consecuentes con la labor desarrollada por González en el tiempo que ha mediado entre una y otra rondas. Y, también, con las malas decisiones del Presidente que aspira a la reelección.
Mientras Noboa ha evidenciado, y reforzado la esencia neoliberal y proestadounidense de su política, Luisa ha ensanchado el diapasón del programa de Revolución Ciudadana para acercar a sectores que no estaban entre los votantes del correísmo. No solo ha sido una buena decisión coyuntural sino, además, algo que el progresismo ecuatoriano necesitaba hace rato… y ojalá mantenga más allá de este momento.
Lo visible, al menos, es que el mandatario «ha trabajado» únicamente para asegurar a los votantes que ya tenía, y que no pueden ser otros que los simpatizantes del capital que pertenecen a su misma y encumbrada clase social.
Del otro lado, Luisa se ha mostrado cada vez más madura como política, con un discurso sincero y ancho dirigido a todos los sectores poblacionales. Ella no ha litigado nuevos votos desde las meras promesas con que, habitualmente, los aspirantes presidenciales buscan adeptos, sino fraguando una comprometida ampliación de las bases programáticas de su movimiento.
También debe reconocerse que los espacios en que se ha abierto camino Revolución Ciudadana —aun cuando no alcanzara hoy la presidencia— no se deben solo a su estrategia.
Los principios antineoliberales de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (la prestigiosa Conaie) y su brazo político Pashakutik, así como su asunción acerca de la necesidad de frentes comunes que bloqueen el paso a la derecha empresarial, no solo propiciaron que su candidato en la primera vuelta, Leónidas Iza, manifestara el respaldo a Luisa y, con eso, le acercara el favor de quienes conformaron los cinco puntos porcentuales que él había obtenido en las urnas.
Más importante que eso es el pacto unitario suscrito por ambas fuerzas, la Conaie y RC, junto a denominados movimientos afines a la confederación indígena.
La firma tuvo lugar durante la Asamblea Popular Plurinacional celebrada hace algunas semanas, y que se erigió sobre los postulados fraguados en el encuentro Unidad de las Izquierdas, un año atrás, acompañado ahora de un pliego de condiciones que la aspirante de RT ha asumido en su plan de gobierno. El rechazo a la minería a gran escala y a cielo abierto es una de las demandas principales enarboladas por la Conaie desde hace algún tiempo.
Luisa calificó de «paso histórico» la conformación de la nueva agenda programática, y destacó que las coincidencias entre el programa de Revolución Ciudadana y el del movimiento indígena junto a los colectivos de la Asamblea Popular Plurinacional, superan las diferencias.
Claro que también es necesario que cierta parte de la ciudadanía logre saltar la valla de los temores infundados, que durante tres mandatos consecutivos ha sembrado la manipulación mediática contra el correísmo.
Como en otros países del cono sur latinoamericano las acusaciones de corrupción sin pruebas satanizaron y persiguieron en Ecuador a los cuadros cercanos al expresidente Rafael Correa y a él mismo, condenado en ausencia a prisión, en tanto la revancha por los cambios sociales y económicos generados durante los gobiernos de Revolución Ciudadana se siguen cebando en quien fuera su vicepresidente, Jorge Glas, igualmente condenado en un juicio que se denuncia amañado, y sobre quien el sistema judicial ha obviado los hábeas corpus y otras medidas que debían suavizar las condiciones en que cumple su condena.
El hecho de que, en las encuestas más recientes, un 17,5 por ciento del electorado haya vuelto a declarar que votará nulo o se manifieste indeciso, indica que, pese a todo, existe un sector que sigue —o seguía hasta el 1ro. de abril— sin decantarse ni por la fórmula progresista, ni a favor de que todo siga como hasta hoy.
Noboa, remando hacia atrás
Los escasos resultados del Presidente en materia de seguridad durante los breves 18 meses para los cuales fue electo —pues su período completó el mandato del dimitente Guillermo Lasso—, lo han empujado a decisiones que no parecen haberlo ayudado en su propósito releccionista.
En medio de una violencia agudizada que sigue ubicando a Ecuador como el país de más alta criminalidad del hemisferio, Noboa insiste en la participación de fuerzas militares extranjeras para su enfrentamiento.
La cuasi militarización de la sociedad como resultado de reiteradas declaraciones de emergencia que ampliaron las facultades de las fuerzas castrenses y la policía para reprimir no ha arrojado logros sino nuevos males, como se desprende de los «excesos» cometidos por esos cuerpos contra la población civil, incluyendo menores de edad.
El futuro bajo la égida noboísta será peor. Solo un sentimiento de desesperación y poca confianza en la reelección puede justificar su anunciada decisión de acudir al ejército mercenario Blackwater, conocido por sus atrocidades en Irak, para socorrer al Estado ecuatoriano en el enfrentamiento a las bandas criminales.
Ello ha sumado preocupación a su deseo de formalizar la apertura de una base militar de Estados Unidos en las paradisíacas Islas Galápagos e, incluso, de reabrir la que existió en el puerto de Manta, que ha dejado un rastro de denuncias sobre abusos de la soldadesca y violaciones a los derechos humanos de la población circundante.
Con ese propósito, y quién sabe si otros, Noboa promete una nueva Constitución que remplace la de 2008, aprobada durante el primer mandato correísta, y que expresamente prohíbe la presencia de fuerzas militares extranjeras en el territorio nacional.
La tapa al pomo en la materia pudo ser su visita de fines de marzo a Estados Unidos, en la que buscó y logró entrevistarse con Donald Trump. Aunque declaró que realizó el viaje como parte de su campaña y que el anfitrión le pidió no dar mucho detalle acerca de lo conversado, el Presidente dijo que hablaron sobre migración.
En vísperas de su viaje, sin embargo, observadores locales especularon que además de la presencia de los marines, Noboa buscaba que Washington denominara a las bandas delincuenciales que operan en su país como terroristas junto al Tren de Aragua, la Mara Salvatrucha y los siete cárteles nacidos en México que están en la lista de Trump, con la consiguiente amenaza que ello significaría para la soberanía ecuatoriana y la ciudadanía, como puede imaginarse, vistos los últimos acontecimientos al respecto.
Pero el propósito del ejecutivo que más rechazo popular despertó fue la intención de vender a una compañía extranjera privada el campo petrolero ubicado en la localidad de Sacha, que se considera el más productivo del país, y cuya materialización habría significado una gruesa raya al tigre de la privatización.
Por suerte para los ecuatorianos que lo repudiaron, la compañía que aspiraba a la compra no pagó la cuota exigida con antelación, y el negocio se frustró.
No obstante, ese paso encendió las alarmas de muchos sectores sociales, como el indígena.
Con la votación de ese domingo se sabrá si aquellas sirenas siguen encendidas, y cuánto pesan en la decisión electoral frente al platillo que ocupa el progresismo en la balanza.