A poco más de un mes de su regreso del exilio, después del Pacto del Zanjón, José Martí acudió al pueblo de Regla para asistir a la fundación del Liceo Artístico y Literario, no por casualidad, el 10 de octubre de 1878, precisamente el día en que se cumplía el décimo aniversario del Grito de La Demajagua.
Llegó invitado por un reglano, Pedro Coyula Rodríguez, a quien conoció en la cárcel de La Habana, donde ingresara el 21 de octubre de 1869 acusado de insulto al Batallón de Voluntarios Primero de Ligeros y por sospecha de infidencia. Coyula se encontraba preso por actividades revolucionarias, estableciéndose entre ambos una estrecha amistad.
En la cárcel también conoció a la patriota Dolores Coyula Páez, la que visitaba a su tío preso y que sintió por el Apóstol gran afecto y admiración.
Al ser posteriormente deportados a España, primero Martí, y después Coyula, mantuvieron vínculos de amistad en la entonces metrópoli.
A Regla volvería José Martí en distintas ocasiones, entre ellas cuando la fundación de Clubes Patrióticos que integraron un Comité Central que presidió. En una de esas ocasiones tuvo a su cargo el discurso central en el acto de apertura de la Sociedad, el 8 de febrero de 1879, en el que al dirigirse «al pueblo de obreros y marinos de Regla», reclamó «por patriotismo y civismo la unión de todos los cubanos».
En aquel histórico discurso sentenció:
«No sé qué tienen estas calles de Regla, que siendo empedradas parece que de ellas brotan flores.
«Cuando se tiene una recia personalidad y una voluntad enérgica, se convierte la noche en día, aquí tenemos el ejemplo.
«Esta Tribuna que nos honra en esta noche, no ha de ser dorada jaula donde se exhiban pájaros cantores, sino altísima tribuna de difícil acceso para la práctica de la verdad».
El primer obelisco a la memoria de José Martí fue erigido en Regla en 1902, obra estimulada por jóvenes liceístas. También el primer homenaje en Cuba a Vladimir Ilich Lenin tuvo lugar allí, en 1924, al dársele su nombre a la colina que se alza a la entrada del pueblo, idea esta del entonces alcalde y directivo del Liceo, Antonio Bosch Riera, que fuera también su principal impulsor.
Cada 28 de enero al obelisco acudían a depositar una ofrenda floral niños y jóvenes en desfile escolar, mientras que a la colina, acudían cada 1ro. de mayo columnas de trabajadores que rendían tributo con sus consignas, pancartas e himnos al fundador del primer Estado de obreros y campesinos del mundo.
Por estas y otras razones, ese pequeño conglomerado que creció al este de la Bahía de La Habana ha mantenido a lo largo de la historia su sentido de identidad, pertenencia y patriotismo.
Con el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, se apoderó del país la dictadura batistiana y con ella la represión y la explotación se hicieron más crueles y sangrientas, así como más descarada y traidora la supeditación al imperialismo norteamericano.
La juventud reglana de aquellos años supo hacer suyas las palabras del Apóstol cuando dijo que «en Regla corrían aires de frutos, aires de buenos, aires de bravos».
Precisamente en el Liceo crecieron física e ideológicamente muchos combatientes reglanos. Entre los mártires de aquella gesta se distinguen dos directivos de la institución, Alberto Álvarez Díaz y Leonardo Valdés Suárez. Decenas de miembros del Liceo sufrieron prisión, otros tuvieron que salir al exilio y muchos, desde las montañas y la clandestinidad, combatieron a la dictadura hasta el triunfo revolucionario.
Desde ese momento y hasta la actualidad, jóvenes reglanos identificados con el Liceo continúan brindando de distintas formas su aporte a la causa revolucionaria.
Ejemplo de ello lo fue Manuel Permuy, deportista reglano que murió al regresar de Venezuela junto al equipo de esgrima del que era comisionado, en el salvaje atentado terrorista contra un avión cubano en Barbados en 1976.
Otros muchos han estado y están presentes, haciendo realidad la solidaridad internacionalista de nuestra Revolución.
Agradecemos a Juan F. Trueba Prieto, historiador del Liceo de Regla por su colaboración