Shenzhen, ciudad china. foto china daily Autor: China Daily Publicado: 20/03/2021 | 08:04 pm
Todo el mundo reconoce hoy la eficacia de ciertos remedios «made in China» que van desde una pomadita quitadolores hasta la vacuna Sinovak, la primera efectiva contra la COVID-19, pero muchas personas quedaron boquiabiertas cuando el presidente Xi Jinping anunció el fin de la pobreza en el gigante asiático.
Hasta cierto punto fue una reacción natural ante la contundencia de la noticia, dicha así en tan pocas palabras: se acabó, erradicamos la pobreza.
En los últimos ocho años, informó el mandatario, 98,99 millones de residentes rurales que vivían por debajo de la línea de pobreza actual se han liberado de este flagelo. Los 832 distritos empobrecidos y las 128 000 aldeas en condiciones similares también se han retirado de la lista que recoge a las localidades afectadas por la miseria.
Xi Jinping exaltó que China, el país más poblado del mundo, había obtenido una «victoria completa» en su lucha contra la pobreza.
No obstante, todavía hay quienes se muestran escépticos. Algunos son simplemente incrédulos ante semejante logro en un país de 1 400 millones de habitantes. Otros, artífices pagados del descrédito.
Tampoco fueron muchos los que creyeron en una posible rendición, en 1945, del poderoso imperio japonés ante una fuerza armada, en su mayoría campesinos, que tuvo como núcleo más combativo al Ejército Popular de Liberación, fundado el 1ro. de agosto de 1927 por el Partido Comunista de China, que se había constituido apenas seis años antes, el 1ro. de julio de 1921.
Pocos creyeron en la sostenibilidad de la República Popular China, proclamada el 1ro. de octubre de 1949, con el propósito declarado de poner fin a siglos de atraso derivados de los regímenes feudales, el saqueo colonial portugués o británico, la ocupación japonesa y los efectos de dos guerras mundiales.
China era un país arrasado por los conflictos internos de grupos de poder vinculados a una u otra potencia extranjera.
Las llamadas guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860) provocaron el inicio de la diáspora del pueblo chino. Basta recordar, como dato curioso, que Cuba recibió desde mediados del siglo XIX y hasta 1883 unos 150 000 culíes, emigrantes chinos en condición semejante a la de los esclavos africanos, que dieron origen al inconfundible ingrediente asiático en el multicolor ajiaco de la nación cubana.
Todavía a mediados del siglo XX, el gigante oriental era asolado por hambrunas, semejantes a la registrada entre 1876-1879, que cobró la vida de entre nueve y 13 millones de personas.
Tal vez por eso, buena parte de la opinión pública mundial se quedó asombrada con el anuncio de Xi Jinping —para muchos analistas la mayor hazaña económica y humana de los últimos cien años— en homenaje al centenario del Partido Comunista de China, en una clara prueba de su legítimo papel como conductor político y gobernante de la nación.
El hambre tiene la cara fea, la miseria no se puede esconder. Sin embargo, es natural que muchas personas se pregunten: ¿cómo hicieron los gobernantes chinos para sacar de la pobreza absoluta hasta el último de sus ciudadanos, por remoto o inaccesible que fuera su sitio de residencia?
Pobreza extrema, peor que pobreza
«Casa por casa», así describió un testigo occidental citado por la AFP, el trabajo de decenas de miles de funcionarios gubernamentales, durante años, para censar el estado de cada vivienda y la situación financiera de la familia.
Según una definición de los economistas R. Kanbur y L. Squire, la pobreza puede definirse como «el estado en que una persona carece del usual o socialmente aceptable nivel de ingreso monetario o bienes materiales».
Por lo tanto, puede establecerse una línea de pobreza basada en el ingreso que obtiene un hogar y a partir del cual logra cubrir sus necesidades básicas. La definición de pobreza ha ido incorporando nuevas dimensiones como la longevidad, alfabetización, salud, riesgo y vulnerabilidad.
En 2012, China se fijó el objetivo de acabar con la extrema pobreza en 2020, diez años antes de lo establecido por Naciones Unidas en sus Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Con ese propósito, invirtió en los últimos ocho años cerca de 1,6 billones de yuanes (246 000 millones de dólares) en la lucha contra la penuria, informó el presidente Xi. En el programa trabajaron en las zonas rurales cerca de tres millones de personas.
La pobreza extrema en China es aquella que padecen las familias que viven con un ingreso inferior a los 2,30 dólares por día y persona, un piso algo superior al que establece el Banco Mundial: 1,90 dólares por día y persona marcan la diferencia entre los pobres y los extremadamente pobres.
Mucho más que un ingreso monetario
Pero la definición no reposa solo en el ingreso: en todo el país, funcionarios fueron puerta a puerta para evaluar el estatus social de los habitantes, según diferentes criterios como el estado de salud o vivienda, la cobertura de enfermedad, la escolarización de los niños, etc.
En la actualidad, todos los niños en China culminan su escolaridad obligatoria (15 años) sin tener que trabajar para ayudar a sus padres; y la tasa de mortalidad infantil se redujo drásticamente en los últimos 20 años.
«Ningún otro país puede sacar cientos de millones de personas de la pobreza en tan poco tiempo», destacó el presidente Xi durante una ceremonia en el Palacio del Pueblo en Beijing, el pasado 25 de febrero cuando lo consideró «un milagro humano que quedará en la historia», y prometió compartir «la experiencia china» con otros países.
Mientras más cerca, más difícil
Hannah Ryder, quien fuera representante del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas en China, confirmó en 2017 su certeza de que la nación asiática alcanzaría el fantástico logro, basándose en un conocimiento detallado de cómo y a qué costo el Gobierno se había comprometido en ese objetivo, que —dijo— puede ser un modelo a seguir por otros países.
«Son más de 800 millones: una cifra enorme y una hazaña extraordinaria, escribía Ryder en su análisis publicado en el diario El País. De hecho, ningún otro país ha logrado tal nivel de reducción en tan corto período».
Entonces, a solo tres años de la fecha prometida por el liderazgo del Partido Comunista Chino y el Gobierno, faltaba sacar de la pobreza extrema a 45 millones de chinos, «el equivalente de toda la población de Sudán», subrayaba. La tarea no sería fácil. «En el momento en que solo quedan unos pocos millones, decía, cabe esperar que cueste mucho más llegar a ellos».
Conocedora al detalle del proceso, recordó que durante los primeros siete años de la «reforma y apertura» oficial de China, que comenzó en 1978, alrededor de 110 millones de personas salieron anualmente de la pobreza.
En los siguientes 15 años (de 1985 a 2000) el ritmo de avance se desaceleró, con alrededor de 26 millones de personas por encima de la línea de pobreza cada año. Y de 2000 a 2015, la cifra se situó en poco más de 22 millones anuales.
Según cálculos de Ryder, basados en cifras oficiales, durante el último tramo de la carrera, entre 2015 y 2020, el Gobierno se planteó sacar de la indigencia a diez millones de ciudadanos anuales. Se trataba de las personas más remotas, aquellas sin acceso a carreteras, electricidad o agua limpia.
El presupuesto para esos fines significó al menos mil dólares para cada uno de los diez millones de habitantes que el gobierno de China se planteó ganarle a la penuria.
La exitosa guerra contra el flagelo dispuso de un arma cada vez más potente, el sostenido crecimiento económico, científico y cultural orientado por una política inspirada en los ideales de justicia social marxista-leninista, adaptados a las condiciones propias del país, con altas y bajas, imperfecciones y correcciones necesarias, sin perder su objetivo.
Aun así, medios occidentales persisten en la difusión de dudas o mentiras para restar crédito a la ejemplar lección de China. Allá ellos, las mentiras y falsedades caen por su propio peso.
Decenas de millones de visitantes, entre ellos renombrados especialistas de las ciencias económicas y sociales, intelectuales y artistas, así como simples hombres y mujeres de todo el planeta se adentran en la infinidad de sitios turísticos del segundo país de mayor extensión territorial del planeta, con alrededor de 9 600 000 kilómetros cuadrados, y comprueban sus deslumbrantes progresos, asombrosas ciudades, sus cuidadas bellezas naturales y, sobre todo, la vitalidad de las personas que lo habitan.
Desarrollo industrial chino. Foto: China Daily.