La idea surgió ante la necesidad del Sur y, concretamente, de América Latina, de implementar respuestas propias que la protegiesen de la crisis mundial, justo cuando los ricos recetaban desde el Grupo de los 20 el «más de lo mismo» que habría significado seguir atados a los dictados del FMI y el Banco Mundial lo que, de paso, revitalizaría dos instrumentos del poder en crisis, mientras dejaba a los pobres a merced del dólar en picada. Sin embargo, el SUCRE (Sistema Único de Compensación Regional de Pagos) será mucho más que un blindaje para los países del ALBA.
Concebida como una moneda virtual que sustituya al dinero contante y sonante en el intercambio comercial de los países miembros, el SUCRE será el complemento necesario al desarrollo de nuestros pueblos junto al ya en marcha Banco del ALBA. Mientras este (el Banco) asegure los fondos monetarios imprescindibles para la inversión e implementación de los proyectos grannacionales —que trascienden las fronteras locales para convertirse en programas y empresas de todos—, el SUCRE permitirá prescindir del «metálico» en el intercambio mutuo (léase el dólar), y asumirá la función de una unidad de cuenta común únicamente para las transacciones entre los miembros que mitigará las asimetrías pues, entre otras bondades, permitirá que los menos desarrollados aumenten sus exportaciones. Será una suerte de «comercio en especie» valorado por medio del SUCRE. Progresivamente, el comercio común podrá prescindir del billete verde.
La propuesta fue llevada por Ecuador —entonces aún como observador—, a la reunión extraordinaria del ALBA que tuvo lugar en Caracas en noviembre de 2008, cuando el derrumbe financiero en EE.UU. anunciaba ya la debacle que sobrevenía. Apenas unos meses después, en la Cumbre del ALBA de Cumaná, en abril de ese propio año, el presidente venezolano Hugo Chávez daba a conocer su advenimiento, luego de suscribirse el acuerdo marco. «Nació el SUCRE, primer elemento económico y financiero concreto en la construcción de un espacio regional», anunció. Pocos meses después, en octubre, el proyecto era formalmente firmado en la VII Cumbre de la Alianza Bolivariana de los pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), celebrada en Cochabamba, Bolivia.
El convenio constitutivo describe al SUCRE como un «mecanismo de cooperación, integración y complementación económica y financiera, destinado a la promoción del desarrollo integral de la región latinoamericana y caribeña», y estipula que estará regido por un Consejo Monetario Regional con representación jurídica propia y sede en Venezuela, acompañado de una Cámara Central de Compensación de Pagos y del Fondo de Reservas y Convergencia Comercial.
En declaraciones recientes al colega semanario Opciones, Benigno Regueira, coordinador y representante del grupo de trabajo del Banco Central de Cuba, afirmó que están creadas las condiciones técnicas para el buen funcionamiento del SUCRE, cuya entrada en vigor se espera para enero próximo, luego de conformarse los respectivos comités técnicos en las naciones miembros.
Con el carácter de urgencia que anima a la imprescindible integración regional frente a un mundo en debacle, en menos de un año el proyecto ha tomado cuerpo.
No hay dudas de que es uno de los logros sustanciales del ALBA-TCP en su afán integrador y de independencia, cuando la feliz iniciativa unitaria suscrita por Fidel y Chávez en diciembre de 2004, arriba a su aniversario quinto.