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El dinero manda en el apoyo de EE. UU. a Israel

La Corte Internacional de Justicia se quedó corta cuando dictaminó sobre las operaciones de Israel en Gaza y la acusación de genocidio

Autor:

Juana Carrasco Martín

El caso de genocidio presentado por Sudáfrica contra Israel, respaldado por los hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo y por un buen número de países que emitieron en la Asamblea General de la ONU un rechazo al crimen que el régimen nazi-sionista está ejecutando contra el pueblo palestino, debía tener un veredicto el viernes en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

Ese tribunal de la ONU, que fue presidido por la jueza estadounidense Joan Donoghue, se quedó corto cuando dictaminó que las operaciones de Israel en Gaza podrían constituir genocidio y ordenó algunas medidas cautelares, pero no la principal para detener el crimen, ordenar un alto al fuego inmediato en Gaza, aunque seguirá la investigación. Dos votos «no» impidieron calificar a Israel de genocida, el de la jueza Julia Sebutinde, de Uganda, y el del juez ad hoc Aharon Barak, de Israel.

De todas formas, si la Corte fallaba a favor de la demanda sudafricana, una duda estaba presente: ¿cómo garantizar que Israel obedeciera el veredicto y detenga «la matanza masiva de palestinos en Gaza», un crimen de genocidio fácilmente comprobable y que constituye una violación del Derecho internacional en muchos de sus acápites?

Mientras sigue abierto ese rayo de esperanza, la muerte reina en el pequeño enclave costero bombardeado constantemente y bajo la ocupación militar de las tropas del sionismo. No hay límites para el plan de Benjamín Netanyahu y el gabinete de guerra que, incluso, quieren cada vez más y no se miden en declarar las intenciones de arrasar totalmente y hacer desaparecer una nación, su pueblo, cultura e historia, limpiar Gaza de los 2,3 millones de personas que en ella habitan, la mayoría menores de edad y mujeres.

Sin embargo, el ejecutante israelí no es el único responsable de las matanzas y los desplazamientos masivos. Otro protagonista le brinda las armas utilizadas en el genocidio y hasta la inteligencia para que, junto a los indiscriminados bombardeos, también realice acciones selectivas que agregan aspectos más sórdidos, como la destrucción de hospitales, escuelas, universidades, mezquitas, iglesias, campamentos de refugiados, el aspecto militar del crimen, que va acompañado por el total bloqueo que lleva al campo de batalla a otros jinetes del apocalipsis, el hambre, la sed, las enfermedades…

Hablamos de Estados Unidos, cuyo presidente y sus principales funcionarios intentan engañar al mundo declarando que están por una solución al conflicto mediante dos Estados, e hipócritamente le piden a quien siempre ha sido su aliado mayor en el Medio Oriente que sea cuidadoso y no provoque víctimas civiles, cuando sabe muy bien del brutal genocidio, de la tortura y del robo que ha amparado durante décadas con los vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU a cualquier denuncia sobre Israel, dejando claro que los palestinos no tienen ningún derecho y, por el contrario, son objetivos militares a cercenar. Y Estados Unidos es experto en los inaceptables castigos colectivos…

Joseph Biden no está solo en la elaboración de la aborrecible trampa —y no me refiero al resto de la rama ejecutiva que, por supuesto, sigue su política a favor del Estado sionista—, la gran mayoría del Congreso le acompaña, senadores y representantes de uno y otro partido, porque la plantilla de quienes reciben paga no omite por ser republicano o demócrata. El bipartidismo se expresa en la rama legislativa, con especial unidad cuando se trata de defender a Israel.

Así, dos representantes, Chris Smith, republicano por Nueva Jersey, y Kathy Manning, demócrata de Carolina del Norte, calificaron el bien documentado caso presentado por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia como «extremadamente infundado», y su infame carta dirigida al secretario de
Estado, Antony Blinken, fue respaldada por 148 republicanos y 62 demócratas.

El lobby proisrael y su fuerza en el capitolio

Un revelador elemento fue expuesto, la deshonrosa misiva fue respaldada por el Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (Aipac), y ahí está el meollo de estas posiciones. Aipac es un grupo de presión prosionista, quizá uno de los más poderosos cabilderos en la política estadounidense, que contribuye sin falta y generosamente en las campañas electorales, una práctica propiciadora de la corrupción, de la compra de la clase política para que los legisladores devuelvan el favor desde sus curules con entusiasmo y leyes favorecedoras. Con más de cien mil miembros, la Aipac, que ha tomado posiciones de extrema derecha al igual que el Estado judío, garantiza que las políticas de Estados Unidos e Israel caminen al unísono. Es todo un poder a la sombra, y cualquier político que no apoye tácitamente el régimen de Tel Aviv es catalogado de antisemitismo, una campaña difamatoria con amplia repercusión en los últimos meses para lograr un soporte sin límite a la guerra genocida.

Si se quieren ejemplos recientes de su poder, la congresista de origen palestino, Rashida Tlaib, demócrata de Michigan  (234 por 188 en contra), recibió un voto de censura de la Cámara de Representantes por «promover una retórica antisemita», dijeron, cuando su posición ha sido pedir el alto el fuego en Gaza. En febrero, también por sus críticas al Estado de Israel, la representante Ilhan Omar, demócrata por Minnesota y musulmana, fue destituida del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.

La polémica abarca las instituciones académicas, y Claudine Gay, la primera mujer negra en presidir una de las ocho universidades más exclusivas de Estados Unidos, la Universidad de Harvard, se vio obligada a renunciar con solo seis meses en el cargo, tras semanas de candentes debates, acusada de comentarios antisemitas y de plagio.

Open Secrets, considerado el principal grupo de investigación y transparencia gubernamental de EE. UU. que rastrea el dinero de las contribuciones y su efecto en las elecciones y las políticas, señaló que Aipac es el principal contribuyente a la campaña de Smith y de Manning en el actual ciclo electoral, apuntaba la publicación Common Dreams.

El diario británico The Guardian trató extensamente el tema de quiénes son los partidarios de la guerra de Gaza en el Congreso estadounidense y demostró lo obvio, fueron los beneficiados con las contribuciones proisraelíes —125 000 dólares como promedio— en las últimas elecciones, y aseguraba que entre ellos estaban los demócratas centristas que derrotaron a los candidatos progresistas en las elecciones primarias. Los propalestinos, apenas recibieron 18 000 dólares como promedio de esos donantes políticos.

Aipac no es el único grupo que representa los intereses israelíes dentro de la política estadounidense con financiamientos de campaña, también está la Mayoría Democrática para Israel (Dmfi), aunque J. Street, autodenominado pro-Israel y propaz, ha expresado su preocupación por la crisis humanitaria en Gaza.

Recordemos también que entre los primeros estadounidenses que han denunciado los crímenes del régimen de Netanyahu y han sido más activos en las manifestaciones de calle, están grupos como Voz Judía por la Paz —no es un lobby de presión—, que al protestar en el Capitolio dijeron: «Gaza se enfrenta a un genocidio con pleno apoyo de Estados Unidos y estamos aquí como judíos para rechazar la complicidad y decir nunca más, para nadie».

Esta realidad se corresponde más con las posiciones de los estadounidenses y, según la investigación del Guardian, cuando solo el 17 por ciento de los miembros del Congreso han pedido un alto el fuego o han criticado a Israel, hasta el 68 por ciento de los estadounidenses apoyan el alto el fuego.

Como dice el diario británico, «las próximas elecciones prometen más de lo mismo. Un donante proisraelí supuestamente ya ofreció 20 millones de dólares para respaldar a quien se presente contra la representante Tlaib, la única legisladora palestino-estadounidense del país».

Por supuesto, esto desenmascara la «democracia» estadounidense, la falsedad de sus «libertades» y destaca que la inmensa mayoría de sus cargos políticos se subastan, se compran y se venden…

Parte de la comunidad judía, residente en Estados Unidos, ha clamado por revertir la situación humanitaria del pueblo palestino. FOTO: Courrier International

 

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