El fl ujo de ilegales en la frontera sur de Estados Unidos sigue siendo considerado una avalancha. Autor: Reuters Publicado: 24/04/2021 | 09:45 pm
Setecientos mil árboles se han plantado en México al influjo del presidente Andrés Manuel López Obrador y su programa Sembrando Vida, que ha dado trabajo a más de 400 000 compatriotas. La propuesta que él ha colocado delante de EE. UU. es promover que en los países centroamericanos fuertes emisores de emigrantes —Guatemala, Honduras y El Salvador— se siembren 3 000 millones de árboles más, una misión que generaría otros 1,2 millones de empleos.
La sugerencia es parte del plan con que el mandatario mexicano concreta su visión del asunto, desde un tratamiento integral que se dirige, primero, a las causas del éxodo. Además, AMLO está pidiendo a Biden el otorgamiento de visas de trabajo a quienes accedan a esas labores, de modo de evitar futuros ilegales.
Un reporte de esta semana era explícito para ilustrar algunos motivos por los cuales la avalancha de centroamericanos hacia Estados Unidos aumenta desde que Joe Biden llegó a la presidencia, ahora con la mira puesta en su promesa de que dará un giro a la política represiva de su antecesor, Donald Trump: otro esfuerzo por atemperar las posturas de su país a la realidad del mundo que el otro ignoró, y mejorar la imagen de la potencia para que recupere su lugar «paradigmático» desde lo simbólico.
Según el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), David Beasley, el número de personas en situación de inseguridad alimentaria en el denominado Triángulo Norte de Centroamérica se disparó a ocho millones por los efectos económicos de la pandemia, con respecto al año anterior.
Es una de las secuelas de una crisis económica y social antigua, que la COVID-19 ha agravado. Pero entre el abanico de problemas por los cuales, hace mucho tiempo, los centroamericanos —como otros tantos de diversas regiones— quieren hacer futuro en EE. UU., habría que agregar la carencia de trabajo que conduce al hambre, y la inseguridad que da la misma pobreza y se enseñorea en el istmo como muestra de otra violencia, la social.
El asunto está en el justo medio de las relaciones entre Estados Unidos y México desde que Trump amenazó subir los aranceles de los productos que México vende en el mercado estadounidense, si no detenía el flujo de ilegales.
Fue así como Trump dejó la papa caliente en las manos de su vecino, quien debió desplegar uniformados hacia la frontera sur y abrir campamentos para, sin maltratos que burlasen los derechos humanos de los viajeros, retenerlos y procesar su documentación, que luego entregaría a las autoridades estadounidenses que determinarían si procedía o no darles el asilo.
Algunos políticos mexicanos de oposición criticaron a AMLO al colegir que su país había asumido el papel del muro que el exmandatario de EE. UU. había prometido y que, gracias a las reticencias del Congreso, nunca concluyó. En realidad, de algún modo lo hizo responsable, y ello debe otorgar prerrogativas a una nación que, además, difiere del modo en que Washington ha encarado las cosas en el último cuatrienio.
El discurso de Biden a favor de restaurar los derechos que Trump quitó a los llamados dreamers, y su promesa de que legalizaría a los alrededor de 12 millones de indocumentados latinoamericanos que, se calcula hace décadas, trabajan para la economía de Estados Unidos, han hecho reverdecer el enfoque humanista de AMLO en relación con los migrantes.
No solo debe preocupar al Jefe de Estado mexicano el hecho de que cada vez son más los centroamericanos que burlan sus fronteras en el trayecto hacia el Norte. Además, hay muchos de sus compatriotas trabajando «sin papeles» en territorio estadounidense, de manera que el problema es clave, per se, en los nexos bilaterales. La comunidad mexicana es la mayor entre los hispanohablantes que residen en EE. UU.
La propuesta de facilitar a los países del Triángulo.., mediante el financiamiento necesario, la extensión del plan Sembrando Vidas para dotarlos de nuevos empleos al tiempo que la reforestación mejoraría el ambiente, fue adelantada por Obrador durante la cumbre virtual convocada esta semana por Biden, y que abordó asuntos concernientes al cambio climático.
Pero la exhortación recibió sonoras jarras de agua fría de parte de altos funcionarios de la Casa Blanca no identificados quienes, en declaraciones telefónicas a la prensa, descartaron el enfoque conjunto de ambos temas: cambio climático y migración. «No estamos interesados en la intersección entre asuntos», dijo uno de los voceros estadounidenses.
No obstante, nada hace pensar que ello motive a AMLO a echar atrás el propósito. Los funcionarios citados también dijeron que la propuesta no se ha debatido a fondo entre ambos gobiernos, lo que deja abierta la posibilidad de hacerlo.
Los encuentros virtuales sostenidos por Obrador y Biden hasta hoy han dejado titulares que hablaron de acercamiento y reanudación de nexos, más que de alejamiento.
¿El toro por los cuernos?
La propuesta de Obrador es modesta y se incluye en un plan más amplio que contempla un tratado mediante el cual se haría parte a Canadá de los esfuerzos por desalentar a los migrantes centroamericanos y «sembrarlos», mediante el acceso al trabajo, en sus naciones.
Pero lo realmente trascendente no es que Sembrando… resulte finalmente acogido por la Casa Blanca o no, sino comprobar cuánto de efectivo dejarán las medidas con que el ejecutivo de Joe Biden encara el tema, algo que obviamente no dependerá solo de sus deseos sino, además, del Congreso. De hecho, el mandatario está siendo criticado ya por legisladores de ambos partidos al constatarse la detención en frontera de una cifra récord de indocumentados en marzo, que promedió las 170 000 personas.
Hasta ahora se han ido cumpliendo algunas de las promesas incluidas en el programa de campaña del demócrata y que, ciertamente, ponen distancia de la política criminal de la administración Trump, también frente a los inmigrantes.
Un adelanto divulgado de lo que será su proyecto de presupuesto para el año entrante confirma que no habrá más muro fronterizo, que se agilizarán los trámites de visado en curso, se atenderá el proceso de legalización de los que llegaron ilegalmente siendo menores de edad —los dreamers—, pero, también, que se «modernizará» la frontera de modo de asegurar, mediante la tecnología, que no sean porosas.
El espíritu «disuasivo» de esta administración se ha constatado, incluso, en mensajes grabados mediante los cuales altos funcionarios avisan a los migrantes que la frontera está cerrada y, de paso, les advierten que es aún más peligroso viajar en medio del azote del coronavirus.
No pasarán, y tampoco hay motivos para pensar que, en el trasfondo, el enfoque será totalmente diferente al que Washington ha dispensado al fenómeno hasta hoy.
El único ofrecimiento contante y sonante desde el punto de vista financiero y que aluda a las causas de la migración, tiene la misma mirada superficial y con sabor a injerencia de otros proyectos de ese corte.
Los escasos 4 000 millones de dólares que la administración Biden otorgará —como ofreció en la campaña— para atender los problemas económico-financieros de las naciones concernidas, lucen raquíticos frente a un problema tan grande como un monstruo, creado por el subdesarrollo y la dependencia.
Y ni siquiera el dinero se entregará a los gobiernos, sino a ONGs que serán quienes se hagan cargo para evitar, según una visión reiterada desde la Casa Blanca, que el dinero se dilapide o tome un mal camino. Algunos congresistas quieren saber en qué las naciones centroamericanas emplearon el dinero que se les entregó, cuando el mandato de Barack Obama consiguió un acuerdo con el legislativo para enviar a los centroamericanos una suma aún más escasa de 2 600 millones de dólares anuales.
No era mucho dinero para cambios de fondo. No obstante, hay congresistas que se quejan porque no hubo ostensibles mejoras en esos países.
Es muy probable entonces que todavía, antes de los desembolsos anunciados por Biden, el Congreso evalúe cómo se lucha en aquellos países contra males ciertos como la corrupción. Será la puesta en práctica de una política de supervisión añeja que, en otros casos y momentos, se ha manipulado para coartar el rumbo soberano de las naciones.
Lamentablemente, todavía en las Américas seguiremos escuchando mucho acerca de avalanchas de ilegales.